viernes 27 de diciembre de 2024
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Democracia argentina: la crisis de los 40

La crisis de los 40 años representa un periodo de cuestionamiento personal que aparece cuando pasamos de la juventud a la madurez. Suele caracterizarse por el sentimiento de frustración resultante de no haber cumplido con las expectativas de vida autoimpuestas o de aquellas que nos impone la propia sociedad.

Cuatro definiciones -resiliencia, expectativas insatisfechas, emergencia crónica y erosión del consenso democrático- nos permiten comprender a esta (ya no tan) joven democracia en el tránsito de su “crisis de mediana edad”.

Resiliencia: la democracia argentina ha sorteado en estos 40 años diferentes crisis: militar entre 1987 y 1990, económica entre 1989 y 1991 y social entre los años 2001/2002. Todas estas pruebas fueron en mayor o medida superadas de manera satisfactoria. El hecho merece ser destacado dado que la vida institucional de la Argentina entre 1916 y 1983 ha transcurrido en forma alternativa entre regímenes cívico-militares, democráticos sin contenido republicano y/o republicanos sin contenido democrático.

Expectativas insatisfechas: este largo ciclo nos enfrenta a un balance modesto en materia de satisfacción de las expectativas sociales. Ha sido un proceso de escasos logros (una democracia resiliente, una expansión de la agenda en materia de derechos civiles de diferente generación) y muchas frustraciones con relación a aquella esperanza de un régimen político con capacidad de satisfacer múltiples demandas que se sintetizó en el lema aquel de “con la democracia se come, se cura y se educa” tan presente en el mensaje de campaña del candidato Raúl Alfonsín en 1983.

Emergencia crónica: este prolongado período de vigencia de la democracia ha convivido con un largo ciclo de emergencia iniciado en 1989 y que se extiende hasta la fecha con algunos breves interregnos entre 1999 y 2001, 2015 a 2018 y 2022 a la fecha actual. La Argentina democrática ha vivido en emergencia (casi) permanente, parafraseando al politólogo argentino Hugo Quiroga.

Erosión del consenso democrático: el conflicto entre un novel gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y las organizaciones agropecuarias en los primeros meses del año 2008 sobre la “Resolución 125” reinstaló una vieja dinámica de confrontación prácticamente abandonada desde el retorno de la democracia en 1983.El retorno de esa vieja forma de confrontación trajo aparejada la emergencia/enunciación de una serie de expresiones tendientes tanto a la descalificación del adversario como así también a la exacerbación de divisiones (pre) existentes en la sociedad argentina.

Asimismo, en un enrarecido clima político durante el último año se ha debilitado el consenso sobre el rechazo del uso de la violencia política. El peligro de la naturalización de la violencia física, en una sociedad marcada por la experiencia de los terrorismos “privado” y “estatal” de la década del ‘70, permanece latente.

Los resultados electorales han contado con la aceptación o tolerancia de los perdedores, aunque se han advertido algunas situaciones que merecen especial atención: la ausencia de la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner en la ceremonia de asunción presidencial de Mauricio Macri en diciembre de 2015, las denuncias realizadas desde Unidad Ciudadana en las elecciones legislativas de 2017, un insólito festejo de la derrota del oficialismo en los comicios legislativos de noviembre del año 2021 representan algunas señales de alerta sobre una posible pérdida de tolerancia hacia resultados electorales desfavorables.

Casi cuarenta años después, podemos aún decir, como Norberto Bobbio en su célebre ensayo El futuro de la democracia, “y sin embargo…”.

Publicado en Clarín el 14 de noviembre de 2023.

Link https://www.clarin.com/opinion/democracia-argentina-crisis-40_0_3kEBpVu4tG.html

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