Nunca se sabe muy bien a quien le habla el ex comandante montonero Mario Eduardo Firmenich. Pero considero útil leerlo, porque siempre estuvo muy bien informado.
Su mensaje propone un “cambio revolucionario” hacia una “democracia participativa plebiscitaria”. Vamos a hablar de esto luego, primero presentemos al personaje, un poco de memoria nunca viene mal.
Desde que secuestró y dio muerte a Aramburu, hizo gala de su talento de escapista, siempre tuvo la data necesaria para no caer preso. Con la buena información como insumo, logro evadirse viviendo mas tiempo en Europa, Cuba o México que en la Argentina. Esa suerte que tuvo en la dictadura, le fue esquiva en el gobierno de Alfonsín, quien lo puso a disposición de la justicia para que fuera juzgado por los tribunales de la democracia. Así obtuvo 30 años de cárcel, que al poco tiempo canjeó por el indulto del presidente Menem, quien abonando a la teoría de los dos demonios, perdonó a los montoneros y a los militares genocidas.
En los años noventa, a pesar de los asesinatos, secuestros y millones de dólares escondidos por el mundo, la sociedad argentina lo recibió como un estudiante universitario, en su sistema público y gratuito. Así, haciendo uso de la impunidad que le otorgó un gobierno negacionista, el egresado del Colegio Nacional de Buenos Aires, logro terminar su educación de grado en la UBA, con brillantes notas propias de un estudiante full time sin preocupaciones económicas. El camino hacia el diploma de honor, le fue impedido por la oposición de la Franja Morada, que recordó su funesto pasado.
Con el título bajo el brazo, el Pepe no se quedó a dar clases en Argentina, se fue a Europa nuevamente, a seguir viviendo su duro exilio en los pueblos blancos del mediterraneo.
El ex presidente de la juventud católica argentina, nunca fue un dechado de carisma, su soberbia siempre fue la máscara más utilizada. Llegó a comandante de su propia organización, gracias a ese talento que le permitió ser el único sobreviviente de su camada. Su ideología política nunca estuvo del todo clara, pero su praxis siempre fue la misma: la muerte. Mataron y mandaron a matar en dictadura y en democracia, el 23 de setiembre de 1973 Perón ganó las elecciones y el 25 de setiembre, acribillaron a Rucci. Tan solo 48 horas le dieron a la democracia, allí iniciaron la guerra civil peronista, que terminó con miles de muertos y una generación masacrada.
Hoy el Pepe vuelve a hablar, ¿a quien? sería la pregunta. No lo sabemos, pero hace gala como siempre de su insumo favorito, la buena información.
Los conceptos que vierte, no suenan por primera vez en el mundo pan-cristinista.
Enmarañada en una un mezcla milagrosa de conceptos: Firmenich propone reemplazar el sistema democrático, por un nuevo tipo de dictadura siglo XXI, eso que solemos llamar generosamente: autocracia. Algo, que aunque parezca insólito, empieza a sonar lindo para muchos jóvenes descreídos del modelo y suena mejor aún, para una parte del peronismo cada vez mas lejos del sistema.
Su artículo, escrito casi como un plan de gobierno, comienza con una adolescente y simplista descripción de los “cuarenta anos de democracia liberal” y apela a la imagen del contrato social de Rousseau, para ofrecernos una democracia sin parlamentos. La cual llama “democracia directa”. Aparentemente con esta fórmula, el gran escapista encontró la fase superior de la democracia representativa. Nos propone volver al ágora ateniense, lugar donde los ciudadanos se juntaban a debatir y decidir a través de la democracia directa. Pero hoy, en sociedades con millones de habitantes, esa ágora para Firmenich se llama plebiscito.
El comandante montonero nos propone, un sistema de “democracia plebiscitaria” al estilo de Napoleón y que caracterizó a los cesarismos de todas las épocas. Viejo recurso conocido por dictadores de todos los colores.
Vamos a ser muy claros, nos están proponiendo (porque no esta solo en esta idea) una dictadura plebiscitaria, donde el pueblo votaría para ratificar las decisiones del presidente, siempre y cuando este (el Cesar) lo considere necesario.
Para completar el escenario y sin ahorrar en imágenes bizarras, no solo disfraza el golpe a la democracia con el traje de la “unidad nacional”, también se encargó de disfrazarse con la camisa verde militar para la foto que ilustra el articulo.
Tal vez, como detrás no tiene la Sierra Maestra, usó la bandera argentina para tapar el paisaje de las playas catalanas.