Mi primer trabajo después de la universidad fue profesor de inglés en Buenos Aires. Luego me rebajé a la indignidad del periodismo. Hace un par de semanas me agarró un ataque de nostalgia y expliqué acá el significado de una palabra inglesa. Era “weird”, inventada hace mil años. Quiere decir “raro”, pero con matices.
Hoy repito. Más facil, la palabra es “bromance”, recién salida del horno, acuñada en lo que va del siglo XXI. Un compuesto de “brother” (hermano) y “romance”, se refiere al amor entre dos hombres. Pero de sexo, nada. “Bromance” describe una relación íntima, pero no carnal.
Ejemplos: Sherlock Holmes y el Doctor Watson; Vladimir Putin y Kim Jong Un; Leo Messi y Luis Suárez.
Mi razón por profundizar en esta palabra deriva de la feroz pasión platónica que acaban de revelar al mundo Elon Musk y Donald Trump. Ocurrió el lunes y el escenario, al que acudieron un millón de personas, fue la plataforma spaces de la red social X, conocida como Twitter antes de que Musk la comprara hace un par de años por 44 mil millones de dólares.
El hombre más rico del mundo conversó con el hombre más ridículo del mundo durante dos horas. Confieso que no aguanté hasta el final, pero sí lo suficiente como para constatar que existe una inusual química entre estos dos célebres chiflados.
“Creo que estamos en una encrucijada respecto al destino de la civilización y creo que tenemos que elegir el camino indicado y creo que usted es el camino indicado,“ babeó Musk. “Tu apoyo significa mucho para mí,“ respondió Trump, con nunca vista ternura.
¿A qué se debe este brote de amor entre el expresidente naranja de 78 años y el magnate pálido, candidato a sus 53 años para el papel del villano en la siguiente película de James Bond? (Pienso en el asesino pálido en ‘Casino Royale’ y en el siniestro personaje de Javier Bardem en ‘Skyfall’,.)
Musk–dueño de cohetes espaciales, satélites y una empresa de vehículos eléctricos–había votado por los demócratas Barack Obama, Hillary Clinton y Joseph Biden en las últimas cuatro elecciones presidenciales. Pero acaba de recibir un flechazo. O, quizá mejor, un balazo.
Ocurrió el día en el que Trump sufrió un intento de asesinato. “Su valentía bajo fuego fue increíblemente inspiradora,“ dijo Musk. “Eso fue lo que me inspiró a darle mi apoyo.” Curioso que un tipo con un cerebro tan reconocidamente superdotado se hubiese convertido al trumpismo de manera tan poco racional. Quizá la explicación resida en que nació y se crió en Sudáfrica durante el apartheid, época en la que el ideal del hombre blanco era un macho alfa racista, papel ejercido de manera ejemplar por su papá.
En el caso de Trump, su nueva figura paterna, el bromance es más fácil de entender. Uno piensa en la única razón posible por la que Ivana, Marla y Melania se habrían casado con él: su plata.
“Estoy a favor de los autos eléctricos,“ dijo Trump en un discurso ante sus fieles a principios de mes. “Tengo que estarlo, saben, porque Elon me ha dado su fuerte apoyo. O sea que no tengo opción.” No la tiene, aunque previamente había expresado su preferencia por la gasolina sobre la electricidad como fuente de propulsión motriz, porque la alternativa sería declinar los millones que Musk le está dando para su campaña electoral.
No estamos hablando de individuos muy sutiles aquí. El talante que Musk tiene para la ingeniería y los negocios no se extiende a otros terrenos. Fíjense en las tonterías que ha repetido a sus 194 millones de seguidores en su cuenta X sobre los brotes de violencia callejera en Alemania e Inglaterra contra inmigrantes musulmanes.
En octubre del año pasado escribió que “la guerra civil en Europa es inevitable”; unos días después, que “Europa se dirige a una guerra civil”; en noviembre que “Europa parece que se encamina a la guerra civil”, este mes que “la guerra civil es inevitable” en Reino Unido. Ignorante, además de irresponsable, Musk no solo alienta la violencia ultraderechista, delata su mentalidad apartheid (otras razas: ¡fuera!) y se relame ante la fantasía de una Europa bañada de sangre.
Otra idea que le deleitó a Musk fue que se enviase a los violentos ingleses a las Malvinas. Compartió una noticia falsa con sus seguidores según la cual el gobierno británico proponía deportarlos a “un campo de concentración de emergencia” en la colonia de Su Majestad en el Atlántico Sur.
¿Musk habrá consultado a Javier Milei antes de retuitear esa pelotudez? Pregunto porque el amor varonil del que escribo se extiende al presidente de Argentina. Curioso un “bromance” a tres partes–invita a una redefinición de la palabra–pero eso es lo que hay. En su conversación del lunes Trump y Musk se deshicieron en elogios hacia Milei.
“Es grande,“ dijo Trump, “Y es muy fan de MAGA. Ya sabes que la consigna de su campaña fue ‘Make Argentina Great Again’. Y entiendo que está haciendo un fantástico trabajo.” “¡Sí!” respondió Musk. “Cortar el gasto público…una lección para Estados Unidos”. El cariño es recíproco. De Milei por Trump, como ya sabíamos, y de Milei por Musk, como vimos el viernes. Hablando del propietario de X, Milei dijo: “Lo más maravilloso que nos ha regalado ha sido libertad plena en el uso de la red social, cuando antes regía la censura woke, donde si los comentarios no estaban en dicha línea, se denunciaban y hasta podía implicar perder la cuenta. Por ende, es claro que se ganó en libertad”.
Algunos argentinos se preguntarán si la pertenencia de su presidente a este trio es motivo de vergüenza o de orgullo. Yo lo que me pregunto es, ¿quisiera ser el hombre más rico del mundo? ¿Desearía también poseer 224 mil millones de dólares? Tendría su gracia. Pero valoro más un mínimo de buen juicio que una colosal fortuna. Si el precio que hubiese que pagar fuera convertirse en un idiota brillante como Elon Musk, no. Creo que no.
Publicado en Clarín el 18 de agosto de 2024.
Link https://www.clarin.com/opinion/trio-amoroso-trump-musk-milei_0_F32VILfq7s.html