domingo 13 de octubre de 2024
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¿De dónde va a salir la plata?

Nadie pudo prever la pandemia. En 2019, los países hicieron sus presupuestos para 2020 sin imaginar la enorme cantidad de gastos excepcionales que exigiría el coronavirus.

En casi todo el mundo, los gobiernos debieron afrontar desde el costo de los hisopados hasta el de las vacunas. Cada uno en la medida de sus posibilidades, se dedicó a acondicionar hospitales, adquirir equipos, subsidiar a las pequeñas empresas, pagar salarios imprevistos o compensar en parte a los trabajadores que perdieron sus empleos.

La pandemia cubrió el planeta. Hasta el martes pasado, entre países y territorios, 219 gobiernos habían hecho frente a 15.276.043 casos de COVID-19, la enfermedad producida por el coronavirus. Los muertos llegaban a 2.559.000.

Todos los países han sido (y son ) víctimas de esta plaga universal, incluidos los más desarrollados.

Es cierto que disponen de grandes reservas de oro y divisas, que la inflación en ellos es muy baja y que tienen expedita la vía al crédito. Sin embargo, la COVID-19 ha afectado seriamente sus economías.

Estados Unidos tiene el privilegio de pagar deudas imprimiendo dólares. Pero en 2020, a fin de evitar que el coronavirus hiciera estallar la economía. la Reserva Federal (el banco central norteamericano) imprimió una cantidad de dólares que no tiene precedentes. Dan Morehead, titular de un importante fondo de inversión, ha calculado que Estados Unidos imprimió en un mes (junio de 2020) más que en 200 años (1776-1979) “para combatir la crisis financiera inducida por la pandemia”. Muchos economistas advierten que el remedio será peor que la enfermedad.

En Europa, 100 economistas de distintos países propusieron semanas atrás que el Banco Central Europeo (BCE) condonara los 2.500 millones de euros que los estados de la Unión Europea le deben ahora al banco. El propósito era facilitar la reconstrucción de los países de la región después de la pandemia.

El BCE rechazó la propuesta porque, dijeron sus autoridades, la condonación haría perder confianza en el euro, y eso causaría más daño que bien. Sin ese alivio la mayoría de los países europeos se verán en dificultades para recuperarse.

Los países en desarrollo tienen, en general, grandes deudas, escasas reservas, fuerte déficit fiscal pre-pandemia, inflación y poco o ningún acceso a los mercados internacionales de crédito. Esto implica serios riesgos, aun para las economías más cercanas al desarrollo, como la argentina.

Las soluciones parciales que pueden ensayar estos países, son:

-Recurrir al crédito de organismos internacionales como el Fondo Monetario o el Banco Mundial. El inconveniente es que esos organismos tendrán una sobredemanda y, además, condicionarán sus eventuales ayudas a reformas económicas tan profundas que en muchos casos serán inviables.

-Exportar materias primas en alza. Entre ellas, metales, como cobre e hierro; y alimentos, como cereales, aceites vegetales, azúcar y, sobre todo, soja, que ha vuelto a los niveles de 2014. El comercio exterior será un factor dinamizante de los países cuya oferta se adecue a las necesidades de China, el único país que saldrá relativamente indemne de la pandemia,

-Devaluar. Esta es una medida eficaz en el corto plazo: ayuda a exportar y desalienta las importaciones, con lo cual aumenta las reservas y contiene la inflación, Pero no se puede mantener una moneda devaluada por mucho tiempo. Si se lo hace, la estructura productiva del país se distorsiona y en algún momento habrá una recesión que multiplique quiebras y dispare el desempleo.

-Derechos de exportación. Gravar las exportaciones puede beneficiar a los estados en el corto plazo, pero en definitiva es contraproducente. Según sea el monto del impuesto, puede llevar a una fuerte caída de la inversión y la producción.

-Aumento de impuestos. En países donde la presión impositiva es alta, el aumento de impuestos puede tener, en lo inmediato efectos positivos para los estados, pero, en el mediano plazo, dará lugar a una baja de la actividad económica, quiebras y desempleo.

-Ajuste. La disminución de gastos permite que los estados ahorren y, dependiendo de la magnitud del ajuste, invertir. Sin embargo, este recurso crea una marcada inestabilidad social y política.

-Imprimir sin respaldo. Imprimir dinero sin respaldo crea un falso aumento de la demanda y hace que mueva el mercado interno. Pero esa demanda, artificialmente incrementada, alimenta la inflación y puede conducir a la hiper.

Todo esto establece restricciones que la gente debe conocer. Es necesario que los gobiernos no transmitan la idea de que todo volverá a ser como antes de la pandemia. Ellos entrarán, con menos plata, a un período en el cual recibirán (y no podrán atender) numerosas demandas del sector privado y de la sociedad toda. La reparación de daños sociales causados por la pandemia (dramática pérdida de empleos y trabajo independiente, triste sobrevida de pequeñas empresas) deberá ser prioritaria.

En esas condiciones prometer obras públicas o subsidios, será prometer lo que (se sabe desde el vamos) no se podrá cumplir.

Claro que sin inversión será imposible lograr el desarrollo económico y que, sin éste, los dolores de la economía serán cada vez más fuertes. Pero poner dólares en el Banco Central y dinero en los bolsillos de la gente, pueden ser un punto de partida. Exportaciones y una racional distribución social son los recursos que estos países tienen para evitar que el coronavirus les cause aún más daño.

Publicado en Clarín el 7 de marzo de 2021.

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