martes 12 de noviembre de 2024
spot_img

Desafíos para un futuro gobierno de coalición

Nuestro presidencialismo no es de coalición. Desde 1983, el Peronismo, en sus diversas reencarnaciones, se apoyó en una larga tradición de frentes electorales variopintos, soldados en la identidad común del movimiento político creado por Perón y en sus reglas ordenadoras: lealtad al movimiento y subordinación al jefe de turno que lo encarna y conduce.

Las coaliciones opositoras al peronismo fueron alianzas electorales, no coaliciones de gobierno. Una vez en el gobierno, la Alianza no logró mantenerse unida y ni propios ni ajenos sostuvieron a un presidente sin rumbo. Cambiemos dejó en claro desde sus inicios que sería el gobierno del presidente electo. Los aliados acompañaron en las listas, pero las decisiones se concentraron en el presidente y el gabinete de sus elegidos.

Como Tulio Halperin Donghi supo decirlo, nuestros partidos son federaciones de partidos provinciales unidos por conveniencia en el plano nacional. Sólo el partido del presidente de turno alcanza el status transitorio de partido nacional.

Dado que suelen ser los gobernadores quienes deciden las candidaturas de los legisladores, el presidente tiene que negociar los votos con quienes gobiernan los 24 distritos del país para transformar un proyecto en ley en el Congreso. Un voto puede ser decisivo, como ocurrió con el proyecto de ley de normalización sindical durante el gobierno de Raúl Alfonsín, cuando el entonces gobernador de Neuquén, Felipe Sapag, decidió rechazarlo.

La UCR construye una posición nacional en convenciones partidarias que cada dos años renuevan su larga y singular tradición de democracia interna. Es el único partido que lo hace. Empero, en tiempos de cambios acelerados, gobernar exige flexibilidad y negociaciones continuas que pocas veces hacen coincidir a partidos que se definen como abogados de la sociedad con gobiernos que deben tomar decisiones políticamente costosas para su electorado.

El “Diario del Quinto Piso” de Juan Carlos Torre, ilustra cómo se procesó este dilema durante la administración de Raúl Alfonsín. La experiencia da pruebas de que sólo los partidos que mantuvieron una unidad de propósito y un espíritu de compromiso, lograron transitar con éxito el “valle de lágrimas” de las reconstrucciones democráticas en Europa y en América Latina.

Así lo atestigua en la región Uruguay y así lo hizo Chile, hoy desafiado por la reconfiguración de su sistema de partidos tras las protestas sociales de fines de 2019.

La singular fragmentación político- territorial de nuestro presidencialismo federal está en la raíz de la dificultad recurrente para subordinar intereses y pasiones de facciones partidistas al logro de un objetivo común.

Proliferan neotribalismos al calor del intercambio de intereses y favores territorialmente definidos. A las dificultades de nuestro presidencialismo federal se suma la polarización que se ha instalado en nuestra sociedad y que hoy recorre a las democracias de Occidente, comenzando por la más antigua, la democracia en Estados Unidos en la que Republicanos y Demócratas luchan por definir quiénes son los “verdaderos americanos”. El centro se ha ido de Europa, nos dice Adam Przeworski. En Francia, el centro-izquierda y el centro-derecha tradicionales fueron borrados de la escena política en las recientes elecciones.

En América Latina, Latinobarómetro registra la caída del electorado ubicado en el centro ideológico. Sin embargo, la polarización que hoy nos asola, antes que un irreductible contraste de posiciones ideológicas, es una manera patológica de negociar y administrar las diferencias, disfrazadas de ideología.

El kirchnerismo nos ha dado sobradas pruebas de que considera una claudicación al compromiso interpartidario , no importa lo que esté en juego. Su lema es avanzar sin transar. La negativa de la ex presidente Cristina Kirchner a trasmitir el mando en 2015, no deja dudas sobre cómo percibe la alternancia en el poder: un asalto transitorio a sus dominios indiscutidos.

En este clima de confrontación emergen liderazgos que proponen arrasar con toda la clase política para terminar con los privilegios a la manera de una nueva Revolución Francesa. Sin embargo, no nos hablan del Termidor que sucedió a esa revolución. Para kirchneristas y anarco-libertarios, la democracia es la escalera que conduce al monopolio del poder.

Entre un seudo progresismo y un populismo anárquico que se pretende libertario y es iliberal, se torna difícil perfilar el espacio de la moderación, de ese centro político cuyo rasgo distintivo es dar la prioridad a la ética de la responsabilidad frente a la ética de las convicciones. Es así porque es preciso mantener la unidad de propósitos y la voluntad de compromiso, sin la cual nada es posible.

Vivimos tiempos de furia y caos, poco propicios a la moderación. Cambios demasiado veloces a los que hay que adaptarse; pandemia e invasión de Putin a Ucrania con sus consecuencias sobre la economía y la democracia. La paz y el orden están rotos en el mundo y la incertidumbre y miedo al futuro acompañan el devenir cotidiano.

En nuestro país, gran parte de la sociedad sabe que salir del pantano en que estamos sumergidos será difícil y llevará años. Es por eso que ésta tal vez sea la oportunidad de consolidar una coalición que de forma política al anhelo de una sociedad que sabe que así, no va más. Una coalición que mantenga firme la unidad de propósito: sacar a la Argentina del atraso en libertad y con justicia; con plena vigencia del Estado de Derecho ,la división de poderes y el respeto a los Derechos Humanos.

Una coalición que de contenido a las políticas que maximicen las oportunidades que el mundo nos ofrece como productores de alimentos y energía. Una coalición que sostenga con firmeza la voluntad de convergencia para lograr los objetivos comunes. Una coalición que sepa encontrar el lenguaje político, con la razón y el sentimiento, para renovar la esperanza de los argentinos en un futuro de progreso.

Publicado en Clarín el 3 de junio de 2022.

Link https://mail.google.com/mail/u/0/#inbox

spot_img
spot_img

Veinte Manzanas

spot_img

Al Toque

Eduardo A. Moro

Tres gendarmes en el mundo

Rodolfo Terragno

El riesgo de las democracias fingidas

Luis Quevedo

“Deje su ego afuera”