En los sistemas parlamentarios y semipresidencialistas de Europa, el “cordón sanitario” ha sido una estrategia recurrente para evitar que partidos de extrema derecha accedan al poder. Este mecanismo político, aunque controvertido, fue clave en la configuración de gobiernos que buscan preservar los valores democráticos frente a fuerzas políticas que promueven discursos xenófobos, autoritarios o contrarios a los derechos humanos.
Con frecuencia escuchamos en los medios de comunicación el término “cordón sanitario” cuando se habla de elecciones en el continente europeo. La frase originalmente refiere a la exclusión de un grupo de personas para evitar la propagación de una enfermedad infecciosa, aunque en la actualidad es más utilizada por la ciencia política que por expertos en políticas sanitarias.
El “cordón sanitario” es la metáfora utilizada para definir un pacto implícito o explícito entre partidos políticos tradicionales para excluir a formaciones de extrema derecha de las alianzas de gobierno. Esto puede manifestarse en diversas formas: desde rechazar acuerdos de coalición hasta impedirles presidir comisiones parlamentarias clave o marginarlos de los debates políticos.
En Francia, el concepto del “cordón sanitario” ha sido una estrategia recurrente para frenar a la ultraderechista Agrupación Nacional (antiguo Frente Nacional). En elecciones clave, partidos de izquierda y centroderecha han instado a sus votantes a respaldar a un candidato moderado para impedir la llegada de la extrema derecha al poder. Esta estrategia fue especialmente notoria en las elecciones presidenciales de 2002, cuando Jacques Chirac obtuvo un respaldo masivo frente a Jean-Marie Le Pen.
En Alemania, el pasado domingo 23 de febrero se celebraron las elecciones federales para elegir a los miembros del Bundestag (parlamento alemán), siendo el partido de la ex canciller Angela Merkel el ganador. El partido democristiano (CDU) se llevó la mayor cantidad de bancas, aunque el batacazo lo dio el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) que duplicó sus resultados respecto de las elecciones del 2021. De esta forma, y quedando en tercer lugar el partido socialdemócrata SPD (actualmente en el gobierno), se espera que los democristianos y los socialdemócratas formen una coalición gobernante para excluir a la extrema derecha.
Si bien el “cordón sanitario” ha sido efectivo en muchos casos, también ha generado cuestionamientos. Sus críticos argumentan que esta estrategia puede ser contraproducente, ya que refuerza la narrativa de “víctima” que muchos partidos de extrema derecha utilizan para movilizar a sus votantes. Además, algunos sectores consideran que el veto sistemático a estas fuerzas puede debilitar la confianza en los sistemas democráticos, al percibirse como una exclusión arbitraria de una parte del electorado.
El “cordón sanitario” sigue siendo un tema de debate en la política europea. Mientras algunos lo ven como una defensa necesaria de los valores democráticos, otros advierten sobre el riesgo de marginar a sectores del electorado y fortalecer el discurso antisistema.
De todas formas, esta cuestión plantea un debate fundamental: si bien el “cordón sanitario” es un mecanismo legal en los países donde se practica, la duda sobre su legitimidad está latente. ¿Dónde reside la verdadera vocación democrática? ¿En la defensa de principios que se consideran fundamentales o en el respeto a la voluntad de las mayorías? Lo cierto es que, en un contexto global donde el ascenso de las derechas alternativas es indiscutible, la estrategia que adopten los partidos tradicionales frente a estos movimientos definirá el rumbo político de Europa en los próximos años.