martes 19 de marzo de 2024
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“¿A dónde va Biden?”, responden Constanza Mazzina y Roberto Bavastro

Dos especialistas en temas internacionales, Constanza Mazzina y Roberto Bavastro responden este y otros interrogantes sobre el primer año de gestión del presidente demócrata: Joe Biden y el “no positivo” de su primer año en la Casa Blanca.  

¿Cuál es el balance del primer año de administración de Biden en Estados Unidos?

Como en un plano inclinado enjabonado la Administración Biden viene cayendo a pesar de que, desde el inicio del gobierno, había logrado fortalecer sus niveles de apoyo. Particularmente, por la enorme campaña de vacunación, el control de la pandemia y la formidable cantidad de fondos públicos volcados (fundamentalmente, a través del Plan bipartidista de Infraestructura) para hacer frente al COVID 19. Así, en un principio, habiendo torcido el rumbo de la pandemia y habiendo contenido el desmadre del fin de la Administración Trump, la popularidad de Joe Biden reforzó las enormes expectativas que el amplio triunfo electoral ya había depositado en el nuevo gobierno demócrata.

Sin embargo, aún con una economía trepando fuerte, incluso más allá del “efecto rebote”, y con un desempleo en franco declive, los niveles de apoyo a Biden y a su Administración vienen desplomándose por debajo del 40%. Producto de la escalada inflacionaria y, sobre todo, del gran aumento de los combustibles, la población percibe poco o nada los efectos del fortísimo crecimiento económico. Además, la llegada del invierno y la renovada explosión de los contagios de COVID 19 (por las variantes Delta y Ómicron) alimentan el descontento y una temprana frustración con el gobierno demócrata.

No obstante, los issues positivos del primer año del mandato de Biden, los “asuntos pendientes” en la agenda del oficialismo, sobre todo las dilaciones y el bloqueo de los propios demócratas al ambicioso programa social, jaquean tanto los niveles de apoyos del propio electorado como la confianza en las capacidades de gestión del gobierno. Además, entre otras cuestiones importantes, también deberíamos contabilizar tanto el fracaso de la política migratoria, a manos de los republicanos, como los impactos domésticos del bochornoso y traumático retiro de tropas de Afganistán. Por todo esto, el balance 2021 es “no positivo”, no sólo por las magras expectativas actuales sino también porque los desafíos por venir de cara al año electoral apremian.

Hace unos días, el gobierno advirtió que el presidente se presentaría a la reelección en tres años. ¿No es prematuro dada la edad de Biden? ¿O es un intento de evitar el síndrome del pato cojo después de las legislativas de 2022?

Sin duda que parece muy prematuro y bien podría juzgarse más como un gesto de debilidad que de fortaleza política. Desde ya que el síndrome del “pato cojo” o lame duck afecta a los presidentes en el ejercicio de su primer mandato y más aún en el caso de Biden, no sólo por su edad sino también por todo el derrotero que lo llevo a ser el actual titular del Ejecutivo. Además, debemos recordar que Donald Trump no logró ser reelecto (más allá de que el personaje siga encaprichadamente desconociendo el resultado de las urnas). Por lo que la Presidencia norteamericana viene de una experiencia fallida de reelección que no se observaba desde los tiempos de Jimmy Carter.

Ahora, en el caso del actual gambito reeleccionario de Biden, creemos que debería ser visto como un gesto forzado por la creciente división interna de los demócratas y, por ello, direccionado en gran medida a disciplinar o contener a su propio partido. El tiempo parece correr en contra de la Administración demócrata y para el presidente es imperioso volver a retomar la iniciativa política tratando así de revertir la persistente caída en todas las encuestas.

¿En qué temas debe enfocarse Biden este año Dado que la inflación parece que no está controlada y el COVID vuelve a la agenda de los medios?

La actual inflación es más bien un problema económico coyuntural (no hay aún una economía indexada), propio de la fuerte expansión económica, de los siderales recursos volcados al mercado vía emisión y de los circunstanciales cuellos de botellas que enfrenta la oferta de bienes y servicios. Sin embargo, aunque es materia de la Reserva Federal más que del propio presidente, en términos de política doméstica puede convertirse en uno de los “talones de Aquiles” para la Administración Biden de cara a las elecciones legislativas 2022.

Además, restablecer una estrategia exitosa que pueda contener los impactos de la presente explosión de contagios de COVID 19 sobre la economía aparece también como una de las cuestiones centrales. La otra, sin dudas, es rápidamente lograr desenmarañar el laberinto demócrata (particularmente las trabas exteriorizadas por el senador demócrata J. Machin) que tiene freezado al plan de reforma social, el prometido Build Back Better. Esto sólo, de por sí, tendría un considerable impacto sobre el liderazgo presidencial y podría convertirse en el primer paso para revertir la caída del apoyo a la Administración demócrata y consecuentemente de la imagen de Biden.

¿Podrán los demócratas retener el Capitolio después de las elecciones de mitad de término?

Si a lo que venimos comentando le añadimos la reciente derrota en Virginia y la ajustadísima reelección demócrata en Nueva Jersey, el panorama electoral no promete buenos tiempos para el gobierno. Actualmente parece improbable que en las próximas elecciones de medio término el oficialismo logre sortear, lo que muchos observadores califican como, la “ola roja”.

Si Joe Biden no consigue domesticar rápidamente a su propia tropa, rehaciendo así su liderazgo político hacia afuera del partido, será difícil que el presidente pueda ejercer exitosamente su capacidad de persuasión sobre todo respecto del electorado más independiente. Así las cosas, que los demócratas logren retener el control del Capitolio parece una ilusión, más aún si recordamos que obtuvieron una mayoría ajustadísima hace dos años atrás.

Aquí el problema es no sólo las propias divisiones internas y el “fuego amigo” demócrata sino también en manos de qué sector de los republicanos caería el control del Senado (¿y tal vez la cámara de Representantes?). La “ola roja” puede ser un anabólico formidable para el trumpismo y casi instantáneamente catapultar a Trump como el favorito para volver a la Casa Blanca en 2024.

¿Cuáles son las reales posibilidades de Trump de volver al gobierno? Pareciera que la base republicana sigue apoyando su aventura política.

Hoy por hoy diríamos que las probabilidades parecen reales, pero aún hay mucha agua por correr debajo del puente y múltiples factores pueden entrar en danza. Por ejemplo, sólo basta considerar el recurso que Trump ha presentado a la Corte Suprema a fin de impedir que el comité de la Cámara de Representantes, que investiga el asalto al Capitolio, tenga acceso a la documentación reservada sobre los sucesos.

Si, efectivamente, las elecciones intermedias terminan consagrando la “ola roja” y, con ello, el control del Congreso a manos del trumpismo, muy probablemente observaremos un fortísimo deadlock legislativo ante cualquier iniciativa del oficialismo. Esto no sólo significaría casi un jaque mate a la agenda gubernamental de Biden y a su gambito reeleccionario, sino que también podría cargar las tintas sobre el partido demócrata por su propia incapacidad para llevar adelante sus promesas electorales mientras tuvieron el control de ambas Cámaras.

Pero, primero hay que transitar este año y con él las elecciones de medio término. Tal vez, el factor principal que resuelva el dilema siga siendo la economía. Y, aunque 2021 dejó un crecimiento económico y del empleo casi “a tasa china”, los efectos se diluyeron ante la suba de los precios de los bienes y servicios, especialmente el de los combustibles. Así que la clave de este año parece centrarse fundamentalmente en una “doble tarea”: el control de la creciente inflación (Reserva Federal mediante), como también de cualquier variante de COVID 19 que “enfríen” la economía impactando directamente en los bolsillos de los consumidores y en las expectativas del electorado.

¿A qué se debe la caída en popularidad de la vicepresidenta, Kamala Harris? Hasta hace unos meses era la estrella en ascenso.

Hace algunos años, Julia Louis Dreyfus estelarizó una serie para HBO donde su personaje era la vicepresidenta de Estados Unidos. En tono de comedia que desnudaba la realidad de la vice, en aquella serie se notaba cómo el presidente dejaba poco espacio para su vicepresidenta, mostrando una compleja interacción entre los asesores de una y otro, el poco espacio que el presidente daba a su vice, y las limitaciones con que ella se encontraba en el ejercicio de ese rol, con inauguraciones intrascendentes y reuniones donde no era invitada. Toda aquella ficción se asemeja a la realidad de Harris hoy. ¿Será que su popularidad estaba atada a su ascenso y llegada como vice? ¿Será que teníamos muchas expectativas con que una mujer alcanzara la vicepresidencia de Estados Unidos? En todo caso, ¿será que el rol del vice es no hacer sombra en la figura presidencial y correrse del centro de la escena? Así pensado, como figura de recambio y para tiempos de crisis, es una figura que está a la espera y, salvo casos excepcionales, ello siempre motiva el recelo presidencial.

¿Cuál será la mirada de la administración demócrata hacia Latinoamérica este año?

 América Latina siempre espera que las administraciones demócratas traigan soluciones a nuestros problemas, ignorando las políticas de estado y las prioridades que tiene la agenda de Washington independientemente de qué partido ocupe la presidencia. Hay una suposición de que los demócratas serán mas “benignos” con la región. Entonces, en tiempos en que un demócrata llega a la presidencia las expectativas crecen inusual e ingenuamente. La agenda de Washington con la región tiene las mismas prioridades hace décadas: la relación con México, Cuba (y Venezuela), y, a renglón seguido, Centroamérica. Esa región conforma ese primer cinturón de seguridad, esa “primera periferia” como la llaman Russell y Calle. Desde la perspectiva norteamericana, son los países que, por su cercanía, exportan sus problemas a los Estados Unidos: migración y narcotráfico.

En el caso de Cuba y Venezuela porque generan otros problemas, su potencial desestabilizador para la región, exportando un modelo autocrático con vínculos con las FARC y el ELN de Colombia, pasando por Irán y Hezbollah.

Finalmente, la creciente y cada vez más influyente presencia China en la región despierta alarmas (aunque pocas aún) en Washington. Pero la Administración Biden, al igual que las anteriores, no parece todavía muy preocupada por enfrentar la progresiva injerencia de China en América latina. Así que, es poco probable que la mirada hacia la región cambie sustancialmente.

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