martes 8 de julio de 2025
spot_img

Desacuerdo y consenso en Argentina

Desde el anterior gobierno de Donald Trump en EE.UU. se profundizó el estudio de los discursos políticos como prédica religiosa. No sólo porque apelan a textos sagrados, sino porque sobresale la “incondicionalidad” que convierte a los políticos en nuevos predicadores que anuncian la verdad salvadora sin opciones afuera de ella.

Esos liderazgos avasallantes no se discuten. En su capacidad de sorpresa y extravagancia, incluyen la indolencia para el castigo a quienes piensan distinto, fallan o traicionan. El desacuerdo corre el riesgo de ser enfrentado desde la descortesía hasta la incivilidad de los insultos, estigmas, estereotipos o la negación de la condición ciudadana de quién piensa diferente. Así, sin exagerar ni un poquito.

Vale preguntarse, ¿el desacuerdo contribuye a la deliberación publica?. Así se llama un artículo de Vincent Price, Joseph Cappella y Lilach Nir que afirma que el desacuerdo es un componente esencial de una opinión pública sólida y necesario para la democracia. Pero es efectivo cuando contribuye a la calidad de la opinión ampliando la comprensión de otras perspectivas aportando puntos de vista alternativos. Es decir, cuando admite la tolerancia.

spot_img
spot_img

Veinte Manzanas

spot_img

Al Toque

Eduardo A. Moro

El porvenir de una ilusión

Alejandro Garvie

Ojo con el Eje

Fernando Pedrosa

Donald Trump sumó un punto con Irán, pero tiene que meter más goles