A propósito de la repercusión que han tenido los dichos de Gabriela Cerruti, la vocera presidencial, y de la reciente distinción que hiciera la Cámara de Diputados de la Nación a José Ignacio López que ocupara esa misma posición durante el gobierno del presidente Alfonsín, propongo algunas reflexiones acerca del concepto de las desapariciones.
José Ignacio López cuenta como timbre de honor en su vida profesional el haberle preguntado a un dictador en el ejercicio del poder por los desaparecidos, en el año 1979 en el auge del poder de la dictadura.
Gabriela Cerruti, hace unos días dijo que las piedras recordatorias de los muertos a causa del Covid-19 habían sido puestas por la derecha. En una sola frase hizo desaparecer el dolor, el duelo y la vocación por sostener en la memoria de sus seres queridos a miles de personas. Borró la posibilidad del homenaje, el recuerdo y la memoria de gente que, al margen de cualquier ideología que pudieran o no tener, estuvieron motivadas por un gran dolor y un gran amor.
Cuando José Ignacio López preguntó por los desaparecidos, hizo visible, echó luz sobre una realidad ocultada por la censura impuesta por la dictadura. Hacer desaparecer a las personas que habían asesinado (en la guerra se mata, cuando se da muerte a un prisionero es un asesinato, un crimen) fue una estrategia que implicaba una condena al dolor, la desazón y la incertidumbre a familiares y seres queridos de las víctimas.
Esta fue la versión más dramática y tenebrosa de las desapariciones, pero lamentablemente la desaparición como recurso depravado de la política tiene una larga historia en nuestra conflictiva historia.
Los exilios forzosos de los años de las guerras civiles, la negación de los derechos civiles, los golpes militares haciendo desaparecer la democracia, la proscripción del peronismo pretendiendo eliminar un movimiento político, la prohibición de los partidos políticos durante las varias dictaduras que sufrimos, la censura, la exclusión de la oposición de los canales oficiales, el pedido de perdón de Néstor Kirchner en la ESMA, haciendo desaparecer todo lo realizado por el presidente Alfonsín, el trabajo de la CONADEP y los juicios a las Juntas Militares.
Y, ahora, hacer desaparecer las piedras del dolor del COVID, son la forma recurrente de negar la existencia del otro, la posibilidad de la diversidad de miradas, borrar la idea genuina de una Nación que es tal en cuanto respeta la diferencia, la diversidad y el pluralismo.
No se trata, al menos para mí, de reclamar la renuncia de la vocera Cerruti, eso es un atributo propio de Alberto Fernández, se trata de reclamarle al Presidente que asuma su condición como tal. Es el Presidente de todos los argentinos, también de los que no lo votamos. El Presidente, que es también el presidente del Partido Justicialista, debería tener vocerías diferenciadas cuando se expresa desde el lugar de la facción y cuando lo hace desde el de Presidente de la Nación.
Fernández no parece entender, entre otras muchas cosas que evidentemente no entiende, que desde el mismo momento en que se gana una elección, se deja ser el candidato de un sector para ser el presidente de todos. No todos los que han llegado a las máximas investiduras logran comprender y captar cabalmente esta situación. Cuando esto no se entiende, se agrega otra desaparición, la de la idea cabal de que es una democracia.
Publicado en Clarín el 14 de noviembre de 2022.