viernes 30 de mayo de 2025
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Cuatro meses de Donald Trump 2.0: más batallas que victorias

Las elecciones tienen el discreto encanto del diagnóstico y las promesas.

Quien mejor logra interpretar el momento y las demandas sociales que prevalecen, y además consigue traducirlo en una promesa creíble, tiene gran parte del asunto a su favor.

Sobre estos factores se basó el triunfo electoral de Donald Trump.

Pero pasado el tiempo, incluso los mejores diagnósticos, las promesas más certeras y hasta los personajes más convincentes, deben llevar a la práctica aquello que motivó a gran parte de la sociedad a acompañarlos con el voto.

Apenas han transcurrido cuatro meses desde el triunfo republicano, pero la intensidad que generó hace parecer que fueran muchos más.

Si bien aún no es momento para balances definitivos, ya se puede empezar a analizar cómo le está yendo a Trump en su intento por cumplir lo que prometió en campaña. Y acá comienzan los problemas.

La realidad lo que no tiene es remedio

El diagnóstico y las promesas son siempre impecables mientras se mantengan en el plano de los discursos o las visiones futuras. Pero la realidad enfrenta al que promete con toda la complejidad de lidiar con intereses, creencias, instituciones y egos que no se transforman por la mera voluntad de un actor, por poderoso que este sea.

Trump sabe que su legado se juega en la posibilidad de cumplir con aquello que lo llevó nuevamente al poder.

Y el tiempo no solo no le sobra, directamente conspira contra sus pretensiones. Ya no tiene reelección y bordea los 80 años.

Por eso comenzó su plan de cambios incluso antes de asumir, hablando de los aranceles, Groenlandia, el canal de Panamá, México, etc.

La primera etapa, que no era sencilla pero sí la más accesible, la cumplió rápidamente: reposicionar a Estados Unidos como actor central del tablero global, reconstruyendo una imagen imperial, temida, sostenida en sus propios intereses y a la vez impredecible.

Con esos gestos, a Trump le alcanzó para reactivar el perfil de una potencia que venía golpeada tras el débil liderazgo de Joe Biden. Y ese camino no ha sido simple ni ha cosechado logros inmediatos.

Pero luego, la hora de las palabras terminó, y Trump tuvo que meterse en el barro de cada una de sus promesas para intentar cumplirlas. Tanto en el frente externo como en el interno. Y en ninguno de los dos ha sido fácil, ni ha logrado mostrar un éxito inmediato.

Cada decisión en política exterior generó oleadas de incertidumbre, fluctuaciones en los mercados, amenazas, negociaciones y retrocesos.

En ese terreno, Estados Unidos logró encauzar —en parte— el frente arancelario, especialmente con China, aunque en una dinámica volátil, donde todo puede cambiar de un día para otro.

Se podría decir que, paradójicamente, este es el frente donde Trump más avances consiguió, ya que la economía estadounidense sigue siendo un mercado clave para muchos países y estos se han visto en la necesidad de renegociar sus acuerdos.

Poco con Ucrania, nada con Rusia

Otra promesa de campaña —la de terminar con la guerra ruso-ucraniana en 24 horas— tal vez sea la que peor desempeño ha tenido. No solo no logró resolverla, sino que ni siquiera se vislumbra unasalida.

Trump intentó seducir a su homólogo ruso, Vladimir Putin, pero más allá de alguna sonrisa, no obtuvo concesiones.

Por el contrario, Putin hoy se muestra más fortalecido. Cree tener las mejores cartas y, probablemente, tenga razón.

Trump no ha conseguido más que un par de breves ceses del fuego, sin mayor impacto en el curso de los acontecimientos.

La presión sobre Volodomir Zelensky tampoco fue suficiente. El líder ucraniano, tras su accidentado paso por el Salón Oval, aprendió a no contradecirlo en público.

Incluso firmó un acuerdo minero favorable para Estados Unidos. ¿El resultado? Un recrudecimiento de los bombardeos rusos sobre zonas civiles.

Trump deberá apelar a su imaginación, porque si bien tiene herramientas como la coacción militar o la aplicación de sanciones más duras, está claro que no está dispuesto a usarlas. Y Moscú lo sabe.

El tercer foco caliente es Medio Oriente, donde Trump prometió una “aniquilación total” si no aparecían los rehenes tomados por el grupo terrorista Hamás.

También afirmó que no permitiría que Irán siguiera manipulando a sus grupos proxys ni avanzando con su plan nuclear. Sin embargo, todo indica que Estados Unidos ya no persigue los mismos objetivos que hace apenas unos meses.

La realidad sorprendió a los propios (y dio oxígeno a los extraños).

Trump inició diálogos con los hutíes, con Irán, y levantó sanciones a Siria, cuyo nuevo líder está acusado de haber sido un activo terrorista yihadista.

Además, en su último viaje, reconoció a las potencias árabes como actores regionales más relevantes incluso que Israel, con quien cambió visiblemente sus relaciones.

La relación con Europa también refuerza esta idea de un giro radical.

Trump comenzó a cumplir sus promesas alterando alianzas tradicionales: tensionó con la Unión Europea, intentó desmantelar la OTAN, enfrió los vínculos con Taiwán, Corea del Sur y Japón, y al mismo tiempo abrió canales de diálogo con actores que, hasta hace poco, eran considerados enemigos irreconciliables.

¿Y por casa cómo andamos?

En el frente interno parece haberle ido un poco mejor, aunque no demasiado, considerando el poder institucional que acumula.

En los últimos días consiguió la media sanción para su ley de recorte de impuestos y subsidios, logrando la aprobación por apenas un voto, luego de involucrarse personalmente para alinear a los legisladores republicanos díscolos.

Si bien ganó, no logró imponer la unanimidad ni siquiera dentro de sus propias filas.

La Justicia ha bloqueado varias de sus medidas migratorias, y su embestida contra Harvard comenzó a erosionarle respaldos, incluso entre sectores antes perseguidos por el progresismo académico.

A la vez, eligió confrontar con Apple, atacar al presidente de la Reserva Federal, continuar su guerra con la prensa liberal y con varios gobernadores, mientras intenta minimizar el impacto doméstico de la guerra comercial.

Si bien han pasado apenas cuatro meses, los frentes abiertos por Trump ya parecen excesivamente ambiciosos.

La realidad se resiste, los obstáculos se entrelazan, y los grupos amenazados comienzan a coordinarse, golpeando justo donde más le duele al presidente norteamericano: en el tiempo, ese recurso que no le sobra.

Trump debería reconsiderar su estrategia, enfocarse en algunas prioridades y concentrar ahí su energía, en lugar de seguir abriendo nuevos frentes de batalla.

Cuatro meses después de su regreso, el ruido sigue siendo su especialidad, pero los resultados se hacen esperar.

Ya no se trata de si cumplirá sus promesas, sino de cuántas de ellas se tragará la realidad antes de que, finalmente, se apaguen los micrófonos.

PublIado en El Observador el 27 de mayo de 2025.

Link https://www.elobservador.com.uy/espana/miradas/cuatro-meses-donald-trump-20-mas-batallas-que-victorias-n6001294

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