Cuando se cumplen ya 105 años del genocidio armenio, perpetrado deliberada y sistemáticamente por el ultranacionalista gobierno de los llamados “Jóvenes turcos”, que arrojó un saldo de un millón y medio de víctimas armenias asesinadas, las tensiones encendidas en torno al enclave armenio de Nagorno-Karabaj preocupan enormemente a la comunidad internacional.
En primer lugar, porque el gobierno de Turquía nunca admitió la existencia del mencionado genocidio armenio, y se limitó a referirse a lo acontecido como a una “gran calamidad”. El papa Francisco, en cambio, se ha referido al genocidio armenio calificándolo como “el primer genocidio del siglo XX”.
La República Argentina es uno de los países que, desde 1987, durante la presidencia del doctor Raúl Alfonsín, reconocieron oficialmente la existencia de ese genocidio.
La violencia se ha apoderado nuevamente de Nagorno-Karabaj y sus alrededores. Armenia y Azerbaiyán están ya en guerra. Azerbaiyán cuenta con un muy peligroso endoso: el del actual presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, un líder islámico, expansionista y autoritario, que sueña con reeditar el Imperio Otomano.
Desde hace varios días ya los enfrentamientos militares han venido creciendo. En ellos participan contingentes de mercenarios provenientes de Siria y de Libia, cuya presencia hace temer que el conflicto se expanda y se transforme en un enfrentamiento bélico de extrema gravedad.
Los países vecinos a Nagorno-Karabaj y la comunidad internacional, en general, están llamando a las partes a deponer la violencia y negociar pacíficamente una posible solución al conflicto de larga data.
Los armenios que viven en Nagorno-Karabaj y sus adyacencias conformaron en su momento -cabe recordar- el primer pueblo cristiano, al que predicaron San Tadeo y San Bartolomé.
La República Argentina no debiera mantenerse en silencio, sino unirse a aquellos países que convocan a la pacificación de una zona convulsionada y con una inusitada historia de violencia y muertes.
De ninguna manera el mundo puede permitir un segundo genocidio armenio. La notoria influencia de la Federación Rusa sobre los dos países en conflicto parece esencial para poder evitar que la violencia continúe o se expanda. No debería demorarse.
Publicado en La Nación el 6 de octubre de 2020.
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