“¿Si es difícil gobernar?”. “No; sólo hay que ser honrado y cumplir con la Constitución”. Si la definición de Arturo Illia se toma como parámetro, gobernar debe ser una tarea ciclópea para una enorme cantidad de funcionarios, de los primeros escalones del poder para abajo, visto y considerando las dificultades para cumplir con las dos premisas del ex presidente. Los últimos quince días fueron una sucesión vertiginosa de ejemplos, sin respiro: un escándalo superaba al anterior..
El 12 de octubre se cumplen 60 años de la llegada de Illia a la presidencia. Y si de algo dio muestras, a lo largo de los menos de 3 años de gestión brutalmente interrumpidos por un golpe de Estado, es de una honestidad y una honradez insobornables.
Ese humilde médico nacido el 4 de agosto de 1900 en Pergamino pero afincado en Cruz del Eje, Córdoba, que se ganó el apodo del “Apóstol de los pobres” por la devoción y dedicación con que atendía a sus pacientes, cabalgando a veces kilómetros para llegar a los rincones más remotos sin cobrar la consulta, y que tuvo una casa gracias a la colecta que hicieron los vecinos agradecidos, mantuvo esos mismos valores cuando llegó a la Casa Rosada.
Con la decisión de combatir y prevenir la corrupción de los funcionarios públicos, creó la figura del delito de enriquecimiento ilícito, que se incorporó al Código Penal bajo su presidencia. No tocó ni un peso de los fondos reservados. Rechazó cobrar la jubilación de privilegio. Cuando, siendo Presidente, su mujer, Silvia Elena Martorell enfermó de cáncer,- afección que le costaría la vida meses después del derrocamiento de su marido-, se negó a aceptar los fondos que el gobierno dispuso para costearle el tratamiento en Houston. Usarlos sería “como robarle el dinero al pueblo”, dijo. Y vendió su auto para poder encarar el viaje. Dejó la función pública con un patrimonio menor al que tenía cuando asumió el cargo.
¿Qué diría Illia, que murió en la pobreza, que hizo de la honradez y del respeto a la Constitución su bandera, si se asomara hoy a la realidad argentina? ¿Qué diría del puntero del Frente Renovador Chocolate Rigau y las 48 tarjetas de débito de presuntos empleados de la Legislatura bonaerense, con sueldos de más de medio millón de pesos, que Chocolate retiraba de los cajeros automáticos?
¿Qué opinión le merecería la directora del Banco Nación, Silvina Batakis, ministra de Economía por apenas un suspiro, y la contratación de su ex marido sin aclarar al Directorio el vínculo, y qué de la gerente general María del Carmen Barros, y el insólito contrato de la numeróloga Pitty, por el que tardíamente la echaron?
Ni hablar de lo que pensaría de Martín Insaurralde paseando en un yate de lujo por Marbella, regalos de altísima gama y un descaro a toda prueba. El flamante ex jefe de Gabinete de Axel Kicillof declaró no tener ahorrados ni un dólar ni un euro y apenas unos cientos de miles de pesos en el banco. No fue magia, decían los kirchneristas. Ciertamente no lo fue.
Como si no fuera suficiente burla, su novia, la modelo Sofía Clérici, encargada de documentar el viaje, se enojó con los comentarios críticos sobre las imágenes. “Qué mal está la gente”, escribió.
Burla sobre burla. Claro que la gente está muy mal: 18,5 millones viven en la pobreza. Lo peor fue cuando intentó explicar que el barco era prestado, y que el Rolex y la cartera Vuitton se los había comprado ella. Lástima que en su posteo había agradecido el “regalo muy especial” y puesto I love you al lado de un corazoncito rojo.
“Si no sabemos con seguridad que nuestra verdad es la verdad, sabemos bien, en cambio, dónde está la mentira”. Palabra de Illia.
Publicado en Clarín el 3 de octubre de 2023.
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