sábado 12 de octubre de 2024
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Decisiones cruciales para el nuevo mundo

Estamos en tiempos de grandes cambios. Muchos se harán este año y podrían definir el sendero hacia un nuevo orden mundial.

Joe Biden acaba de agregar una nueva encrucijada a un año clave. Su chochera quedó tan expuesta en el debate presidencial – pedido anticipadamente por su equipo de campaña – que las mentiras e inconsistencias habituales de Donald Trump pasaron a segundo plano, y la suerte del Partido Demócrata estará echada si no toma una decisión urgente: reemplazar a Biden por otro candidato en la próxima Convención Nacional Demócrata. Esa jugada entraña tantos riesgos como oportunidades de salir airosos, aunque nadie tiene la fórmula para asegurar el resultado.

En 1968 ocurrió algo similar cuando el presidente demócrata en ejercicio Lyndon B. Johnson se bajó de la carrera por la reelección, agobiado por la guerra de Vietnam – era de lo único que se hablaba en ese país – y problemas cardíacos. Renunció para consagrar todas sus fuerzas a la paz vietnamita y su abandono generó gran zozobra en las filas del partido que finalmente perdió la elección a manos del republicano Richard Nixon.

En este panorama pareciera que le quedaría servido en bandeja el triunfo a Trump, victoria que augura un mundo menos globalizado y cada vez más dominado por los intereses de las grandes corporaciones. Una mezcla de neomercantilismo y régimen político corporativo de baja institucionalidad democrática y dominada por líderes carismáticos.

Y eso no sólo está por ocurrir en la principal potencia de Occidente. Europa también se desmorona hacia esa vertiente con la debacle electoral de Emanuel Macron en Francia y la débil posición del canciller Olaf Scholz en Alemania, representantes del último bastión del europeísmo, ambos jaqueados por la guerra en Ucrania y por una ultraderecha que hace décadas viene en una “larga marcha sobre Europa” para hacerse del poder bajo las mismas premisas iliberales y antiglobalización que mueven a Trump.

La derecha también avanza en Asia y en América Latina. La crisis de varios lustros que pesa sobre la economía coreana ha formado una generación de jóvenes frustrados con bastante odio para reaccionar hacia dónde se les presente un sujeto para canalizar la ira, tal como la ultraderecha europea ha hecho con los inmigrantes. O los estadounidenses con los inmigrantes, los negros y las minorías que hace pocas décadas lograron consagrar sus derechos y ahora los ven amenazados junto a su existencia misma.

En África, el continente expoliado por las potencias coloniales, surgen gobiernos autocráticos como reacción, apoyados por China y Rusia, interesados en extender su influencia más no en exigir modelos y modales políticos e institucionales para brindar esa ayuda.

La conducta que está mostrando Javier Milei de completa prescindencia de diplomacia y de relaciones internacionales, sólo abocado a codearse con empresarios poderosos y líderes políticos de ultraderecha, es un claro ejemplo de esta nueva era en la que los “dueños del mundo” ya no esconden su viejo anhelo de eliminar a los partidos políticos para gobernar por mano propia con ayuda de la tecnología cada vez más omnipresente en nuestras vidas.

Nada diferente de lo que hacen China o Rusia fronteras adentro.

En la periferia de ese colosal y nefando cambio se han instalado temas de urgencia global tales como el cambio climático, la regulación de la IA y la preparación para eventos como las pandemias que requieren de coordinación internacional para su abordaje.

En el rumbo actual, las decisiones en el futuro serán tomadas por una elite internacional, ni Trump, ni Bardella (Le Pen), ni los líderes ultraderechistas de Alemania, Hungría, Austria e Italia tienen la capacidad e intención de generar una comunidad capaz de enfrentar los problemas globales.

Entre este Occidente derechizado y China la única diferencia es que Xi Jinping lleva la delantera.

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