martes 23 de abril de 2024
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El Burgundio (h)

En aquellos tempranos años ochenta, cuando todo estaba por hacerse, cuando la democracia nacía, el Burgundio te cantaba la justa desde la revista Respuesta. Pasaron tiempos, pasaron cosas, pasó el tiempo, pero el Burgundió quedó. Hoy es su hijo, quien nos trae la palabra del padre. El Burgundio (h) está, porque lo necesitamos. Y necesitamos su genial humor, claro.

Me manda padre.

Me manda Padre. Quiere que les diga que él ya no escribe más. Que la última vez que le pidieron que escriba, le exigieron un discurso tan chato y sin filo como una Gillette usada. No le sale así, dice. Lo que no tiene sentido, no se puede escribir. Y además, dice Pa, nadie -ni yo- lo entiende. Por ejemplo: tuvo que explicarme que una Gillette era una hoja de acero biselado que se insertaba en una máquina a rosca dentro de un escudo que sólo dejaba a la luz el filo de la cuchilla. Ese artefacto servía tanto para afeitarse como para suicidarse. No sé, eso me explicó Padre. Los antiguos se suicidaban raro: lo vi en El Padrino y en un cuadro sobre Marat: se suicidaban con una Gillette en la bañadera.
Muchos de ustedes (la mayoría) no debe saber ni quién era Padre. Les digo: Padre era El Burgundio, un joven (joven hace medio siglo, hoy es un cadáver) escritor de opúsculos radicales de la época de Alfonsín. En esa época, a los radicales les iba tan bien que se reían de sí mismos. El Burgundio -Padre- se burlaba de los radicales y los radicales se morían de la risa de lo que El Burgundio decía de ellos. Qué envidia. Imagínense hoy, hacer un chiste sobre Cornejo: vas a parar al Tribunal de Disciplina.
Padre supone que el sentido del humor del alfonsinismo se perdió después del Discurso de Parque Norte. A mí me parece que no. Que el discurso de Parque Norte estaba bueno. Mejor, por lo menos, que la Contradicción Fundamental. (Todo eso lo leí porque Padre me lo dio para leer, y como yo lo quiero mucho a Padre, y le hago caso, intento entenderlo). Pero, la verdad, la Contradicción Fundamental es una cosa difícil. Un texto maoísta, dice Padre. ¿Mao? ¿quién era Mao, pa? No entiendo, papá: ¿Balbín era maoísta? ¿como Rafa Pascual?.
A mí me parece que el sentido del humor radical se perdió mucho después. Por ejemplo: hay un libro de unos sociólogos de izquierda devenidos socialdemócratas que hacen una historia de la Coordinadora tan… tan… -¡Cutre! me sopla Padre- que no podía ser tomada en serio. Cutre: ¡que palabra vintage! ¡Diwina! Me encanta, che.
Padre dice no se qué de la inscripción de clase. Andá a cagar, papá. No te entiendo. Yo leo la contradicción fundamental así como uso Ray-Ban, pa. O como uso una barba como la tuya. Es que, pa; vos sos un hípster y yo, un lumbersexual.
Bueno, chiques. Sha saben, Me woy y wuelvo. Yo me hago cargo de la columna de Padre. Y Padre me supervisa. ¿No, pa? Qué sí, me dice. Que me va a soplar algunas partes.
Presten atención: serán las partes más viejas del texto. Pero las más hijas de puta. Papá es fatal. Tremendo. (Con decirles que tiene la foto de Francisco en la sala, el muy judío renegado).
¡Que lo lean con atención! –pide Padre.
¡Ay, calláte papá! ¡Qué hinchapelotas! ¡A quién le importa!
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