miércoles 21 de mayo de 2025
spot_img

El Papa Francisco

Todos los argentinos fuimos felices cuando supimos que un sacerdote nacido en estos pagos ocuparía el trono de San Pedro. Primer papa argentino y primer papa latinoamericano en la historia de la Iglesia Católica. No soy creyente, pero participé de esa alegría y pocos meses después viajé a Roma con mamá que quería su bendición, gracia que recibió mientras yo me di el gusto de apretar su mano e intercambiar algunas pocas palabras. La historia seguramente evaluará los alcances y los límites de su papado que se extendió por doce años con sus logros y
con sus errores. Si las jerarquías de la iglesia se dividen entre conservadores y progresistas, él estuvo alineado con la línea de los progresistas, los reformistas decididos a aggiornar a la iglesia al siglo XXI con cambios moderados en una institución donde se honran las tradiciones y las expectativas de los más de mil millones de feligreses son diversas. Quienes lo conocieron dicen que fue un papa severo y exigente pero de sonrisa alegre y divertida. Y cuando se lo proponía, tenía el desenfado simpàtico del pícaro argentino. Dos veces lo vi de muy cerca : su sonrisa era alegre, pero sus ojos miraban con atención, con recelo, la mirada de un hombre consciente del poder que ejerce. No era ingenuo, supongo que ningún ingenuo llega al trono de San Pedro. Convocó a los jóvenes a “hacer líos”, una propuesta que puede ser interpretada de diversos modos pero que en términos emocionales tiene una una orientación definida. Permitió que los divorciados puedan comulgar y a los homosexuales les abrió las puertas de una iglesia que hasta ese momento los consideraba pecadores y hasta enfermos morales. No llegó a habilitar a la mujer para ejercer responsabilidades sacerdotales, pero les abrió espacios en la misógina burocracia de la curia. Todos hubiéramos deseado más dureza contra los sacerdotes pedófilos y la red de complicidades que los protegían, pero hizo lo que pudo, entre otras cosas condenarlos y pedir disculpas a los fieles en nombre de la iglesia. Hasta donde pudo, intentó organizar las vidriosas finanzas del Vaticano. Su magisterio fue muy claro en tres puntos: bregar por la paz, criticar la pobreza y alentar el diálogo con todas las religiones. Fue un papa de personalidad fuerte que supo ejercer con firmeza y prudencia su autoridad. Podría decirse que comparado con su predecesor Ratzinger, fue mucho más popular y progresista, progresista en una institución que como él sabía muy bien es históricamente conservadora y sus cambios hay que evaluarlos desde una prolongada perspectiva histórica. Por supuesto que en su gestión hubo luces y también sombras inevitables. Como buen cura populista, las palabras ” ilustración”, ” liberalismo”, “luces”, lo hacían parpadear. Su relación con los argentinos curiosamente no fue fácil, aunque siempre dispuso de una alta aceptación social. Pretendió ponerse por encima de la grieta pero no pudo hacerlo o lo hizo a medias y a veces mal. Nunca vamos a entender por qué en doce años de papado y con presidentes de diferentes signos políticos no pudo disponer de un día para darle una alegría y una bendición a sus feligreses. Juan Pablo II visitó nueve veces Polonia. Ahh…me olvidaba…a Cristina la recibió ocho veces con papel picado, serpentinas, matracas y cañitas voladoras. Un gesto generoso de su parte, porque los K hicieron lo imposible para impedir que fuera designado papa. Y cuando llegó la noticia de que Bergoglio era el elegido, la cara de culo que pusieron los K fue antológica. No obstante todo, y fiel al principio de poner la otra mejilla, a Cristina la recibió y la trató como una reina. A Macri en cambio lo recibió dos veces, y la primera vez no podía disimular su desagrado y su incomodidad. Cuánto político y sindicalista malandra anduviera suelto por la vida tuvo la posibilidad de conversar, fotografiarse con él o recibir el rosario debidamente bendecido. En ese tema no se equivocó nunca, por lo que no es exagerado decir que en algún momento su residencia de Santa Marta fue lo màs parecido a una unidad básica a la que los peronistas peregrinaban con la misma fe y las mismas aspiraciones de ser bendecidos y sacar ventajas que en otros años mantenían cuando viajaban a Puerta de Hierro, la parroquia en la que Perón repartía bendiciones y condenas. ¿Un papa peronista? Ni tan poco ni tan mucho. Un papa jesuita, fiel a su iglesia, pero con indisimulables afinidades con el peronismo. Es que entre la doctrina social de la iglesia y el peronismo hay diferencias pero vasos comunicantes muy fuertes con fronteras deliberadamente difusas. Bergoglio fue en primer lugar un convencido sacerdote católico que entendía que el peronismo era la respuesta política más adecuada a las necesidades de los argentinos. Puesto a elegir con un revólver en el pecho entre la iglesia y el peronismo, elegía la iglesia, pero en la intimidad de su corazón los acordes de la Marchita Peronista lo emocionaban. Insisto en un aspecto que no es un detalle: nunca nos visitó; fue a Chile, a Brasil, a Bolivia y Paraguay, voló con su avión por cielo patrio pero no besó tierra argentina. Sospecho que mayoritariamente los argentinos lo quisieron, mucho más que lo que él demostró querer a los argentinos y a la tierra que lo vio nacer. Inescrutables misterios del Espíritu Santo.
spot_img
spot_img

Veinte Manzanas

spot_img

Al Toque

Maximiliano Gregorio-Cernadas

La ecuación argentina

Alejandro Garvie

Nostalgias y otras algias

Eduardo A. Moro

¿A dónde vamos, ahora?