lunes 30 de diciembre de 2024
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El bosón de Higgs, esa partícula sin la que no existiríamos

Por Carmer Rodríguez –

Redacción Ciencia, 9 abr (EFE).- Al físico Peter Higgs nunca le gustó que al descubrimiento que marcó su carrera se le acabara llamando popularmente ‘la partícula de Dios’, una forma de ilustrar que sin el bosón, cuya existencia teórica él formuló, nada en el universo existiría.

Higgs, de cuyo fallecimiento a los 94 años informó hoy la Universidad de Edimburgo, teorizó la existencia de una partícula subatómica que recibió el nombre de bosón de Higgs. Después la ciencia necesitó 48 años para confirmar de forma práctica su existencia, fue en 2012.

El bosón de Higgs es una parte fundamental del Modelo Estándar de la física elemental, ese que mejor describe cómo está construido el universo y cómo todas las partículas interactúan entre sí.

La gran importancia del bosón de Higgs es que a él se le atribuye la propiedad de atraer y mantener juntas al resto de partículas elementales que constituyen la materia visible del universo.

Las partículas fundamentales son de dos tipos: Los fermiones, que son los que constituyen la materia, y los bosones, que hacen que el resto de partículas interactúen entre sí.

Antes de 1964, al Modelo Estándar le falta una pieza fundamental que explicara por qué las partículas tienen masa, fue entonces cuando Higgs, de forma contemporánea pero independiente de un equipo belga formado por François Englert y Robert Brout, formularon de forma teórica un mecanismo capaz de conferir la masa.

Se trata de un campo invisible -llamado también de Higgs- que llena todo el universo y sin su presencia no existiríamos, pues las partículas sólo adquieren masa al entrar en contacto con él.

Todas las partículas interactúan con él, incluido el bosón de Higgs, que es a su vez resultado de la vibración de ese campo invisible que llena el vacío.

Pero pasar de la teoría a la demostración práctica a veces no es fácil y, otras veces, muy difícil, tanto que hubo que esperar hasta el 4 julio de 2012 para que se anunciara que ese pequeño y esquivo bosón, que se destruye casi inmediatamente, había sido descubierto.

En esa fecha, el Centro Europeo de Física de Partículas (CERN) confirmó que los datos extraídos de experimentos en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) señalaban, con más de un 99 % de probabilidad, que la partícula elemental encontrada en tres años de experimentos era el ansiado bosón.

Dos grupos de investigación de unos 3.000 científicos cada uno, ATLAS y CMS, lograron con miles de millones de colisiones entre partículas extraer e identificar las señales dejadas por el bosón, una partícula muy inestable que se desintegra casi al instante.

La confirmación ha sido considerada por los expertos como el mayor descubrimiento en la historia de la comprensión de la naturaleza, porque permite asomarse a la observación de lo que ocurrió inmediatamente después del Big Bang.

Higgs y Englert lograron en 2013 el Nobel de Física (Brout fallecido en 2011) por “su descubrimiento teórico de un mecanismo que contribuye a nuestro entendimiento del origen de las partículas subatómicas con masa”, y aquel mismo año, junto al CERN, recibieron el Premió Príncipe de Asturias.

La historia del bosón ha seguido adelante y, tras el anuncio inicial, aún continúan los experimentos para ir midiendo sus propiedades y confirmar que lo hallado es compatible con la teoría, como así ha sido hasta ahora. EFE

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