El discurso político republicano y el nombramiento de personalidades controvertidas en el futuro gabinete de Donald Trump, expresan la adhesión de nuevos equipos a la corriente internacional aislacionista, una tradición histórica que nutre al lema “América First”.
La próxima Directora de Inteligencia, Tulsi Gabbard, es un ejemplo: afirmó que ”la invasión a Ucrania pudo haberse evitado si Biden y la OTAN hubieran tenido en cuenta las preocupaciones legítimas de Rusia” y el próximo Secretario de Estado, Marco Rubio, entrevistado recientemente en el Canal EWTN, sostuvo que “Kiev estaba en una impasse frente a Rusia y que los EE.UU deberían mostrarse pragmáticos en lugar de gastar millones de dólares en armas”.
Concluyendo, para el pensamiento aislacionista se trata de cumplir una premisa: ninguna aventura en tierra lejana. Cabe recordar que este discurso guarda semejanza con un episodio no menor en la historia americana: Charles Lindbergh, un héroe estadounidense, fue apoyado por sectores republicanos que se oponían a asumir un compromiso contra Hitler en 1940.
Decididamente el aislacionismo viene de lejos, aunque los partidarios republicanos de la “Pax Americana” contaron con sus propios héroes, concretamente Ronald Reagan. Pero ese es el pasado ex-ante, hoy el péndulo retorna al aislacionismo que expresa Trump. Objetivamente hablando, esta renovada corriente está en línea con las ideas que Putin y Xi incorporaron al “Pacto de Amistad Ilimitada” que subscribieron en los días previos a la invasión a Ucrania.
Esas ideas confluyen en una tesis: las grandes potencias tienen derecho a una zona de influencia privilegiada. Conclusión: pierden todo sentido los Pactos de Defensa firmados por Washington con Europa y algunos países asiáticos. Hoy el regreso triunfante del aislacionismo americano inspira el discurso obituario de la OTAN, un escenario de “Pax rusa” para Ucrania y un verdadero desafío para la seguridad Europea, particularmente para los países euro-centrales, que fueron parte del Imperio Soviético y de los Bálticos que deben cuidarse de los ambiciones de Moscú.
La ausencia de una vocación actual pro-OTAN, notoria en el Partido Republicano, también guarda estrecha relación con la adhesión a una “concepción contable de la política exterior”: son aliados los países con los cuales existen superávits comerciales.
También en su momento hubo otro reclamo sobre el cual insistió Trump en su anterior gestión: el compromiso de los socios europeos de la OTAN de consagrar el 2% del PBI a los gastos de defensa. Hoy la realidad es otra: de los 32 miembros de la OTAN, 23 cumplen con el compromiso subscripto por los europeos para responder a los reclamos de Washington: asignar a los gastos de defensa el 2% del PIB. Además, también debe ponderarse que gran parte de esos gastos se consagran a la compra de armamentos de fabricación americana.
En Ucrania no sólo se juega el destino de la OTAN, sino también la naturaleza de la relación Europa/Estados Unidos. Recientemente el presidente Macron definió el pensamiento europeo: “nada debería decidirse en Ucrania sin los ucranianos ni en Europa sin los europeos”. Esta concepción de la alianza occidental está en línea con la vieja tradición gaullista, adaptada a las actuales condiciones de mutación estratégica.
En su momento, De Gaulle formuló una profecía: “un día los Estados Unidos abandonarán el Viejo Continente”. Las dudas del General tenían un fundamento: hasta qué punto un gobierno americano estaría dispuesto a arriesgar su territorio para defender a Europa? Pasado el tiempo Francia regresó a la OTAN, pero ya contaba con su propio armamento nuclear y con una estructura militar con despliegue global.
La profecía quedó abierta y no perdió actualidad, pero Europa no está preparada para asumir el desafío. Las razones son múltiples, aunque hay una que se destaca: en Europa existe una “fatiga estratégica” notable. Son minoría los países donde las sociedades acompañarían los esfuerzos que implica una defensa europea, la consolidación de las fuerzas de derecha contribuye a esa fatiga y no están dispuestas a acompañar un proyecto europeo capaz de encarar la autonomía estratégica. En ese futuro Europa sufrirá las condiciones que le impondrá un mundo dominado por bloques que regulan sus relaciones en función del equilibrio de poder.
En poco tiempo más se advertirán las consecuencias de los cambios derivados de la nueva realidad americana. Esa realidad incluye varias agendas a seguir: la prometida expulsión de inmigrantes ilegales que estará a cargo “del Jefe de Fronteras”, Tom Homan; los muros arancelarios anunciados y que estarán a cargo, como en la gestión anterior de Trump, de R. Lighthizer, y la gestión todavía no bien definida de Musk. Él ocupará un espacio burocrático que debería convertirse en el motor de la ideología de futuro.
Hubo un escollo que explica la naturaleza prototípica del nuevo cargo: Musk depende del Estado para lograr la autorización del “automóvil automático” de Tesla y no puede caer en incompatibilidades. En ese espacio también existe la competencia con China: allí la empresa de automóviles eléctricos BYD desafía los sueños de Tesla y crecientemente le disputa el mercado contando con una ventaja: el protagonismo chino en materia de baterías y los aportes accionarios del conocido magnate americano Warren Buffet.
Publicado en Clarín el 18 de noviembre de 2024.
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