La irrupción del COVID19, un pequeño “bichito” que mide menos de 120 nanómetros (una millonésima parte de un milímetro) cambió todo. Qué paradoja ¿no? Algo que “no vive”, que “no se ve” nos reformula toda nuestra vida.
Como era de esperar impactó también en el sistema educativo. Y nos llena de incógnitas, incertidumbres… ¿Es posible exigir hoy a la escuela que siga haciendo lo mismo que venía haciendo (pero ahora por Internet)? ¿Por qué no aprovechar para hacer algo diferente? ¿Qué necesitamos aprender durante este tiempo? ¿Es legítimo estar preocupado por la pérdida de días de clase? ¿Los pibes necesitan estar, sí o sí, conectados a Internet para aprender?
Ensayo respuestas a esos interrogantes y la verdad me convencen poco las que voy encontrando. Mucho vendedor de monorrieles, al mejor estilo de Los Simpsons (espero hayan visto ese capítulo si no se los recomiendo) dando vueltas por canales de televisión, redes sociales, despachos de funcionarios y políticos y porque no decirlo, también coqueteando con parte del sector académico. Pero reconozco que en algunas de las preguntas percibo y hasta encuentro algunas evidencias de que nos estamos tratando de dar falsas respuestas entre nosotros. Algo así como una conversación de borrachos. Seguramente ocurra porque ante el cambio brutal intentamos responder con las pocas herramientas que creemos quedaron en pie pero que ya parecen no servir. Algunas de ellas hace mucho tiempo que no sirven pero no era tan evidente ¿o preferíamos seguir de borrachera? Y el COVID19 nos obligó a la sobriedad.
Arranco sin anestesia con la primera de estas ideas que me rondan en estos últimos días (mentira hace mucho que las pienso pero me sirve para aminorar el impacto): No tener un dispositivo electrónico que se conecte a Internet, o no tener conectividad no es el verdadero problema. Cientos de miles de cosas importantes se pueden y hasta se deben aprender sin computadoras, sin celulares, sin Internet… Con sólo poner algo de atención sobre todo lo que cotidianamente dejamos pasar de largo, encontramos una pléyade de conocimientos que podemos aprender sin necesidad de ninguno de esos “electrodomésticos”. Sin Zoom. ¿Es posible que los chicos lo estén haciendo? Es posible, aunque lo dudo. Sería interesante darse una estrategia para que ocurriera sistemáticamente. Ponerle algo de formalidad. Pero ¿Qué es lo que deben aprender en medio de todo lo que estamos viviendo? No tengo la lista completa pero estoy seguro que está bien lejos de muchos de los contenidos curriculares a los que estamos acostumbrados. Habría que preguntarse porque algunos docentes han podido apartarlos por un ratito proponiendo algo diferente para este momento diferente y otros no tanto. Posiblemente la presión social tenga mucho que ver. ¿Qué esperan las familias de este momento? Tengo en mente una respuesta: “que los chicos no se atrasen en el aprendizaje”, como si no aprender la regla de tres o sujeto y predicado en abril de 2020 no se pudiera recuperar a lo largo de la biografía escolar de 13 años del segmento obligatorio. Entonces ¿Qué debemos priorizar? Creo que nadie tiene una respuesta ciento por ciento efectiva. Pero así como niego tampoco tengo ninguna duda de que cuando la encontremos, esos aprendizajes nos servirán mucho más a nosotros los adultos que a los pibes. Por eso sería interesante utilizar este momento para trabajar con los chicos “qué es lo interesante a aprender” en estas épocas de encierro obligatorio.También con ellos ¿Por qué, no? Y acá necesito repetirme (en tiempos de pandemia parece más evidente): necesitamos abandonar el discurso mercantilista y utilitario de la vida que convierte a la Educación en una mera actividad instrumental. Posiblemente y si hacemos las cosas bien podremos abandonar de una vez y para siempre el “si no ‘sirve’ para qué hacerlo”. El “bichito” puede servir para ese cambio…
Lamentablemente y apoyando la demanda de una sociedad un tanto desorientada mucho antes de que llegara el COVID (¿por qué no lo estaría en Educación?), la solución que encontraron varios gobiernos del mundo del cuál todavía formamos parte los argentinos -sí, formamos parte aunque algunos no se hayan dado cuenta- fue dar continuidad pedagógica al trabajo de las escuelas pero de una manera muy básica: “Hagamos school-cloud. Continuemos con el ciclo lectivo usando herramientas virtuales. “Traslademos la escuela a la nube” Lo que en la enorme mayoría de los casos se traduce “enseñamos lo mismo pero por pantallitas de celulares y notebooks”. Nos fuimos a la nubes.
Creo que equivocando el camino estamos perdiendo una gran oportunidad. Tenemos tiempo. Tiempo para reflexionar; algo que la pandemia nos ofrece gratuitamente y que en la “cotidiana antigua normalidad” hemos aprendido a desechar.
Mientras seguimos reflexionando sobre “Educación en tiempos de pandemia” recuerdo que los chicos también están en cuarentena. ¿En serio? Esta tediosa cuarentena, que rompió todos los moldes y reformuló la vida de cada uno de nosotros, pulverizó hábitos que nos acompañaron hasta ahora y que nos propone cambiar para siempre nuestras formas de relacionarnos con el otro, la que “sufrimos”, es la misma que viven nuestros pibes… Para alguno por ahí le suena a descubrimiento. Bueno, a ellos también les están “pasando cosas”. Eso solo, lo que les pasa, como a nosotros, es un extraordinario y hasta sobrecogedor aprendizaje que deberíamos tener en cuenta a la hora de evaluar. Está cambiando el mundo. Estamos cambiando nosotros. También están cambiando los chicos. Una situación de aprendizaje a escala planetaria de todos no importa la edad, ni los aprendizajes previos… ¡Qué más motivador para aprender cosas nuevas a las que nunca le habíamos puesto el foco en la escuela! Sí, desde la “ESCUELA” porque ésta no desapareció. Sólo está cerrada por un tiempo… No hay clases pero hay ESCUELA. Aunque los vendedores de monorrieles te digan lo contrario… Y estoy seguro que no volveremos “iguales” tampoco a la ESCUELA. Por eso, y agregando una complicación más, podríamos utilizar parte de este “tiempo cuarentenesco” en planear cómo sera esa “vuelta”, más que para atosigar a nuestros alumnos con “tarea para el hogar cuya novedad es que ahora llega por whatsapp o un blog con humos de plataforma virtual en vez del cuaderno de comunicaciones”.