miércoles 5 de febrero de 2025
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Desacuerdo y consenso en Argentina

Desde el anterior gobierno de Donald Trump en EE.UU. se profundizó el estudio de los discursos políticos como prédica religiosa. No sólo porque apelan a textos sagrados, sino porque sobresale la “incondicionalidad” que convierte a los políticos en nuevos predicadores que anuncian la verdad salvadora sin opciones afuera de ella.

Esos liderazgos avasallantes no se discuten. En su capacidad de sorpresa y extravagancia, incluyen la indolencia para el castigo a quienes piensan distinto, fallan o traicionan. El desacuerdo corre el riesgo de ser enfrentado desde la descortesía hasta la incivilidad de los insultos, estigmas, estereotipos o la negación de la condición ciudadana de quién piensa diferente. Así, sin exagerar ni un poquito.

Vale preguntarse, ¿el desacuerdo contribuye a la deliberación publica?. Así se llama un artículo de Vincent Price, Joseph Cappella y Lilach Nir que afirma que el desacuerdo es un componente esencial de una opinión pública sólida y necesario para la democracia. Pero es efectivo cuando contribuye a la calidad de la opinión ampliando la comprensión de otras perspectivas aportando puntos de vista alternativos. Es decir, cuando admite la tolerancia.

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