viernes 26 de julio de 2024
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El miedo le ganó a la bronca: en noviembre, ¿puede repetir?

Si algo enseñan las sucesivas elecciones distritales y nacionales que acumulamos este año en nuestro país es que cada una tuvo su propia lógica, intransferible a las demás, por lo que lo que en una sirve y triunfa, en la otra conduce al fracaso.

JxC lo hizo muy bien en las provincias que adelantaron sus comicios, y lo acaba de repetir en Entre Ríos: ganó, desplazando en algunos casos a oficialismos imbatibles por décadas, y lo logró haciendo internas competitivas, con fórmulas mixtas y, en algunos casos al menos, ampliando la alianza. Todo lo cual fracasó en las PASO y más todavía en las generales a nivel nacional: la fórmula Bullrich-Petri, por más que tardíamente quiso sumar apoyos de Rodríguez Larreta y se embanderó con aquellos triunfos distritales, hizo la peor elección en la historia de esa coalición. 

Las PASO vs. las elecciones generales

En las PASO nacionales, la sorpresa la dio Milei, con su movilización del voto bronca. Y el libertario quiso repetir en las generales, con la misma fórmula. Fracasó: entre ambos comicios hizo una intensa campaña en el conurbano, con su famosa motosierra, que tuvo cero eficacia, y aunque en algunos distritos sumó unos cuantos votos, en otros que había ganado retrocedió, de manera que en el balance general quedó exactamente igual que en agosto. Un resonante retroceso en verdad, si contabilizamos que mientras tanto JxC, su principal fuente de donde atraer apoyos, siguió cayendo, y que se votó en un clima económico bastante peor, con más inflación, más dólar desbocado y caída de la actividad. 

En cambio Massa y UxP, que venían de sucesivos trastazos en las urnas, tanto provinciales como nacionales, haciendo más de lo mismo, con más plan platita, más parches para disimular lo insostenible del cuadro económico, más campaña del miedo y más descarga de la responsabilidad por todo lo sucedido en los últimos años en Alberto Fernández, finalmente lograron que algo de todo eso diera sus frutos en esta primera vuelta presidencial.

Un poco, seguramente, ayudados por los errores de los otros dos contendientes, Bullrich y Milei; también, sin duda, por el disciplinado alineamiento con que el resto del oficialismo siguió el ritmo y la melodía que impuso Massa a la campaña y a la gestión. Pero también porque el electorado diferenció claramente lo que estaba en juego en agosto de lo que se tenía que resolver ahora en octubre: que es mejor tener un mal gobierno que no tener ninguno. Así fue que el miedo se impuso esta vez a la bronca, en parte, aunque suene paradójico, porque la propia gestión oficial nos acercó al abismo de la hiperinflación y el estallido social. 

El factor “tener gobierno” pesó en esta ocasión no sólo a nivel nacional, sino decisivamente en provincia de Buenos Aires, a favor de la reelección de Kicillof, por contraposición a una oposición dividida, ninguno de cuyos candidatos logró ser muy creible ni atractivo como reemplazante del oficialista en funciones. La provincia fue el distrito que hizo la diferencia para Massa entre las PASO y esta primera vuelta: le proveyó la mayor parte de sus nuevos votantes, la mayoría seguramente ciudadanos que no habían ido a votar en agosto, más algunos que tal vez migraron desde el larretismo y/o el radicalismo.

Pero así como en cada una de esas rondas electorales que acumulamos ya en nuestras espaldas algunas de las fuerzas en competencia se equivocaron, porque erraron en el diagnóstico de los desafíos que debían enfrentar en esa peculiar ocasión, lo mismo puede sucederle a los vencedores de esta jornada si creen que el 19 de noviembre, en la segunda vuelta, se va a repetir simplemente el desafío del 22 de octubre. 

Massa pica esta vez en punta

A Massa le pasa lo mismo que había logrado Milei luego de las PASO. Pero el candidato oficialista enfrenta en verdad ahora el mismo problema que ya afectó al libertario entre agosto y octubre: lo difícil que puede ser para un representante de una minoría intensa convertirse en el líder de una nueva mayoría. 

Así como Milei chocó con esa dificultad y no logró sumar nuevas adhesiones, puede que algo de esto lo afecte ahora a Massa: va a tener que hacer muchos más esfuerzos que el que hizo la noche del domingo, al anunciar que va a invitar a los radicales a sumarse a su gestión. Claro que podrá igual contar con la ventaja de votos que ya le sacó a Milei. Y con las enormes posibilidades que le ofrece el control de la caja del Estado.

Aunque la principal ventaja que tiene sobre LLA es otra: el domingo a la noche vimos a un Milei que parecía Bullrich con corbata, hablaba igual que ella, decía las mismas cosas que ella sobre el kirchnerismo, la corrupción, hasta mencionó a Insaurralde, y salvo la arenga del final, estaba por completo ausente el Milei auténtico, el de la motosierra. Massa en cambio siguió haciendo lo mismo que venía haciendo desde antes: apeló a la unidad nacional, a que “lo peor de la crisis ya pasó”, a que su gobierno será muy distinto a lo visto hasta aquí del Frente de Todos y Unión por la Patria. Tiene que esconder la realidad económica y social, pero es más fácil esconder la realidad que esconderse a uno mismo. Esa es la diferencia entre él y Milei. La ventaja que Massa le saca. Y se demostró en esta votación que puede ser una ventaja decisiva.

Publicado en www.tn.com.ar el 23 de octubre de 2023.

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