Frente a los intensos cambios internacionales, a la crisis democrática y la difícil situación económica regional, un conjunto de ex mandatarios de Latinoamérica ha enviado a los presidentes en ejercicio una carta que propone refundar la UNASUR.
La estatua de Néstor Kirchner ya no se yergue al frente del edificio de la UNASUR, que también llevaba su nombre. Un portento arquitectónico moderno inaugurado en Quito, Ecuador, en 2014, fue la sede del ambicioso proyecto institucional rival de la OEA, patrocinado por Hugo Chávez. Su primera Cumbre se realizó en 2008, en Santiago de Chile. Hoy es la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores de Ecuador.
Más allá de la edificación que le daba carnadura a la Unión de Naciones Suramericanas, nuevos aires han insuflado vigor a su revitalización. Los mismos aires que desventan las velas del Grupo de Lima, o del efímero Prosur, alimentan los de la UNASUR.
Un texto firmado por las exmandatarias Michelle Bachelet (Chile) y Dilma Rouseff (Brasil) y los ex presidentes Ernesto Samper (Colombia), Rafael Correa (Ecuador), Eduardo Duhalde (Argentina), Ricardo Lagos (Chile) y José Mujica (Uruguay), enmarca la decisión política de este conjunto de personalidades con una descripción del duro escenario internacional caracterizado por la pandemia y sus consecuencias, la crisis climática, la guerra de Rusia contra Ucrania y el aumento de la rivalidad entre China y los Estados Unidos que lleva incertidumbre al mundo.
Todo ello ha puesto en cuestión “la globalización tal cual se organizó hasta hoy”, asegura la carta. La situación es tan grave que “una anomia en cuanto al respeto al derecho internacional (…) genera una especie de caos global en el cual asoma incluso el riesgo de una tragedia producida por el armamento nuclear”. De ahí que el multilateralismo cobra una importancia crucial en la búsqueda de soluciones.
“El denominado Sur Global con nuevas potencias emergentes, busca abrirse paso e influir en el diseño de una nueva gobernanza del planeta”, asegura el texto. “Cobran en este cuadro nueva actualidad nociones como soberanía sanitaria, alimentaria o energética” y “en este mundo de bloques regionales, nuestra América Latina aparece como una región marginal e irrelevante”. Para los firmantes, “es por lejos la más golpeada por la pandemia y la crisis económica y social que la siguió experimentando una recesión doblemente más profunda que la de la economía mundial y aumentando en cerca de 50 millones el número de personas que viven en condiciones de pobreza”.
“Una América Latina integrada, no alineada y en paz recuperará prestigio internacional y podrá superar la irrelevancia en la que nos encontramos”, con lo que se podría alcanzar “mejores condiciones para enfrentar las cuatro mayores amenazas que acechan a la región: cambio climático, pandemias, desigualdades sociales y regresión autoritaria”. Y ratifica: “UNASUR todavía existe y es la mejor plataforma para reconstituir un espacio de integración en América del Sur”.
Esta propuesta de reflotar la UNASUR también busca recoger los errores que la llevaron a su casi extinción –hoy la integran formalmente Guyana, Surinam, Venezuela y Bolivia-, haciendo una autocrítica de una primera experiencia demasiado ideologizada y poco plural, tal como los firmantes lo han reconocido en la carta que tiene como destinatario principal a Nicolás Maduro como presidente actual del organismo.
En su agenda prioritaria, la carta propone incluir un plan de autosuficiencia sanitaria orientado especialmente a la producción y compra conjunta de vacunas e insumos sanitarios indispensables; acuerdos para facilitar una migración ordenada; un programa para enfrentar el cambio climático y sus consecuencias, tal como se acordó en los Acuerdos de París; obras prioritarias de infraestructura vial, ferroviaria y energética; la recuperación para la región del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el potenciamiento del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF); medidas que favorezcan la cooperación entre empresas de la región y políticas conjuntas para regular la acción de los grandes monopolios tecnológicos, entre otras iniciativas, apuntando a la generación de un mercado interno regional que asegure el desarrollo, del mismo modo que procuró la UE desde sus comienzos.
Es probable que la moderación de los gobiernos que están siendo protagonistas de un “giro a la izquierda” en la región, donde sobresale la tercera presidencia de Lula Da Silva en la principal potencia del sur, logre plasmar un mecanismo de gobernanza exitoso a través de esta institución. Aunque si fuera por ellas la región ya estaría en el mejor de los mundos posibles porque existen decenas de ellas para llevar fomento y gobernanza, sin que se haya logrado hasta hoy, en el grado deseado.
Está claro que las instituciones son importantes, pero son las personas y sus circunstancias las que le dan entidad, en este caso los políticos han llevado al seno de estas organizaciones sus proyectos divergentes y la fragmentación partidaria, demostrando que la institucionalidad per se no garantiza el éxito.
La carta hace una exhortación final a los presidentes: “En el escenario actual están en riesgo las conquistas democráticas tan difícilmente obtenidas en América Latina, luego de la secuencia de dictaduras que azotó a la región en la década de los 1970. Tenemos grandes expectativas en los liderazgos que ustedes ejercen frente a sus países. Confiamos en su visión para hacer de nuestra América del Sur un motor impulsor de un nuevo nivel de unidad e integración latinoamericana, anclada en la solidaridad continental y en los valores permanentes de la paz y la democracia”.