Gabriel Palumbo fue siempre generoso con nuestro portal de noticias. Era un gusto hablar con él de arte y de política. En los primeros años, además, colaboró con nosotros con entrevistas a Sergio Ramirez y a José Emilio Burucúa, intelectuales indispensables como él. Las mismas pueden leerse en los enlaces.
Pero queremos recordarlo principalmente por sus ideas. Por eso reproducimos estas dos entrevistas que le hicimos en 2019 y en 2020, esta última durante la pandemia. Esos meses, sin dudas, una de las voces más lúcidas fue la de Gabriel.
Gabriel Palumbo: “La forma contemporánea para que la cultura y el arte tengan un desarrollo es bajo el manto de la libertad”
Charlamos con Gabriel Palumbo sobre arte, cultura, espacios y ciudades. Gabriel es Sociólogo, analista político y crítico de arte. Sus columnas sobre arte se pueden leer en Revista Ñ.
¿Hay relación entre cultura y política?
Diría no solo que hay una relación sino que me cuesta muchísimo ver la diferencia entre una cosa y la otra. A mí no me gusta mucho hablar de política cultural ni de cultura política, creo que en algún lugar hay alguna de las acepciones de la palabra cultura que son efectivamente posibles de ser asimiladas casi automáticamente con la política, en tanto es el lugar en donde se juegan las interacciones humanas y en tanto es el espacio donde se organiza el modo en que la sociedad convive. Se trata de la conocida Cultura 3 ensayada por Richard Rorty en contraposición con la idea de la alta cultura o de las bellas artes.
Desde ese punto de vista, entonces, no encuentro diferencias entre cultura y política, porque aún siendo campos distintos con rutinas distintas, y con juegos de poder interno, en términos analíticos no veo tanta distancia.
¿A qué te réferis con juegos de poder interno?
Sociológicamente es posible determinar la existencia de dos campos diferentes entre política y cultura. Más allá de que en sus aspectos civilizatorios son más asimilables, me parece que ahí hay juegos internos y acumulaciones de poder que son distintas. Las formas de acumulación y de adminstración del poder en la política son distintas a los de la cultura, hay algunas monedas que valen más en uno que en otro espacio. Mientras que la relación entre el dinero y la política es potentísimo, en el mundo de la cultura es el prestigio lo que se constituye como un medio de cambio reconocible. Allí el dinero es importante, pero lo más valioso y lo más escaso es el prestigio y como se lo asigna. El dinero después puede venir o no por añadidura de ese prestigio, pero el valor central de la cultura es el prestigio.
Esto que decís es tanto en la cultura tradicional, clásica y también en lo que sería la cultura alternativa, los circuitos culturales alternativos.
Cada uno de esos espacios tiene estrategia de construcción de poder distintas y con distintos estilos. Lo que creo permanece es la idea de prestigio, que ha ido cambiando de protagonistas a lo largo del tiempo. Hace un tiempo la figura del curador se volvió proncipalísima. Es la persona que de algún modo se encarga, con justica o sin ella, de editar, de decir que cosas sirven y que no y, fundaentalmente, como se organiza un determinado campo de prestigio, sea en el mundo del canon o del alternativo. El curador, que es una figura sumamente importante, no lo niego, ha tomado otras dimensiones en sus manos y eso no siempre resulta bien, porque hay curadores brillantes y otros que no lo son tanto. Esto influye, entre otras cosas más estructurales, en la retirada de la figura del crítico.
Hay alguien que marca el canon actual?
De la idea de canon todavía no hemos podido salir, en todo caso podemos encontrarnos con que un canon es alternativo, espacios donde se manejan particularismos y formas de la marginalidad voluntaria, pero ninguna se escapa demasiado de la idea de la visibilidad y el prestigio.
Son decisiones subjetivas siempre.
Y puede haber alguien por afuera del canon que sea brillante.
¿Por qué decís que no hay más críticos?
Por varias cosas, algunas de naturaleza intelectual y otras más fácticas. En primer lugar, porque la formación intelectual general ha caído mucho en los últimos cincuenta años y al mismo tiempo el mundo del arte y la cultura se ha complejizado. Esto generó una dificultad muy importante para encontrar a personas con el suficiente caudal intelectual y cultural como para analizar cosas tan complejas y tan sujetas a las reglas de la subjetividad. Eso para mí es un punto central. Luego, y esto es algo que no necesariamente es malo, es que ha perdido autorización la voz de los críticos. La universalización de la palabra y la idea de que todos somos autores han terminado por desprestigiar la palabra que tenía el crítico hace tiempo. En el mismo sentido hay que admitir que el respeto por el saber humanista ha caído un poco y ya nadie respeta demasiado a las personas que saben sobre algo. Por otro lado la crítica ha cambiado en todos lados, en Estados Unidos, donde se sigue haciendo muy bien, ha variado la forma de la crítica, abandonando un poco a la idea que Dewey llamaba judicial¨para pasar a una crítica más informada. Me parece interesante lo que hace la revista Art Forum, tal vez la más prestigiosa publicación sobre arte del mundo, que tomó la decisión de no hacer críticas negativas. Me resulta un buen modelo ese, algo así como decir: si lo escribí es porque me pareció bueno, sino, no lo escribo.Creo que una actitud así es más sensible con el presente, donde el estatus del crítico no alcanza para hacer otra cosa. Antes había grandes nombres y personalidades respetadas que incluso injustamente imponían un camino de visualización del arte, una suerte de itinerario. Obviamente, en algunos casos lo hacían de un modo brillante y otras Uno de los grandes críticos del mundo, Clement Greenberg, probablemente el mejor crítico del mundo moderno, el que inventó (es un modo de decir) el Arte Moderno y a Andy Warhol, el que definió al Kitsch, era un monstruo, con una capacidad analítica fenomenal, una cultura desbordante y una sensibilidad popular poco habitual. Lo que decía Greenberg era palabra santa, hoy eso no existe más y es algo que en algún modo hay que agradecer.En mi opinión, la palabra del crítico debería medirse como se mide la idea del cuerpo de obra de un artista. Cuando uno va a evaluar a alguien que escribe sobre arte o sobre cualquier aspecto de la cultura hay que mirar el espectro más amplio. Así como no se puede juzgar a un artista por una obra, porque una obra genial la podemos hacer casi todos alguna vez, y es necesario juzgar la trayectoria y el cuerpo de la obra, la obra de un criítico no puede ser aislada. Me refiero a que alguien que escribe críticas de arte en cualquiera de sus dimensiones se debería hacer algo similar. Sería algo así como decir: “veamos que escribió este muchacho en los últimos 25 años”, como evolucionó, que figuras retóricas y que conexiones hizo con otras experiencias y, a partir de allí, hacer una evaluación. Creo que este es un trabajo intelectual que nadie se va a tomar. Ha cambiado mucho el mundo intelectual.
¿Existe un arte clásico, uno moderno y existe un arte contemporáneo? ¿Cuál sería hoy el arte contemporáneo?
Es una definición compleja, siempre que me veo frente a esto tomo la definición de Siri Hustvedt, que es para mí una referencia obligada, una escritora genial, una intelectual brillante y una crítica de arte muy astuta. Ella definió, casi sin proponérselo, al mundo del arte contemporáneo al inicio de uno de los ensayos de “Los misterios del rectángulo”. Lo pensó como la integralidad de la obra artística en sí misma, más el lugar donde esta se expone, más todo lo que se escribe sobre esa obra y sobre ese lugar el espacio expositivo. Me parece una definición acertada y mi idea de la crítica de hoy es cómplice de ese pensamiento de Hustvedt. Es interesante, porque el que escribe también se convierte en parte de la obra contemporánea. En definitiva, creo que el arte contemporáneo es todo esto y, además, es un negocio económico también.
¿Cómo puede ser un negocio? El lugar, ¿puede ser un callejón?, ¿puede ser una pared?
Si, pero también puede ser un gran museo, o un galpón o galería. En los últimos años ha cambiado mucho eso, y se han sumado espacios no tradicionales de exposición. La idea del Site Specific, que genera obra a partir de un espacio ya existente, revaloriza esta dimensión del arte contemporáneo. La obra no nace autónoma sino que nace en función del espacio, y esto promueva una valorización artística, conceptual e incluso económica de los lugares, que pueden ser una galería, una plaza pública o un museo nacional, con toda la solemnidad que un museo nacional tiene.
¿Hay márgenes dentro del arte contemporáneo? ¿Realmente hay artistas anónimos de los artistas?
Si, hay, el más famoso es Bansky, es el más famoso de todos, no se sabe bien quien es, la hipótesis que más cierra es que se trata del cantante de Massive Attack porque coinciden los tiempos y los lugares geográficos en los que ellos tocan y aparecen las obras. Su anonimato dio algunas perlas buenísimas, en algún momento se llegó a decir que era el mismísimo Boris Johnson.
Con un mundo lleno de cámaras, que no sabemos dónde están y aparece de repente un mural en una calle de Londres…
Pero aparece, es así. Existe una cuestión fáctica, está claro que él no puede trabajar solo, está claro que se trata de un equipo de personas que trabajan con él para lograr la obra con la rapidez que se requiere. Es cierto que los stencils permiten eso pero hay trabajos suyos que son demasiado complejas para ser hechos una persona sola en unos minutos. Es un artista que ha tenido alguna mala prensa, pero para mí ha hecho cosas importantes. Algunos lo ven como un farsante pero a mi me parece interesante, incluso más allá de la resolución estética.
¿Qué paso en Madrid, vecinos de barrios donde se hacen este tipo de demostraciones se oponen porque eso incrementa el costo de los alquileres?
Está pasando en muchos lugares del mundo. Sucede que algunos procesos de concentración de arte lo que hacen es agregar valor, entonces hay barrios que se encarecen y se ponen más exclusivos. Es lo que está pasando en Lavapiés, en Madrid, se trata de un barrio popular, pero que hace un tiempo se fue convirtiendo en un refugio de muchos artistas contemporáneos, existen dos espacios, el de Matadero Madrid y La Tabacalera, que le han dado una impronta muy fuerte al barrio, con intervenciones sociales y urbanísticas muy intensas que tuvieron efectos no deseados en los precios de las viviendas. Es un proceso muy interesante de modificación urbana ligada muy fuertemente con el desarrollo del arte.
Hay implicancias indirectas sociológicas.
Si, sociológicas y urbanas, el barrio cambió y pasó de ser un lugar que, a estandares europeos, era un poco inseguro a un lugar donde hay un bar al lado del otro y en donde el movimiento nocturno es más vivo que en otros barrios de la ciudad.
Eso a la vez genera desplazamientos de la gente del barrio.
Lo que pasa es que las culturas de las sociedades desarrolladas hacen que eso se minimice, y ahí volvemos al principio en la relación entre cultura ypolítica. En un lugar desarrollado los conflictos se producen, se generan y se resuelven bastante colaborativamente. Hoy en Lavapiés podes ver a dos señoras grandes claramente españolas y madrileñas sentadas en un banquito mirando como alguien está pintando un mural experimental en la pared. Lo que se pone de manifiesto es la riqueza de la diversidad, y su naturalización. Obviamente que se han generado conflictos, la historia de las ciudades es una historia de conflictos pero el desarrollo y la cultura del desarrollo te permite resolver los problemas, no narrarlos circularmente.
¿Buenos Aires puede reproducir este tipo de experiencias? Todavía no lo veo…
Ahí vamos a volver a algún punto de tensión entre cultura y política, en relación a lo siguiente, Buenos Aires es una ciudad que tiene el talento suficiente para explotar. Podría defense, incluso, la idea de que en términos del desarrollo del sistema de galerías y de artistas contemporáneos, Buenos Aires no tiene nada menos que Madrid. Buenos Aires tiene más galerías que Madrid y no hay disparidad entre la calidad de los artistas de uno y otro lugar, incluso podría decirse que Buenos Aires puede sacar una luz a favor. Entonces, ¿por qué Buenos Aires no es más que Madrid en términos culturales? ¿Por qué, si hay el mismo o más talento? Creo ahí que tiene que ver con una cuestión más estructural que excede al mundo de lacultura, aunque lo contiene.
Lo que resuelve los problemas de una sociedad es el desarrollo, no alcanza solo con ser talentosos. Está claro que Argentina es un lugar que, por alguna razón que desconocemos, y en cierto punto es mágica, produce más talentos de lo que el propio país pareciera justificar. ¿Por qué Borges? Resume un poco esta idea. Si Pese a ser una aldea perdida en el sur del mundo Argentina pudo y puede decir muchas cosas al mundo. Hay talento individual pero está claro que en términos sociales no hemos alcanzado un desarrollo importante que haga que eso se consolide y de frutos más duraderos y estables. El otro problema, que entremezcla dimensiones políticas y culturales es que hay mucho conservadurismo. Argentina es un país conservador, Buenos Aires es una ciudad conservadora, y sus gobiernos son conservadores y no arriesgan, entonces prefieren repetirse, tomar fórmulas que más o menos han dado algún resultado y volver a hacerlas a ver qué pasa, negándose a ser experimentales.
Vuelvo al paralelo entre Madrid y Buenos Aires ¿cuál es el diferencial entre estas dos? Que existe una búsqueda de colaboración entre el sector público, los privados y las ONGs dedicados al ámbito de la cultura y del arte que tiene ganas de hacer cosas en conjunto y de hacer cosas diferentes. Entonces se producen Matadero Madrid, La Tabacalera, Casa Encendida, Fábrica de Colores, cosas que aquí en Buenos Aires no pasan. Cuando la cultura administra lo hace mal, centraliza, controla, no deja crecer, no inyecta dinero, y no se trata aquí de hacer una crítica hacia este gobierno o a cualquier otro, tiene que ver con una visión más general. El rango de conservadurismo es notable, entonces no hay experimentación. Hay algo que viene bien preguntarse: ¿por qué no hay más festivales internacionales como el Hay Festival? Me parece completamente paradigmático, ¿por qué Buenos Aires no es sede del Hay Festival? es inexplicable que eso no suceda con el nivel de ebullición que hay aquí en Buenos Aires y es porque a nadie se le ocurrió, o se le ocurrió pero no lo hizo. Hay otro factor que es importante, y es que y muchas veces la cultura es tomada como una cosa accesoria, como un adorno o una fuente de buenas noticias en los diarios para los funcionarios y se pierde desde su potencial civilizatorio hasta sus capacidades económicas y de desarrollo.
Se piensa que la cultura es el cuadro colgado y en realidad es mucho más, es el chico que está haciendo trap en la calle, el festival de cortos que puede hacerse en una escuela de cine.
Es cierto, pero en términos de política cultural hay que ser Glocal y yo defiendo una idea fervientemente. La mejor política cultural es el cosmopolitismo. Lo que hay que hacer es mirar al mundo y entrar en conversación con el.. Está buenísimo esos chicos que hacen Rap o Hip-Hop en Mataderos, pero ponelo a conversar con uno que hace Hip-Hop en Londres, y con otro en Canadá. No guetifiques, te marco un caso: un ejemplo es lo que se ha hecho con el Centro Cultural Recoleta. Más allá de decisiones de patrimonio y diseño curatorial muy discutibles, lo terminaron convirtiendo en un Centro de Hip-Hop, en lo que es una política desacertada. Las autoridades están contentas porque se les llena de chicos, lo que es obvio, pero no alcanzo a ver un diseño que implique que ese chico dialogue con alguien diferente. Le ofrecen un lugar para que siga igual de guetificado y que mantenga su conversación encerrado cuando el principal valor cultural es la ampliación de la conversación pública.
¿Los adultos sabemos hacia dónde va la cultura de los jóvenes?
Yo creo que no, además ahí se involucra la tecnología, me parece que también los chicos están en un mundo al que nosotros no accedemos, la verdad es que no tengo mucha idea de cómo se podría hacer, en principio me parece que una buena idea es tratarlo como una persona normal, creo que eso es importante, me parece que hay ciertas tendencias a dos cosas, o a generar cierta sensación de extranjería frente a todo lo que pasa con un joven o por otra casi pensarlo como una especie de semi Dios, una especia de alguien que toma decisiones y que no necesita de ayuda como todo el mundo.
Introdujiste la tecnología ¿qué tan efímero es el arte tecnológico?
La relación del arte y la tecnología es muy vieja y ha sido muy rica, riquísima diría yo. Hoy las fronteras de la producción del arte contemporáneo se han ampliado enormemente gracias a los aportes tecnológicos y hay un auge muy fuerte de lo audiovisual, del arte audiovisual. Lo que empezó con la incorporación de pequeñas máquinas, de pequeños mecanismos en las obras termino dando un movimiento extraordinario como era el arte cinético, que tiene ya muchas décadas de vigencia. Así que la relación entre arte y tecnología viene de lejos, encuentra un impulso luego de la segunda guerra mundial y sigue desarrolándose hasta hoy mismo, fundamentalmente en el videoarte. La condición de efímero en el arte es compleja y contiene a lo tecnológico pero no se agota en él. Hay mucha obra perecedera que no tiene incorporación tecnológica.
Lo que hacía Minujín hace 40 años atrás…
Claro! El Panteón de Libros, El Obelisco de Pan Dulce, las estructuras con libros. Sin embargo, la incorporación actual de tecnología no es tan efímera y tiene una calidad fenomenal. El arte sonoro, por caso, que se conoce bastante poco está muy desarrollado en la argentina. Hay muy buenos artistas, como Leonello Zambón, que trabajan con esa base. En definitiva, todo tiene que ver con la libertad, ya que la única forma contemporánea para que la cultura y el arte tengan un desarrollo es bajo el manto de la libertad. Rorty, siempre volvemos a Rorty, decía que hay que cuidar la libertad, que la verdad se cuida sola.Creo que si se cuida la libertad, todo lo demás va apareciendo.
Cuando uno viaja nota los niveles de libertad con la expresión artística que se ven en la calle, que el arte no quede adentro del museo sino que salga a la calle y que surjan otros espacios. Salir de la caja, de eso se trata, en definitiva.
Gabriel Palumbo: “La relación entre arte y política es sinuosa”
Gabriel Palumbo analiza los distintos escenarios artísticos producto de la situación mundial por la pandemia del COVID-19. Desde su mirada política se reflejan los nuevos modos de ver el arte y reflexiona sobre los caminos posibles para el futuro de las distintas disciplinas.
Así como todas las actividades económicas y sociales estuvieron y están restringidas, lo mismo pasa con el campo del arte y la cultura. Sin embargo, podemos pensar que la creatividad se siguió abriendo camino aunque no mostrando. ¿Podemos detectar como se está “contando” la pandemia desde el arte?
Si, si, claro que es así. De hecho la pandemia, tanto aquí en Argentina como en el resto del mundo ha dado un buen material tanto de concepto como de sensibilidad y los artistas lo han tomado. Es dificil imaginar que algo de semejante potencia no termine siendo transitado por los procesos creativos. Me vienen dos ejemplos sobre los que trabajé, y sin dudas no los agota. Desde New York, Nicolás Guagnini está produciendo ahora mismo una serie de dibujos que van a mostrarse en abril del año próximo en Buenos Aires y Nicolás Monti está haciendo unos videos por Instagram, usando los filtros de la aplicación que son realmente excelentes y que fueron seleccionados por Lola Arias para un festival en Berlín, Pandemic Films, que se hizo hace unas semanas. Por todas partes se ve actividad, más allá del encierro y de las incertidumbres que se pueden tener en relación con lo que será el mundo que viene.
¿Qué pasó en el hemisferio norte, al menos de lo que vos conocés, en estos ámbitos en términos económicos?
Las actividades y la vida social no están en estado de suspensión como aquí en Argentina, por lo tanto el movimiento es mucho mayor. No tengo una idea real del impacto en la economía del ecosistema del arte en el hemisferio norte, pero puedo presuponer que una experiencia más cercana a la normalidad hace que ese impacto se modere. Por otro lado los museos o ya abrieron, como El Prado, o están por abrir, como el Whitney, así que todo va tomando un ritmo. Ahora bien, ese ritmo se parece poco al anterior y no creo que eso se modifique en el corto plazo, o tal vez ya no se modifique. Hay algo del esquema organizativo del mundo del arte que esta pandemia rompió y que muy dificilmente se restablezca. La escala de los museos, por dar un ejemplo, están diseñadas para un mundo que ya no es, y eso va a modificar la morfología museística y sus estrategias. Esto no es del todo malo, por cierto, la idea de abandonar el turismo cultural de masas puede resultar en cosas interesantes. El abandono de la espectacularización del arte (que no es lo mismo que su democratización) puede dar paso a ejercicios de imaginación muy interesantes. Y además, van a ser obligatorios, nadie va a poder quedarse fuera de esas modificaciones porque si lo hace no estará entendiendo el mundo.
Entiendo que estabas en España cuando comenzaban los primeros casos allí, ¿cómo se vivieron esos primeros momentos en el ámbito de la cultura? ¿Se anticipaba algo así?
Estaba en Madrid por ARCO, y me quedé casi una semana más. La verdad, es que por los cafecitos y restaurantes de Lavapies, se veía en la tele como algo que estaba pasando en China, o en Sevilla. Con el correr de los días, los parroquianos se empezaron al alterar un poco, es cierto. Recuerdo una conversación muy linda de dos amigos en una barra, pero no había miedo, la cosa ya estaba allí pero aún no se había dimensionado. Un día antes de volver (y quedar ya en cuarentena) cené con un gran amigo, al despedirnos le dio por estornudar, y bromeamos sobre eso, por lo que el tema estaba allí queriendo instalarse.
En una entrevista anterior, contabas sobre la relación entre cultura y política. Cómo podrías explicarlo hoy, cuando el arte está atravesada por una enfermedad hasta hace unos meses desconocida.
La relación entre arte y política es sinuosa. A veces es muy literal y otras no tanto. Y la mayoría de las veces la politicidad es una dimensión que se le atibuye externamente, sea por los críticos o por los especialistas. En tiempos como estos, en donde el mundo parece cambiar tanto y en donde las decisiones políticas influyen tanto en la vida de las personas, sería normal que esto se reflejara en la escena artistica. De todos modos, creo que los mayores rasgos políticos del arte van a ser aquellos menos visibles a simple vista. Las literalidades por lo general secan la posibilidad de interpretación y las vuelven obvias. Creo que para ver la relación entre esta pandemia y la producción artistica vamos a tener que esperar un poco. Algo que si me parece interesante destacar es que muchos artistas vienen trabajando hace tiempo tratando de dar una versión de esta era de antropoceno y están alertando sobre algunos de los peligros de la acción humana sobre el ambiente y el planeta. Lo destaco porque el arte argentino tuvo momentos anticipatorios de esto muy interesantes, pienso en la obra de García Uriburu, por ejemplo. Este tipo de acercameinto artístico tiene mucho de político y creo que se va a convertir en uno de los centros, junto con la cuestión de la tecnología, con las que el arte va a dialogar para dar su versión política sobre el porvenir del mundo.
Para entender un poco más del tema, ¿cómo es el circuito de comercialización del arte en tiempos normales? ¿cómo se mantuvo durante esta época?
En Argentina el mercado es muy pequeño, no hay más que un puñado de coleccionistas que son los que mueven ese mercado. En estos tiempos de pandemia, sucedió que algunos de ellos continuaron comprando, por lo que las galerías no sufrieron un impacto tan grande. No es que hayan vendido como siempre, pero el circuito de compras por canales habituales en algun grado se mantuvo. Más inconvenientes han tenido las galerías fuera del circuito central, que se sostienen con lo que podríamos llamar nuevos coleccionistas, compradores de otra naturaleza. Este es un tema que viene de lejos y que refleja los problemas culturales profundos que nuestra sociedad tiene con el mercado en general y que los traslada al mercado del arte. Por otro lado, la sobreimpresion de la estatalidad apareció en toda su dimensión. Los artistas pidiéndole al Estado y el Estado respondiendo, mal, a una demanda desordenada y unidireccional. La relación entre el mercado, los artistas y el dinero es un tema tan relevante como escondido en nuestro debate sobre estas cosas. Hace falta, eso si, un sinceramiento de esta discusión, lo que implica un principio básico de desideologización, sin este prerequisito, esto no se va a resolver nunca.
¿Qué está pasando en el campo de las ideas con el relato de la pandemia?
Tiene estrecha relación con lo que hablábamos recién, ¿no? Mi impresión es que todo el mundo intelectual está apurado por ser visto y que necesita compulsivamente dar su opinión como si de eso dependiera la solución del problema. La cantidad de actividades que se proponen desentrañar lo que sea en la pospandemia es ofensivo para un ser racional. No sabemos nada, son todas conjeturas, el virus se comporta de un modo inexplicable y los intentos de trabajar con las consecuencias de la pandemia son distintas en todos los países y territorios, pero el mundo intelectual pretende dar una suerte de interpretación final. Creo que es muy posible establecer cuales van a ser las características de los debates en cada país, porque algo si sabemos, y es que la pandemia acelera y magnifica las discusiones que se estaban dando antes de que ella apareciera. Pero no es mucho más. Luego, el campo intelectual se organiza en apocalipticos y esperanzados, en solucionistas tecnológicos y tecnofóbicos, pero las cosas no van a ser tan simples.
En el caso nuestro país, la cosa es aún peor, porque tenemos por un lado un gobierno cuya estrategia principal es el miedo, acompañado por un sistema de medios que por muchas razones opera en un rango de vanalidad insultante y un elenco intelectual, oficial y no oficial, que trata de sumar argumentos y criterios para instalarse siempre en su zona de confort. Y esto pasa en los dos hemisferios de ideas que viven en la Argentina, lo que hace que cualquier pensamiento surgido de la sorpresa, de la perplejidad o que busque el asombro por la via de la creatividad se vea sometido a un ejercicio de simplificación que lo empequeñece todo.
Para terminar, dado que ya se abrieron algunas galerías en la ciudad, ¿qué podés contarnos de lo que pudiste ver hasta ahora?
Es cierto que abrieron, con cita previa, las galerías, y es una gran noticia. Quedan pocos días para ver la magnífica muestra de Juan del Prete en la Galería Roldan Moderno, esa es la primera recomendación. Y hasta fin de mes ROLF dejó la muestra de Andrés Denegri que es realmente interesante. Y Salamanco en Smart. En realidad lo más interesante de este momento de las galerías es el proceso que están viviendo. Hoy están terminando algunas de las exposiciones que empezaron unos días antes de la cuarentena y que siguieron cuando la apertura conrestricciones. Hay que esperar algunos días par que las galerías se rearmen y cuelguen otras exposiciones. De lo que viene, considero que lo de Carlos Herrera en Ruth Benzacar y lo de Martín Salinas en Gachi Prieto va a ser muy interesante.
Creo que participación en la cadena creativa se va a incrementar mucho en estos tiempos que vienen, y que el entendimiento de esta novedad o no va a marcar el destino de muchas de las galerías. Es un debate muy rico, que ya se está dando en otros lugares del mundo y que entre nosotros sería muy interesante replicar.