domingo 22 de diciembre de 2024
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¿El futuro será de chicos contra chicas?

Mi amiga Gioconda Belli, la autora nicaragüense, cree que fue bruja en otra vida. De las buenas, las que ven el futuro. Un libro que publicó en 2010 alimenta la idea. Se llama ‘El país de las mujeres’ y trata de un lugar imaginario en el que las mujeres mandan y los hombres son, como dirían en Nicaragua, unos huevones.

Este es el panorama al que nos acercamos hoy en el mundo real. Bueno, no en todo el mundo. En las democracias. La batalla global que se libra hoy entre la democracia y la autocracia se puede entender como un conflicto entre los países en los que las mujeres ganan poder y en los que se las aplasta. Simplificando un poco, entre feminismo y machismo. O entre el pasado feudal y el siglo XXI.

Por un lado, tenemos los países de Europa Occidental, en muchos de los cuales mujeres son o han sido jefas de gobierno. Pienso, entre otros, en Italia, Alemania, Reino Unido o Finlandia. Pienso también en países latinoamericanos como México, Argentina, Brasil o Chile.

Del otro bando tenemos a los países que componen lo que algunos llamamos el eje del mal: los testosterónicos Rusia, Irán, China y Corea del Norte. Podemos sumar a la lista a los países árabes, por ejemplo los islamomachistas Arabia Saudí y Qatar.

Pero más interesante, por novedoso, es lo que está ocurriendo hoy dentro de los países libres. Veamos el caso de Estados Unidos, cuyas tendencias suelen tener un efecto contagio en Europa y América Latina.

Una veterana comentarista en Washington definió la actual contienda electoral como “boys v girls”, chicos contra chicas. No se equivoca. Y no solo porque tenemos de un lado a Kamala Harris, una mujer plenamente liberada, y por otro a Donald Trump, que se identifica mucho más con su amigo Vladímir Putin que, digamos, con Angela Merkel.

La cuestión de fondo es que más y más los votantes deciden sus lealtades según el género. Si solo los hombres votasen en Estados Unidos, Trump ganaría cómodamente. Si solo las mujeres, Harris arrasaría.

Las encuestas no siempre son confiables, pero en este caso la diferencia que separa las intenciones de voto de mujeres y hombres es tan abismal que no hay lugar a duda. Los números dicen que el 52 por ciento contra el 40 por ciento de los hombres se inclinan por Trump; que el 58 per ciento contra el 37 por ciento de las mujeres por Harris. Como dice un columnista del diario the Guardian, “los hombres quizá no sean de Marte, ni las mujeres de Venus, pero a la hora de elegir el presidente de Estados Unidos viven en diferentes planetas.”

Otro dato para reforzar la tesis es que hasta ahora los hombres negros votaban abrumadoramente por los demócratas. El 85 por ciento de los hombres negros votaron por Joe Biden en 2020; el 70 por ciento dice que votará por Harris- -que se identifica como negra- el mes que viene. En cuanto a los hombres hispanos, especialmente los que tiene menos de 45 años, los datos son aún más alarmantes para los demócratas: el 55 por ciento de sus votos irán a Trump, el 38 por ciento a Harris. Y por supuesto que una amplísima mayoría de mujeres negras e hispanas dicen que votarán por Harris.

“¿Por qué Trump avanza entre los votantes negros e hispanos?” preguntaba un titular en el New York Times el domingo pasado.

No es difícil la respuesta. La brecha -que también existe, aunque de manera no tan pronunciada aún en los demás países democráticos- tiene su origen más en diferencias sociales que políticas. No es tanto que los hombres se inclinen más por el neoliberalismo que por la social democracia, sino que perciben, y con buena razón, que el patriarcado se acaba.

Los gobiernos y las economías habían estado enfáticamente en manos masculinas desde que homo sapiens inició su conquista de la Tierra hace, dicen, 300.000 años. Ya no, al menos en aquella parte del mundo donde existe la libertad de expresión, reina el estado de derecho y hay elecciones libres. Quizá no nos hemos dado cuenta, porque ha sido más sigilosa que explosiva, pero se podría argumentar que la revolución feminista de los últimos 50 años ha tenido consecuencias tan profundas para la sociedad como la revolución industrial, y quizá más que la bolchevique.

Otros datos.

En 1917, inclusive en 1970, hubiera sido imposible imaginar la realidad en 2024 de que habría seis estudiantes mujeres en las universidades de Estados Unidos por cada cuatro hombres; que en Reino Unido, Francia, España y Canadá habría más mujeres que hombres económicamente activas; que en Reino Unido las jóvenes ganarían (desde al menos 2022) más que los jóvenes.

Las consecuencias pasan de lo económico a la esencia emocional de la vida. No me sorprendió leer el mes pasado que según un reciente estudio sociológico acá en España “encontrar pareja es cada vez más difícil para las mujeres”; que “una tercera parte de las universitarias heterosexuales permanecerían solteras por falta de varones a menos que decidan emparejarse ‘hacia abajo’, con hombres con un nivel de estudios inferior al suyo”.

Tampoco fue una sorpresa descubrir que según un instituto de investigación francés el divorcio es muchísmo más probable en matrimonios en los que la mujer gana más que el hombre que viceversa. Y aunque sigan juntos “tienen más dificultades conjugales aquellas parejas que no siguen el modelo tradicional del hombre como principal proveedor”.

La tendencia va in crescendo, y los hombres, especialmente los jóvenes, lo saben. Votar por los Trumps de este mundo es, para buena parte de ellos, un grito de frustración. Un deseo imposible de que las cosas vuelvan a ser como eran. Como tal, todo indica que se cumplirá la profecía a la que parecía apuntar Gioconda Belli y que de aquí a unos años los partidos se partirán no entre izquierda y derecha, sino en una fractura política -una guerra de la que nadie saldrá ganando–entre mujeres y hombres.

Publicado en Clarín el 20 de octubre de 2024.

Link https://www.clarin.com/opinion/futuro-chicos-chicas_0_zA3usyq5vg.html

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