viernes 11 de octubre de 2024
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El avance conservador en el mundo

Las últimas elecciones en Italia y Brasil dejan un mensaje preocupante para el futuro de la democracia y la convivencia pacífica entre las naciones

Los conservadores de EE.UU., con Donald Trump a la cabeza, respaldaron a la ganadora de las elecciones en Italia, Giorgia Meloni quien ha sido asesorada por Steve Banon y ha sido oradora, en dos oportunidades, de la principal reunión anual de los conservadores estadounidenses. Las declaraciones de apoyo a la victoria de Meloni provinieron casi exclusivamente de republicanos estadounidenses, mientras que hasta el miércoles el presidente Joe Biden aún no la había siquiera felicitado.

Hermanos de Italia, el partido de Meloni, defiende las políticas contra la inmigración, ataca a los “globalistas”, la diversidad sexual y, en consonancia con la política exterior de Donald Trump, propone dejar de financiar el esfuerzo bélico de Ucrania y desarticular la OTAN.

“Las élites globales están llorando porque se eligió a otro populista conservador”, dijo el senador republicano Ted Cruz, quien calificó de “espectacular” el discurso de la triunfante Meloni. “Y en todo el mundo, vemos batallas entre la izquierda socialista, las élites arrogantes que quieren controlar la vida de las personas, y el levantamiento populista que las presiona”, remató.

Algunos de los aliados más acérrimos de Trump en el Congreso, como las representantes Lauren Boebert de Colorado y Marjorie Taylor Greene de Georgia, también aplaudieron la victoria de Meloni. Otros, como el senador Tom Cotton de Arkansas y el exsecretario de Estado Mike Pompeo, simplemente ofrecieron sus felicitaciones.

Algunos en Washington también temen que pueda seguir el camino más autoritario de otros líderes de extrema derecha en Europa, como el húngaro Viktor Orbán. Es claro que el presidente de Hungría, Meloni y Trump son un tridente conservador al que deberíamos sumar a Liz Truss la nueva primera ministra del Reino Unido. Pero las tensiones entre conservadores y los llamados populistas y globalistas también son notorias en España y en Francia.

El propio Trump grabó un mensaje de apoyo a Jair Bolsonaro, el mismo sábado anterior a la elección, que fue ampliamente difundido en las redes sociales.

Porque en el hemisferio sur, en Brasil, luego de las elecciones de domingo pasado, los mismos argumentos conservadores fueron esgrimidos por Bolsonaro quien hizo una elección peor que la que lo llevó al poder, pero evitó la derrota en primera vuelta. Todo indica que Lula Da Silva será el nuevo presidente electo.

Pese a haber conseguido conformar en el Congreso un bloque conservador fuerte y de tener gobernadores que le responden – no hay que olvidar la labilidad de los legisladores brasileños poco afectos a lealtades duraderas -, no parece probable que Bolsonaro alcance su segundo mandato, ni que ese bloque tenga la consistencia necesaria para mantenerse unido una vez que carezca de los recursos presidenciales que hoy maneja. Sin embargo, la elección muestra la recepción que el discurso conservador tiene en el electorado brasileño.

Otro tanto ocurre en Chile que está transitando una etapa democrática inédita con una coalición gobernante surgida de las protestas populares del 2019, y en la Argentina dónde Javier Milei encarna ese mensaje conservador de ultraderecha, ampliamente reproducido por los medios masivos y las redes sociales, mostrándose incluso en alianza con sectores políticos y militares de la última dictadura, al igual que Bolsonaro. En los sectores duros de la oposición en la Argentina, muchos se han manifestado abiertamente en favor del actual presidente de Brasil, el fin de semana pasado.

Mientras en ambos hemisferios vemos la profundidad de la predica conservadora, también verificamos el debilitamiento de las instituciones y las prácticas democráticas, lo que no constituye una casualidad. Tampoco es casual que los polos de poder – China y Rusia – que disputan el orden mundial a Occidente, sean países gobernados por líderes profundamente conservadores y sociedades en las que la democracia liberal nunca arraigó.

En China, por caso, Xi Jinping hace diez años que está abocado a cimentar su poder, silenciando cualquier facción rival que pueda discutir su liderazgo. En ese tiempo no ha dejado de acumular cargos, colocar a sus aliados en puestos clave, e incluso anular la prohibición existente de reelección indefinida – lo mismo hizo Putin – para poder perpetuarse en el poder, tal como tiene previsto hacer en el congreso del PCCh a celebrarse el próximo 16 de octubre.

Vemos entonces, un mundo que parece marchar hacia una gran convergencia conservadora que será la encargada de moldear ese nuevo orden mundial. Esperemos que no.

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