viernes 26 de julio de 2024
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El sigilo de la OTAN

Termina la cumbre de la OTAN en Vilnius, Lituania, sin sorpresas y con un par de decisiones que no auguran tiempos de paz, ni gestos de distensión.

“Hoy tomaremos muchas decisiones para una Alianza aún más fuerte. Aumentaremos nuestro apoyo práctico y político a Ucrania. Esto acercará a Ucrania a la Otán, a la que pertenece”, afirmó el secretario general aliado, Jens Stoltenberg, al inicio de la primera sesión del Consejo del Atlántico Norte, anticipando el resultado del tema central de la cumbre.

Cuando en 2008 los líderes de la OTAN abordaron el ingreso de Ucrania y Georgia al sistema de defensa creado luego de la guerra fría, la respuesta también fue negativa. Antes de esa cumbre, el presidente ucraniano, Viktor Yushchenko, y el presidente georgiano, Mikheil Saakashvili, persuadieron al presidente estadounidense, George W. Bush, de que la membresía en la OTAN era la mejor opción para sus países. Bush, a su vez, prometió que abogaría por esa decisión de la OTAN en Bucarest. Por Europa, el presidente francés, Nicolás Sarkozy, y la canciller alemana, Ángela Merkel, se mostraron contrarios a la idea, argumentando que ambos países no estaban listos para ser miembros y que esa maniobra era una manera de acorralar a Rusia.

El primer argumento era atendible con respecto a Ucrania, sobre todo porque grandes segmentos de su población se oponían firmemente a la membresía en la OTAN. Había pasado solo una década desde que las bombas de la OTAN cayeron sobre Belgrado, por lo que la cuestión de unirse a la alianza todavía era muy divisiva. Si la membresía se hubiera sometido a referéndum, no está claro qué habrían decidido los votantes ucranianos.

Obviamente, Rusia también se opuso a la idea. El presidente ruso, Vladimir Putin, lo dejó claro cuando se unió a la cumbre – si eran épocas de distensión – y pronunció un discurso en el que esencialmente negaba la condición de Estado a Ucrania. La audiencia quedó atónita, pero él se ha mantenido firme en esa posición durante años.

En el evento, los líderes de la OTAN forjaron un compromiso que representó el peor de todos los mundos posibles. Si bien la alianza dejó en claro que Georgia y Ucrania deberían convertirse en miembros, se apuraron en agregar que la adhesión no ocurriría en ese momento. La puerta a la futura membresía parecía haberse abierto, avivando las llamas en Rusia y alentando las esperanzas de quienes apoyaban la idea.

Así las cosas, hasta la anexión ilegal de Crimea por parte de Putin en 2014, Ucrania mantuvo una política de neutralidad frente a Rusia y la OTAN.

Ahora que hay un impulso renovado para la membresía de Ucrania, el tema ocupó un lugar central en Vilnius. La situación ha cambiado profundamente desde 2014. La invasión a gran escala de Rusia de Ucrania el año pasado hizo que los temores de provocar al Kremlin fueran discutibles, y la cuestión de la membresía en la OTAN ya no es muy divisiva en Ucrania. La “operación especial” de Putin ha unido completamente al país en su apoyo.

Aun así, muchos políticos y diplomáticos occidentales desconfían de llevar a Ucrania a la alianza demasiado rápido. No sólo por el obvio desafío directo a Rusia –que ya ha anunciado el estallido de la Tercera Guerra Mundial– sino por los efectos político domésticos de tales decisiones. Sigue siendo poco probable que dos tercios de los senadores estadounidenses estén preparados para ratificar la membresía de Ucrania en la OTAN justo en el período previo a las elecciones presidenciales de 2024. El problema no es solo que algunos republicanos se opongan a un “cheque en blanco” para Ucrania, a eso se suma que la administración de Joe Biden no querrá entregarle a Donald Trump un tema útil con el que apoyar su candidatura a la reelección de “Estados Unidos primero”.

En la cumbre de Vilnius que cierra hoy, no sólo se continuará con la negativa del ingreso de Ucrania a la alianza militar, también se pondrá el acento en la amenaza China y, en general de un bloque de países que no aceptan la convivencia basada en reglas, como gusta decir a la diplomacia europea.

Como un acto de amplitud, Suecia será incorporada al club y, como medida muy importante, los asociados se comprometen a gastar el 2 por ciento de su PBI en la nueva carrera armamentística.

La desazón de Volodomir Zelenski será mitigada con un fuerte aumento de pertrechos bélicos de todos los calibres y colores, incluidas las bombas de racimo que tanto anhela tener.

El jefe de la OTAN, Stoltenberg dijo que el ingreso de Ucrania podrá darse en el futuro cuando se den ciertas condiciones. La primera, es que se alcance el fin de la guerra actual, que Ucrania “modernice” sus instituciones de defensa y seguridad, el combate a la corrupción en ese país y la interoperabilidad logística con el resto de la alianza.

En la actualidad, añadió, hay una guerra “y, por lo tanto, creo que los aliados están de acuerdo en que mientras la guerra continúe, no es momento para hacer de Ucrania un miembro de pleno derecho de la alianza”.

Por parte de Rusia, el portavoz de la presidencia, Dimitri Peskov, afirmó este martes que acelerar el proceso de adhesión de Ucrania a la OTAN es “muy peligroso” para la seguridad europea y lamentó que Europa no comprenda el error que implica el acercamiento de las bases de la OTAN a las fronteras rusas. “Hemos sido testigos de nuevas oleadas de acercamiento de la infraestructura militar de la OTAN a las fronteras rusas. Esta fue una de las razones que nos llevó a la situación actual”.

Es decir que, dentro de la escalada por parte de ambos bandos, el ingreso de Ucrania sería una jugada muy agresiva, por lo que se compensó con la incorporación de Suecia, luego de algunas negociaciones, que es un país que tiene fuerte influencia en el Báltico y en el círculo polar ártico, una región estratégica para el futuro de Europa y Asia.

La posibilidad de la paz no ha estado sobre la mesa, aun peor, la conformación discursiva de un nuevo Eje Moscú-Pekín parece el escenario en construcción.

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Veinte Manzanas

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