jueves 28 de marzo de 2024
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El genocidio en Camboya

El “Camarada Duch“, alias de Kaing Guek Eav, el carcelero de las prisiones de los revolucionarios camboyanos comunistas que tomaron el poder entre 1975 y 1979, murió hace pocos días. Se lo acusó de la muerte de más de 12.000 personas. Este jefe de la Seguridad (S1) había sido profesor destacado en su vida anterior. 

En 2010, sus acciones le valieron ser el primer condenado en su país por crímenes contra las humanidad, juzgado por un tribunal internacional como partícipe, junto con otros, en el asesinato de 1.700.000 ciudadanos de su país. Su muerte, según varios testimonios, es “un recordatorio de que la Justicia es un proceso largo y difícil”. Duch confesó su responsabilidad. Había llevado un registro minucioso, con fotografías de algunos de sus prisioneros y documentos con el contenido de sus interrogatorios.

Su “control” era total, según un fotógrafo camboyano que lo encontró escondido cerca de la frontera con Tailandia, 20 años después  de la caída del régimen al cual servía. Era un hombre culto que se había destacado en sus estudios primarios y secundarios, graduándose como Licenciado en Matemáticas. En 1967 (nació en 1942) se unió al movimiento de los Jemeres rojos (Khmer Rouge) por entonces, una guerrilla maoista, devota de Mao y de su sistema de organización política. Se proponían abolir la propiedad privada y ruralizar el país, movilizando al campo a los habitantes de las principales ciudades. 

Cuando triunfaron, Duch aprendió las técnicas de tortura de la policía camboyana y francesa (el país había sido colonia dependiente de París). Tras la derrota en manos de las tropas vietnamitas, Kaing Guek Eav abandonó la ciudad capital, vivió en varias comunidades lejanas y se convirtió al cristianismo.

Durante el proceso judicial auspiciado por las Naciones Unidas, Duch mostró arrepentimiento por sus crímenes y declaró que temía por su vida y la de sus familiares. Días después, pidió ser absuelto, acto que enfureció a los familiares de las víctimas que nunca creyeron en su arrepentimiento.

Washington no había bajado los brazos contra los comunistas en la Guerra Fría. Se habían ido vencidos de Vietnam, pero quedaron expectantes de los sucesos en esa región del Asia. El maoista Pol Pot (1925-1998), el jefe de todos los jefes, venció con movidas guerrilleras al gobierno del general Lon Nol, que tenía constante apoyo del ejército norteamericano porque les había prometido que podía aniquilar las bases norvietnamitas. Antes de fugarse, Lon Nol ordenó el asesinato de de medio millón de vietnamitas que residían en la frontera.

Luego, una guerra más violenta, intensa y brutal se desató contra los habitantes civiles de Camboya, otra de las ex colonias francesas junto con Vietnam y Laos. Nadie sabía bien si los que llegaban al poder eran comunistas, nacionalistas o patriotas. En Asia, el comunismo siempre estuvo vinculado a los nacionalismos.

El Khmer Rouge que recibía colaboración en armamento y logística de China y Corea del Norte ocultó la existencia del Partido Comunista en su movimiento. Para todos, el líder Pol Pot era la esencia del nacionalismo. Poco a poco, los guerrilleros que en 1970 eran 4.000 pasaron a ser 70.000. Los Jemeres rojos tuvieron en un comienzo el apoyo popular y campesino.

Se proponían la “purificación de la población del país” de manera similar a cómo lo hicieron los nazis. La aviación norteamericana fue muy torpe y lanzó un bombardeo masivo sobre el territorio, que no causó cambios en el pensamiento de Pol Pot.

Ubicados los ciudadanos en las zonas rurales, donde se crearon “granjas colectivas de “reeducación”, de “reencuentro con el pasado campesino”, conocieron el hambre. Todo llegó al límite de una pandemia por la falta de alimentos. Es que el Khmer Rouge pagó con importantes cosechas de cereales  la entrega de armas chinas. Pol Pot explicó que muchas maniobras se debían a que tenía que terminar el concepto de “propiedad privada”, para que la burguesía se empeñara en tareas manuales y rurales. Todo servía para terminar con los trabajos “prostituidos” existentes en  las ciudades. 

Los Jemeres rojos anularon la circulación y el uso del dinero, los mercados de todo tipo y las propiedades de la “burguesía”. Destruyeron muebles, libros, instrumentos musicales y todo lo relacionado con el budismo.

Antes de esta guerra civil Camboya exportaba millones de toneladas de arroz al extranjero. El gobierno de Pol Pot deseaba controlar monopólicamente el acceso a toda fuente de alimentos. El conflicto camboyano, con tantas víctimas, comenzó a agotarse. Las presiones de Moscú y de la República Popular China llevaron a otra guerra entre las fuerzas del país contra los vietnamitas. Ganaron en táctica, ofensiva y en experiencia los vietnamitas ya desatendidos de la guerra con los norteamericanos. El régimen cayó el 18 de abril de 1998.

Nunca se pudo juzgar a Pol Pot que siguió haciendo la guerra desde la frontera del oeste y murió, con escasa compañía en la selva. Comenzaron las deserciones y motines de los guerrilleros entre 1996 y 1998. 

Poco antes del hundimiento hubo purgas y discriminación contra intelectuales y ex-funcionarios. A esa “limpieza” de estilo estalinista siguió la muerte de los familiares de las víctimas. Los pensamiento de los Khmers Rouge resultan inauditos para los politólogos. ¿Qué textos fundamentaban su acción, qué doctrina sustentaba semejante genocidio? Siempre fue muy difícil de catalogar.

Publicado en El Auditor el 8 de septiembre de 2020.

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