viernes 26 de julio de 2024
spot_img

Dos modelos de país que ya no son viables

En la obra Por qué fracasan los países (Deusto 2014) Daron Acemoglu y James A. Robinson dividen a los países según sus instituciones políticas y económicas sean inclusivas o extractivas.

En los primeros, se respeta el pluralismo y el estado de derecho. En los últimos, una élite concentra la riqueza económica y para mantenerla se resiste a cualquier apertura o innovación que limite su poder. En aquellos que desarrollan instituciones inclusivas se observa prosperidad. Donde predominan las instituciones extractivas se evidencia el fracaso, en forma de atraso y pobreza.

Acemoglu y Robinson explican con detalles los efectos nefastos del imperialismo del siglo XIX en África como también de la colonización española en América Latina. Lo terrible, dicen, es que los procesos de independencia no condujeron a generar un cambio en estas dinámicas sino que, en general, las elites locales se convirtieron en los nuevos actores extractivos que reemplazaron a las previos.

¿Cómo se sale del círculo vicioso? Aquí la clave es tan sencilla como difícil de obtener: en coyunturas críticas el pluralismo sienta las bases para un círculo virtuoso en que la apertura de mercados genera incentivos a la innovación y la llegada de nuevos actores que reclaman por la ampliación de derechos.

El lema de la independencia de las colonias del norte de América, ‘no taxation without representation’ (no hay impuestos sin derechos políticos) lo ilustra a la perfección.

¿Por qué fracasa Argentina? Los autores dedican algunos párrafos al país mostrando la persistencia de instituciones extractivas que se mantienen a pesar del cambio de las élites. Se reemplazan actores y objetivos, pero no cambian los procedimientos. Esto no va de derechas o izquierdas sino de un ejercicio del poder orientado al propio beneficio o del grupo al que se representa.

El argumento es seductor. También demasiado simplista. Mucho se ha escrito en Argentina sobre el “empate hegemónico” que condujo al péndulo cívico militar, la sucesión de golpes militares apoyados por civiles. En 1983 se abrió una coyuntura crítica que permitió restablecer la democracia y desde entonces una Argentina democrática se ubica a medio camino entre la inclusión y la extracción.

Como sea, la tensión entre un sector agroganadero muy eficiente y competitivo a nivel internacional y un sector industrial menos competitivo y con menor capacidad financiera ha marcado la puja redistributiva, mientras alrededor del empleo industrial se organizaron sindicatos fuertes que movilizaron las demandas por derechos en el siglo XX.

Dos modelos de país siguen en disputa. Ninguno es viable para resolver los desafíos actuales. El primero, que podríamos definir como de “Estado subsidiador”, propone un sector público asistencial sin alterar la estructura productiva. No es sostenible porque el bajo crecimiento limita la disponibilidad de recursos y la inflación penaliza a los sectores más vulnerables; ha encontrado su propio límite, agravado porque el empleo formal no ha crecido y si lo ha hecho el informal.

El otro modelo, que podríamos llamar de “Estado mínimo”, combina a grupos libertarios, la derecha radicalizada y algunos sectores empresariales que identifican al problema con la intervención pública. Pero en la práctica, si el primer modelo desarrolla el clientelismo en las bases, el segundo establece sus relaciones clientelares con el gran capital (‘capitalismo de amigos’). Los dos se han alternado de forma ineficiente, no resuelven ni los problemas económicos ni los sociales.

Aún en su simplicidad, el argumento central de Acemoglu y Robinson permite captar una dimensión del fracaso argentino: la clave de la prosperidad radica en establecer un circulo virtuoso en que las reformas económicas puedan ser negociadas en alguna medida con los actores involucrados y no pongan en riesgo la gobernabilidad.

Sería un error hacerlo a través de mecanismos autoritarios o no pluralistas, como los decretos de necesidad y urgencia. La unilateralidad impide mejorar políticas y conseguir adhesiones. A la vez (como ya ha pasado en las últimas dos décadas) vuelve insostenibles las reformas en el largo plazo, lo que, en palabras del politólogo José del Tronco “impide salir del empate y del círculo vicioso en el que estamos entrampados”. Nada funcionará si no se atiende conjuntamente a la necesidad de introducir reformas y sostener la gobernabilidad. Para esto es indispensable restaurar el contrato social.

Publicado en Clarín el 14 de enero de 2024.

Link https://www.clarin.com/opinion/modelos-pais-viables_0_U8n4prSHqz.html

 

spot_img
spot_img

Veinte Manzanas

spot_img

Al Toque

Fernando Pedrosa

La renuncia de Joe Biden: el rey ha muerto, ¿viva la reina?

David Pandolfi

Hipólito Solari Yrigoyen cumple 91 años

Maximiliano Gregorio-Cernadas

Cuando Alfonsín respondió a Kant