jueves 29 de mayo de 2025
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De polarizaciones y faccionalismos

25 de mayo, el día de la Patria en que asomó la autonomía ciudadana. Nada mejor que recordar estas palabras de Mariano Moreno todavía vigentes: “… El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal, que sus pasiones tengan un dique más firme que su propia voluntad.”

Civilización de la palabra. Con ese llamado vuelvo la mirada a las circunstancias presentes. Suelo repetir a menudo una reflexión de Raymond Aron. Francia, afirmaba, es inmutable y cambiante. Algo de esto cabe en un pueblo azotado por catastróficas inundaciones y por el fracaso de la ley de ficha limpia, convocado a su vez a participar en comicios.

El triunfo del partido del Presidente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es impactante y novedoso, pero su encuadre despide un aroma rancio. Argentina cambiante: La Libertad Avanza en el podio de los ganadores al paso de una campaña, en principio dirigida a elegir legisladores locales, que transformaron en un referéndum nacional para ratificar políticas y liderazgos. Argentina inmutable: La Libertad Avanza convertida, según comentarios exitistas en redes y medios afines, en una incontenible marea; algo así como el advenimiento -otra más- de una Nueva Argentina.

En rigor, ni una cosa ni otra. El partido en formación de los hermanos Milei triunfó con un tercio de los sufragios en un distrito en que intervino alrededor de la mitad del padrón electoral. No fue pues la mayoría que muchos predican sino una minoría que servirá de resorte para levantar un proyecto capaz de capturar el espacio que va del centro derecha al extremo libertario y de lo que pueda extraerse de los partidos tradicionales. Se verá si un acuerdo en la provincia de Buenos Aires refuta esta hipótesis.

La experiencia nos enseña que la hegemonía es una intención fallida; la del kirchnerismo duró un par de décadas; la del menemismo, menos antagónica, más de diez años. Ambas cayeron agotadas y respetaron la regla de la alternancia; las dos hicieron abundante uso, con mayor o menor intensidad, de la polarización contra enemigos o adversarios.

Los hermanos Milei han dado muestras fehacientes de sus inclinaciones hegemónicas -somos nosotros o “esa inmunda casta”, movible según el enemigo a destruir- como de la polarización que naturalmente corona esa intencionalidad. Este temperamento proseguirá marcando al paso este año si no sufren desmedro cuatro componentes de la estabilidad: la baja inflación, el dólar barato, el control de piquetes y ocupantes del espacio público y el combate contra los privilegios incrustados dentro y fuera del Estado.

Si esa estabilidad parece ser la condición necesaria para conquistar más laureles, no lo es menos la condición suficiente que consiste en ganar elecciones. En tal sentido, no hay refuerzo más oportuno que el festín faccioso del espacio opositor no peronista. En CABA el faccionalismo rozó el paroxismo. Cuesta trabajo imaginar un cuadro como el que nos brinda la antigua coalición de Juntos por el Cambio atrapada por ese frenesí divisionista; sumemos a ellos los errores tácticos de una administración porteña que, por añadidura, padece el desaire de los vecinos debido a una pobre gestión, y el cuadro está completo.

Dado este faccionalismo, la mesa está servida para que el Gobierno extraiga retazos de dirigencias que buscan el calor oficial para incorporarse, a título individual, a la aventura libertaria. Inmutable Argentina: como el Perón de los años cincuenta del último siglo, se gesta en el Palacio donde opera el “círculo de hierro” un movimiento único vestido de violeta, como dice el Presidente, que reniega de las coaliciones posibles entre partidos según enseñan las democracias consolidadas, por ejemplo la uruguaya.

Curiosa paradoja. El oficialismo condena a quienes representan un repudiable “Partido del Estado” cuando, desde ese mismo Estado, sus agentes están montando su propio partido con resultados dispares, ya que no hay por ahora consagración mayoritaria.

Por otra parte, las hegemonías posibles suponen un acendrado personalismo. En los comicios porteños -vuelvo al último siglo- parece que se hubiese repetido la consigna “Vote a Perón votando a sus candidatos”. ¿No ha sido otro acaso el papel del candidato designado para demandar el voto en nombre del Presidente? Invistieron en efecto al vocero de la Casa Rosada sin que fuese necesario exponer un programa atinente al gobierno local. Otra vez, inmutable Argentina, aunque se proclame que estamos inmersos en un cambio trascendente, partero de una supuesta “edad de oro”.

Claro está que no todas son albricias porque desde la Ciudad de Buenos Aires hasta Salta, pasando por Santa Fe y otras provincias, la participación electoral decrece. Las causas de dicho decaimiento ya se están detectando en varios estudios, pero quizás convenga destacar el hecho de, por obra de este gobierno, la política se presenta a ojos de la ciudadanía como un espectáculo hiriente, plagado de insultos e infundios, alentado por el odio y por la manipulación de las opiniones mediante campañas presuntamente delictivas provistas por la inteligencia artificial.

Hay, pues, que levantar cabeza. El centro político, hoy en franca disminución porque lo quieren pulverizar, debe recuperar el espíritu asociativo, pactando coaliciones electorales y de gobierno para inyectar equilibrio a una política que bascula hacia los extremos. Entre tanto, a recuperar el tiempo perdido, a mantener el temple cívico y, si asoma en el horizonte, a saludar como antaño al sol del 25.

Publicado en Clarín el 25 de mayo de 2025.

Link https://www.clarin.com/opinion/polarizaciones-faccionalismos_0_e0HvY9uSf0.html?srsltid=AfmBOoqGOv1-jFeisBls0wsyGsG7Zxz1o4dfNAeQ7DlWUnli_A-8QjfV

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