lunes 4 de noviembre de 2024
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Donald Trump y los populismos de derecha

El repertorio ideológico es nítido: economía de mercado, estado mínimo, fuerte nacionalismo, cuestionamiento de la clase política, hegemonía y heterodoxia jurídica. Esas son las características del populismo de derecha. Su máximo exponente internacional es Donald Trump, quien probablemente vuelva este año a la Casa Blanca.

La principal diferencia con el populismo de izquierda consiste en el rol del Estado: el de izquierda es estatista, postula un Estado fuerte y omnipresente. En los últimos años han surgido otras divergencias: el populismo de derecha niega el cambio climático, rechaza la política de género y reprueba el aborto legal. En esto último, Trump fue un franco anti-abortista, aunque sorpresivamente dice ahora que prohibir la interrupción voluntaria del embarazo es un “terrible error”.

Para liderar un populismo de derecha conviene ser contradictorio, extravagante, egocentrista, turbulento, divisorio e imperativo. El sistema requiere, además, una sociedad que, al momento de elegir, se encuentre insatisfecha, recelosa e impaciente; predispuesta al amor y al odio.

El populismo necesita de emociones colectivas capaces de diabolizar a los presuntos causantes de las penurias sociales. Hay una prédica, generalmente injustificada, según la cual la gente nunca se equivoca al elegir y, si lo hace, es porque la engañan, con lo cual se convertiría en víctima (jamás culpable) de aquellos a quienes ha elegido.

En ocasiones la mayoría se equivoca, por votar superficialmente, por prejuicios, por juzgar los perfiles psicológicos de los candidatos o por razones emocionales. Y en algunos casos esa mayoría, o parte de ella, sigue apoyando a sus elegidos cuando ejercen el poder, formando una grieta en la sociedad.

Es el caso de Donald Trump y Estados Unidos. Tras el el colapso de la Unión Soviética, los norteamericanos se consideraron amos del mundo. No había ya una potencia rival. Ningún otro país tenía capacidad para atacar a Estados Unidos. Sentían que eran invulnerables. Pero en 2001 una organización terrorista, Al Qaeda, borró del mapa los rascacielos más altos de Nueva York (las Torres Gemelas, de 110 pisos cada una) y los norteamericanos se sintieron por primera vez indefensos.

Trump sostiene que, un año antes del atentado, él había propuesto matar a Osama bin Laden, el líder de Al Qaeda; y sugiere que, si se lo hubieran oído, la catástrofe se habría evitado. Cuando entró en política, Trump hizo suyas dos consignas históricas: America first (Ante todo Estados Unidos) y Make America Great Again (Hacer Estados Unidos de nuevo grande). Para lograrlo –era y es su tesis- él debe tener el poder para imponer sus políticas.

En el gobierno de Trump, America first significó, en el orden interno, una lucha contra la inmigración ilegal, que incluyó la extensión de un muro en la frontera que separa a Estados Unidos de México. Make America Great Again, inspiró algunas de sus más audaces iniciativas, como el intento de “domesticar”, en vez de provocar, a Kim Jong-un, el peligroso lider de Corea del Norte.

La lucha contra la inmigración hizo que empezara a germinar entre los norteamericanos cierta xenofobia, alimentada por la imparable invasión de latinoamericanos a través de la frontera con México, todavía no totalmente amurallada. Se estima que hay en Estados Unidos 11 millones de inmigrantes indocumentados.

La mayoría de los norteamericanos considera que, entre ellos, hay una alta proporción de delincuentes. Trump va más allá: dice que hay una ola de “crímenes inmigrantes” y promete realizar “la mayor deportación de inmigrantes en la historia de Estados Unidos”.

Trump se presenta como el hombre decidido, que enfrenta los problemas y los resuelve “a como de lugar”. No como la clase política, que supuestamente está más preocupada por su supervivencia que por defender a la gente.

Esto ha creado, en una gran masa de norteamericanos, una adhesión emocional. Cuando algo similar le ocurre a un lider, éste se hace indemne. Se le tolera todo.

Trump está procesado por una serie de presuntos delitos; entre ellos, fraude fiscal, tratar de alterar el resultados de la elección presidencial de 2020 y sustracción de documentos secretos. Fue imputado, además, por abuso sexual y difamación. Nada de eso ha impedido que sea el favorito para ganar las elecciones presidenciales de noviembre.

Un precursor del populismo de derecha, el italiano Silvio Berlusconi -fundador de los partidos Fuerza Italia y “Pueblo en Libertad”- fue procesado en diversos juicios. Por corrupción. Por prostitución de menores.

Indulto y formalidades procesales lo eximieron de la cárcel. Pero una condena en firme por fraude fiscal, que le fue conmutada, lo obligó a realizar, durante 10 meses y medio, trabajo comunitario. Consistió en atender una vez por semana a pacientes de Alzheimer en un geriátrico El fiscal anti-mafia Nino di Matteo acusó a Berlusconi de “haber subvencionado a la mafia durante años”. Se refería a la Cosa Nostra.

Berlusconi murió el año pasado a los 86 años, felicitándose de “haber salvado a Italia del comunismo”. Tres días antes de morir se lo fotografíó sonriendo abiertamente. Doce mil personas asistieron a su funeral. Se dijo que fue “beatificado”.

El populismo divide a las sociedades, debilita la democracia, afecta a la justicia social y hace inmune la corrupción. El de derecha, aumenta la inequidad en el reparto de la riqueza. Hay signos de que la realidad podría limitar el avance de ese populismo de derecha. Es lo que sugiere el gobierno de Giorgia Meloni, discípula de Berlusconi, que ganó las elecciones de 2022 con un discurso populista.

En el poder, aplicó algunas medidas congruentes con ese discurso, como acciones contra la inmigración, la reducción del Estado y recortes al ingreso vital y móvil.

Sin embargo, con la ayuda de la Unión Europea (cientos millones de euros), ha incrementado salarios y jubilaciones y subvencionado el consumo de energía. Claro que con semejante ayuda se puede, y es casi inevitable, compensar las desventuras del populismo de derecha.

Publicado en Clarín el 10 de marzo de 2024.

Link https://www.clarin.com/opinion/donald-trump-populismos-derecha_0_r32luGioWu.html

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