La irrupción de Javier Milei en el escenario político argentino ha llevado a juicios apresurados sobre la vigencia de la democracia; entre ellos los de intelectuales identificados con el progresismo republicano, que llegaron a solicitar el voto a favor del continuismo corrupto y retardatario del kirchnerismo alegando que con Milei la democracia estaría en peligro. Juicios en los que no aparecían argumentos que los fundamentaran.
Frente a estas falencias nos servimos del análisis de Giovanni Sartori sobre los objetivos que busca la democracia, por un lado, y el liberalismo político por otro (capítulo XIII de su Teoría de la democracia) para contribuir al debate sobre el tema. En esa obra Sartori destaca que “el liberalismo es ante todo la técnica de limitar el poder del Estado, y la democracia, la inserción del poder popular en el Estado” …. y que “mientras el liberal se preocupa por la forma del Estado, el demócrata se interesa por el contenido de las normas emanadas del Estado”.
Frente a estas especificaciones, y más allá de las críticas apresuradas, parece de interés analizar el estado de nuestra democracia liberal. En lo que respecta a la vigencia del liberalismo político parece claro que goza de buena salud, dadas la plena vigencia de las garantías para la libertad de todos los ciudadanos. En cambio, en lo que respecta a los logros de la democracia, parecen claras las deudas que ésta tiene para con los ciudadanos, marcando así las urgencias y desafíos que el Estado debe encarar si se quiere mejorar la democracia. Desafíos que en gran parte significan revertir efectivamente los efectos perversos que la política económica del kirchnerismo ha tenido, y sigue teniendo, sobre la vida y obra de los argentinos, y cuyos indicadores más visibles son la pobreza, el desempleo, la informalidad laboral y una inseguridad que deja vida y bienes de los ciudadanos a merced de una delincuencia descontrolada.
Revertir ese estado de cosas requiere esfuerzos y actuaciones responsables, tanto del gobierno como de la oposición. Milei debe superar errores como el de no haber sabido fijar prioridades claras en la tarea de superar las falencias mencionadas, así como errores en el manejo de su relación con otros Poderes del Estado (todo lo que debe corregirse cuanto antes). En cuanto a las fuerzas políticas que no están en el gobierno deberían actuar teniendo presente la gravedad de la situación, así como el verdadero peso de la herencia recibida (la que se acumuló en un largo escenario del cual todos hicimos parte, aunque lo hiciéramos desde trincheras diferentes).
La gravedad de ese herencia, así como la urgencia en corregirla, obliga a todos (oficialistas y opositores) a esforzarse por construir consensos que apunten a superar los obstáculos para superar el estancamiento económico y sus consecuencias para la vida de los argentinos. La acción política de todos deberá saldar las deudas de la democracia por medio “de las normas emanadas del Estado”, promoviendo una real igualdad de oportunidades que ponga en vigencia efectiva una movilidad social ascendente.
Normas que deben superar los postulados dogmáticos de un liberalismo económico, que si bien hizo contribuciones importantes al progreso de la humanidad (como ocurrió durante la primera revolución industrial), lo hizo a costa de la explotación de la fuerza de trabajo que participó en él (como lo registrara Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra). Así como también deben superar las propuestas de un Estado populista, omnipresente en el discurso y ausente en las soluciones; que sostiene múltiples empresas públicas ineficientes y en su mayoría deficitarias; que sustituye el empleo genuino por planes sociales (los que además de no resolver los problemas de los carenciados enajenan su libertad y su dignidad); y que para pagar favores electoralistas crea una maraña de ministerios, secretarías u otras múltiples dependencias que se traducen en un masivo empleo público ineficiente que lleva a una burocracia inepta que sólo sirve para entorpecer las actividades del sector productivo.