lunes 4 de noviembre de 2024
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Cuando se cambian las reglas del juego hay consecuencias

La democracia trata de un sistema de reglas de juego para establecer la posibilidad de alternancia en el poder y que quien gobierne tenga contrapesos.El cambio de las reglas de juego, es el ritual de los autoritarios, no es el camino de la libertad. El voto como instrumento para liberar espacios es siempre ampliar los lugares donde se vota, donde se puede decidir quién conduce, donde los cuerpos colegiados no sean unánimes, no solo el votar con los pies, cambiando de institución, emigrando sin esperanzas.La pregunta primaria de la democracia siempre es ¿Quiénes votan?: En cierto momento votan solo los propietarios varones, de cierta etnia o cierto territorio o cierta orientación sexual, luego se va universalizando el voto: es la lucha del yrigoyenismo que logra salir del fraude y el voto de pocos al sufragio universal, llega en 1916 la democracia a la Argentina, aún cuando quedaran sectores de la sociedad sin votar, cambia la legitimidad del poder. Hace años que se ha incluido al padrón a las mujeres, han desaparecido los territorios nacionales (que tenían un esquema casi colonial), y se vota aún viviendo en el extranjero. Luego la discusión es ¿Dónde se vota? y se juega con las reglas de la democracia: es por ejemplo el reformismo universitario que extiende el voto a la vida universitaria (que fue correlato del yrigoyenismo en los claustros y el peronismo se opuso históricamente), es votar en las asociaciones profesionales como los colegios y consejos profesionales, es el Consejo de la Magistratura donde los abogados y los jueces votan a quienes regulan la actividad, también es la añorada democracia sindical, el votar en las obras sociales o en los clubes, es que haya vida interna en los partidos políticos, sea para los cargos partidarios como los cargos electivos.De un senado no electivo y monocolor de 1946/55 (que rechazaba opositores), se fue pasando a mandatos más cortos, voto directo, representación de las minorías provinciales, gran parte de esas victorias democratizadoras las realizó Raúl Alfonsín en la Convención Constituyente de 1994. En la Cámara de Diputados hemos ido pasando de las listas completas a otras de mayoría y minoría,  luego a la representación proporcional -con el retroceso que fue el sistema uninominal serpenteante que impuso el peronismo para quitarle representación a la oposición.Hoy, el nuevo gobierno intenta modificar el sistema electoral vigente, algunas ideas son necesarias, como la boleta única, otras tienden a darle más poder al gobierno bonaerense, actual oposición, y por tanto representa un salto al vacío para el gobierno. En el esquema que propone el Presidente, él mismo nunca hubiera sido diputado, ni nadie de su partido.  La actualización de la distribución de bancas por distritos, y la reforma del modo de asignar las bancas es incomprensible, pues carece el oficialismo de dirigentes reconocidos en los territorios.En la Argentina hoy proponen que copiemos de un sistema del pasado, es  retroceder en la base de representación de la democracia al modificar cómo se vota, y en la práctica cuándo se vota.El sistema de voto uninominal que ha mandado el Poder Ejecutivo al Congreso ha sido experimentado en dos ocasiones para elegir diputados nacionales.A principios del siglo pasado se votaba una lista completa de diputados por provincia o por la Capital Federal: quien ganaba se llevaba todas las bancas. El sistema de representación uninominal fue visto como una forma de atenuar la representación monocolor para los vencedores de cada circunscripción, dejando con las manos vacías a las listas perdedoras, en elecciones fraudulentas.La reforma fue planteada por Joaquín V. Gonzalez y se utilizó en 1904 en la presidencia de Julio A Roca, dividiendo al país en 120 circunscripciones. La reforma fracasó, no generó mejores dirigentes políticos y con la única excepción de la elección del socialista Alfredo Palacios en La Boca, todo siguió igual. El sistema fue derogado al año siguiente y se fue a un sistema de representación de mayorías y minorías de cada provincia.El segundo caso de aplicación fue mediante una reforma que se aplicó con la Constitución Nacional con la reforma de 1949, en las elecciones de 1951. El oficialismo tenía el poder legislativo a su favor, sin contrapeso alguno: tenía unanimidad en el Senado y la mayoría agravada de dos tercios en diputados. La reforma no apuntaba a darle poder parlamentario sino a reducir al mínimo las bancas que le correspondiera a la oposición, fue un caso de renovación total de la Cámara de Diputados. La voz de los radicales en el Congreso era potente, con “el bloque de los 44”, pero, por los números, no podía parar nada.La ley de partidos políticos de 1949 estableció la posibilidad que las ramas femeninas de los partidos políticos pudieran presentarse a elecciones por separado de su rama masculina y competir por las bancas de la mayoría y la minoría a la vez, logrando la totalidad de la representación en diputados de cada jurisdicción. Sin embargo, esto no se aplicó sino que se cambió la ley electoral generando el sistema uninominal por circunscripción de las elecciones de 1951. La misma ley prohibía las coaliciones electorales con menos de tres años de antigüedad y forzaba a la oposición a ir dividida, por carecer de ella.La reforma constitucional de 1949 establece un mandato de seis años (en vez de cuatro) para los diputados y una renovación total de la Cámara en 1951, de 166 legisladores 152 pasaron a ser oficialistas y la bancada radical se redujo de 44 a 14 diputados (pese a tener más del 33% de los votos). Los diputados electos radicales lo fueron en gran parte por una cláusula de atenuación del sistema uninominal que concede dos diputados en cinco provincias a los candidatos más votados no electos, de los cuales el radicalismo se llevó ocho y el peronismo dos. Esta cláusula fue reducida a un diputado en cada una de esas provincias para la renovación parcial de 1954. Prácticamente todas las circunscripciones que ganó el radicalismo fueron en la capital Federal, donde obtuvo cinco bancas sobre 26 por el sistema uninominal pese a sacar el oficialismo el 55% y el radicalismo cerca del 40%. De los dos diputados más votados no electos uno correspondió al peronismo y otro al radicalismo.
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