martes 23 de abril de 2024
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Donato Di Santo: “Italia tiene una política de Estado hacia las naciones latinoamericanas”

Donato Di Santo dirigió las relaciones políticas  con América latina del PCI, Partido Comunista Italiano, PDS, Partido Democratico de Izquierda, y DS, Democraticos de Izquierda (1989 al 2007). Fue Subsecretario de Estado de política exterior en el gobierno presidido por Romano Prodi y con Canciller Massimo D’Alema (2006-2008), Coordinador de las Conferencias Italia-América Latina y el Caribe (2008-2015), y luego Secretario General del IILA, Instituto Italo-Latino Americano (2017-2019). Con Giancarlo Summa escribió Rivoluzione addio. Il futuro della nuova sinistra latinoamericana (Ediesse, 1994). Dirigió la revista mensual online Almanacco latinoamericano (2009-2017). Es colaborador del CeSPI, Centro Studi di Politica Internazionale, de la Fondazione Italianieuropei, de la Fondazione Antonio Gramsci, del Istituto della Enciclopedia Italiana-Treccani, y forma parte del Comité Científico de la revista de geopolítica Eastwest. Acaba de publicar Italia e America Latina. Storia di una idea di politica estera (Donzelli, 2021).

¿Cómo ve las relaciones económicas y políticas entre América Latina e Italia, enfocándonos si es posible en el caso argentino?

Las relaciones en el sentido estrictamente económico son regulares. Y si progresara el Acuerdo UE-Mercosur serian mejor aun. En el 2020 el intercambio entre Italia y América Latina superó los veinte mil millones de euros, y siguió creciendo también en 2021 (+ 28% respecto al año anterior). Hay más de tres mil empresas italianas que operan en Latinoamérica, y tienen inversiones por una cifra que supera las inversiones en Rusia, China, India y Japón juntos.

En ámbito político e institucional hay todavía mucho por hacer, de los dos lados. Pero quiero destacar dos instrumentos que han favorecido enormemente nuestras relaciones recíprocas. El primero es el IILA, Instituto Ítalo Latino Americano, la primera Organización internacional intergubernamental entre un país europeo y los veinte países de América Latina: nació por voluntad del entonces Canciller Amintore Fanfani en 1966. El segundo es la Conferencia Italia-América Latina y el Caribe que, desde el 2003, cada dos años reúne en Italia a los Cancilleres latinoamericanos y caribeños. La última Conferencia –la décima- tuvo lugar en octubre del 2021 y por Argentina participó un Vice Canciller. Gracias a estos instrumentos de relaciones internacionales logramos algo que, para mi país, no es nada fácil: construir y mantener una línea de política exterior constante hacia la región latinoamericana mas allá de cual coalición esté en el gobierno en Italia. Quiere decir que logramos construir una política de Estado hacia vuestras naciones. Para un país como Italia, con una inestabilidad política muy fuerte y que suele cambiar a sus gobiernos hasta tres o cuatro veces en la misma legislatura, no es nada segundario!

¿Cuál es el rol que una relación madura entre el subcontinente y Europa puede tener ante el avance económico y geopolítico de China?

Justamente hablas de “relación madura entre Europa y Latinoamérica ante el avance económico y geopolítico de China”.

Es cierto que, después de los procesos de independencia del colonialismo español, a los Estados Unidos de América que con su doctrina Monroe acostumbraron tratar a la región como su patio trasero, se ha sumado la actitud comercial francamente imperial de China.

Para Europa la relación con Latinoamérica debiera ser estructural. En este sentido algo efectivamente se logró. Se construyeron redes de acuerdos comerciales importantes, a los que espero se pueda definitivamente agregar el pacto estratégico con el Mercosur. La UE fue partner del proceso de paz en Colombia. A menudo observadores electorales europeos están presentes en campañas electorales de países de la región. La cooperación al desarrollo europea sigue activa en distintos países latinoamericanos, aunque una interpretación burocrática y equivocadas de datos estadísticos sobre los llamados “países de renta media” redujo drásticamente el aporte de la cooperación europea.

Pero todo esto es sinceramente muy poco: Europa sigue bastante distraída y una autentica alianza euro-latinoamericano no logró despejar. El mismísimo Josep Borrell, Alto representante de la política exterior europea, entrevistado por el periódico El País, declaró con franqueza “Latinoamérica no está en el radar de la UE”.

Si este análisis es correcta surge espontánea la pregunta: ¿a qué se debe este fracaso? Para responder esta pregunta se necesita mirar a los años ochenta, cuando Europa tomó una decisión muy cómoda pero bastante ineficaz. Luego de la salida de España de la larga dictadura de Francisco Franco, los líderes europeos de la época decidieron de hecho encargar al país ibérico las relaciones con sus ex colonias en nombre de la Europa. Aunque reconozcamos que España -sea cuando fue dirigida por los socialistas sea cuando lo fue por los populares- siempre jugó un papel fundamental y positivo hacia Latinoamérica, la decisión europea de entregarle el monopolio de estas relaciones no parece haber sido la más acertada. Hablan los resultados: las relaciones no fueron de Europa, fueron de España. De hecho se fomentó una política ibero-americana mirada hacia atrás, en lugar de construir una política euro-latinoamericana mirando hacia adelante.

Efectivamente se necesitaría de más colegialidad, y un país como Italia, que sigue manteniendo lazos profundos con la región -y sin el lastre de las  herencias coloniales- pudría desarrollar un papel más protagónico, al lado de España y junto a Portugal, Francia y Alemania.

Además una verdadera política euro-latinoamericana, de las instituciones europeas y de las naciones europeas (sin monopolios) podría finalmente poner al orden del día el tema crucial de las nuevas relaciones trans-atlánticas. Superando el viejo esquema, herencia de la guerra fría, que reduce este concepto a las relaciones entre Europa y EEUU, y llegando a involucrar a Centro y Suramérica, al Caribe y a la misma África. Seria realmente revolucionario.

Afuera de las fronteras de Europa y del Mediterráneo el subcontinente americano, aunque lejos geográficamente, es el más cercano a nosotros en términos de cultura, de valores, de visiones religiosas. El sistema democrático, excepto en Cuba adonde reina un sistema dictatorial de partido único, esta formalmente reconocido en todos los países (aunque situaciones graves, dañinos de los principios democráticos y de los derechos humanos, se verifiquen en Venezuela y Nicaragua, del lado latinoamericano, así como en Polonia y Hungría, del lado europeo).

De todo esto hablo en el volumen que acabo de publicar en mi país, titulado “Italia y América Latina. Historia de una idea de política exterior” editado por Donzelli.

¿Qué instituciones considera fundamentales para incrementar las relaciones entre ambos bloques?

Creo que es fundamental la voluntad y visión política de los que dirigen los gobiernos de los países de los dos bloques. Y que se superen monopolios y rentas de situación.

Luego, de los dos lados hay muchas instituciones útiles para conseguir el resultado. A condición que exista esa voluntad y visión política.

En estos días se dio a conocer una encuesta que señala en Italia tres de cada cuatro votantes están por la elección directa del presidente. ¿Es posible se de esa reforma del sistema electoral italiano?

De esas encuestas hay muchas, y se repiten periódicamente sin mayores consecuencias.

Lo que tenemos en Italia es un sistema parlamentario y no un sistema presidencial. El Presidente de la República (Jefe de Estado) y el Presidente del Consejo de Ministros (Jefe de Gobierno) son dos personas distintas, como por ejemplo en Israel. Al contrario, en los sistemas presidenciales son la misma persona. En las elecciones políticas los electores italianos no elijen a un Presidente (ni el de la República ni el del Consejo), sino que elijen los miembros del Parlamento, diputados y senadores. Serán estos parlamentarios los que, en elecciones llamadas de segundo nivel, votarán para decidir quien debe ser el Jefe de Gobierno y quien el Jefe de Estado. Este último tiene pocos poderes pero muy importantes, y su encargo dura siete años. El Jefe de Gobierno tiene todos los poderes que le corresponden para gobernar, puede durar por la entera legislatura (cinco años) pero el Parlamento lo puede sustituir sin que necesariamente se acabe la legislatura. Asimismo puede cambiar la coalición de gobierno, Por ejemplo, desde el comienzo de la actual legislatura en 2018 ya cambió tres veces la mayoría y dos veces el Presidente del Consejo: en 2018 el Parlamento votó un gobierno entre la derechista Liga Norte encabezada por Matteo Salvini (el señor que intenta ganar votos con discursos ultra xenófobos y que fue sostenedor de Trump, Bolsonaro y Kast), y el Movimiento 5 Estrellas (del cómico Beppe Grillo), con el Presidente del gobierno Giuseppe Conte. Luego de una ruptura de esa coalición, en 2019 el Parlamento votó un gobierno entre el Movimiento 5 Estrellas, el Partido Demócrata (centroizquierda) y otra pequeña formación de izquierda, con el mismo Giuseppe Conte como Presidente de gobierno. En 2020 hubo otra crisis de gobierno que casi termina con la disolución de la legislatura y elecciones anticipadas. A ultimo momento, y con un decisivo papel protagónico del Presidente de la República Sergio Mattarella, se logró crear una coalición de gobierno “a la alemana” (allá la llaman “grosse koalition”), con derecha, centro e izquierda todos juntos. Una especie de gobierno de emergencia y salvación nacional, del cual quedaron afuera solamente los neofascistas de la señora Giorgia Meloni. Como Jefe de gobierno fue escogida una personalidad técnica, el ex Presidente del Banco Central europeo Mario Draghi.

El actual sistema político italiano, con base en la democracia parlamentaria y representativa, surgió después de veinte años de la dictadura fascista encabezada por Benito Mussolini, después de una guerra mundial y después de una lucha armada de liberación nacional (que nosotros llamamos Resistenza), que desembocó en la Asamblea Constituyente que aprobó una Constitución muy avanzada y cuidadosa en evitar peligros de personalización y de concentración de poder solamente en una persona, experiencia que ya conocimos y que demasiado daños trajo al pueblo italiano. A esta altura de la historia el sistema democrático italiano resulta bien sólido y cualquier ajuste a la Constitución se puede plantear y aportar -también el pasaje del sistema de democracia parlamentaria a un sistema de democracia presidencial- de acuerdo con las reglas constitucionales y garantizando los necesarios equilibrios y controles entre los diferentes poderes. Sin que ninguno de ellos prevalezca de forma anómala. Por ejemplo, una importante reforma constitucional se hizo en 2019/2020 reduciendo drásticamente los miembros de Cámara de Diputados (de 630 a 400) y del Senado (de 315 a 200). 

Hablando de estos temas, es para mi una referencia fundamental lo que en algún momento dijo el Presidente argentino que simbolizó la vuelta a la democracia, Raúl Alfonsín: “Si la democracia solamente es representativa y no participativa, si no se alimenta de derechos, se convierte en un simulacro deshabitado y desierto que nadie tiene interés en defender”.

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