viernes 13 de diciembre de 2024
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Cualunquismo a toda orquesta

Abrumados por la impotencia de seguir cayendo  “cuesta abajo en la rodada”, los pueblos de las democracias occidentales  padecen desorientaciones esenciales.  

Desapegados de la institucionalidad tradicional, crecientes inseguridades frente a lo cambios disruptivos,  un estar insatisfactorio, producto de la crudeza operativa del ritmo geopolítico capitalista, apátrida y sin banderas: impulsan a crecer rápido destruyendo lo anterior, deshumanizando.

No aprecian buenos resultados en el hecho de seguir el mismo camino  En la confusión, de la malaria “todos los gatos son pardos”.

Informadores ilustrados están perdidos en la neblina  y se acunan en slogans rápidos, tipo Minguito Tinguitella, una de cuyas frases icónicas fue: “se igual”.

Muestra de ello es el copete de una reciente nota del diario español El País, al sintetizar  las elecciones en Chile: “Auge de la extrema derecha y el populismo y declive de la derecha tradicional”.

Suficiente para apreciar que se piensa y difunde la idea de la desaparición de  todo “centro” sin fanatismos, ni extremos. Se es de extrema derecha, populista o de derecha a secas. La social-democracia  o actitudes razonables equidistantes, habrían desaparecido, sin exequias de ningún tipo.

Esta nota no comparte esa simplificación, que es virtualmente una “cancelación” de otros modos de pensar y actuar. Y sigue creyendo que -pese a las dificultades – no todo es igual. Que tiene sentido entonces aspirar al ejercicio permanente de coordinar y administrar las  diferencias, como en algunos países cuyas experiencias son conocidas en el mundo, evitando ser gobernados por “la ley de la discordia”.

En Esto no es un diario(Paidós, 2012), Baumann denominó a  nuestra hora: “la era de la nostalgia”, recordando la visión desesperada del “progreso” de Walter. Benjamín, ilustrada en el “Angelus Novus”, cuadro famoso de Paul Klee.

Para W. Benjamin, el futuro  ha sido y sigue siendo una huida y no un movimiento hacia …”,  huida que deja atrás y sin poder recuperar historias compartidas, costumbres y muchas  cosas queridas.

No es una originalidad de nuestros días. En otros momentos cruciales de la humanidad, el fenómeno de la desesperanza en las instituciones republicanas, y el espanto hacia lo complejo, liviano y poco corajudo (¿salvaje?), dio lugar a expresiones políticas parecidas.

Una de los más coloridas, por no recordar otras de gravísimas consecuencias, fue la llamado “Qualunquismo”. Expresión derivada del ”Frente del Hombre Cualquiera“ (UQ), movimiento ideológico populista y anti  sistema de Italia (1946-1949), orientada por el periodista Guglielmo Giannini.  Finalmente no le fue muy bien, porque las instituciones resistieron.

Se ha escrito mucho sobre él, sus causas y y sus parecidos, pero probablemente su mejor caracterización sea la negación de las instituciones y la simplificación de los problemas.

Rechazar y destacar los inconvenientes, costos y demoras inútiles, de las rutinas republicanas, y la fe en las consignas simples, expresadas cual un hombre anónimo de la calle (“la gente”), como se dice hoy (en forma reiterada, por cierto), a modo de remedio universal. Sería la receta práctica inmediata, que invita a desestimar (invisibilizar), lo problemático de la vida, de lo público y de todo gobierno representativo, constitucional, democrático, y plural.

Por supuesto, se ocultan u olvidan sus pésimos resultados para la comunidad, pero cada tanto se vuelve a ellas.

Si recitamos su catecismo, escuchado y repetido -desde altos atriles- hasta el cansancio, la vocinglería que se ve y oye todo el día admirando al promovido “omnipresente”, podríamos decir: basta de varios candidatos dentro de cada Partido, basta de internas, basta de Paso, basta de Elecciones, basta de República, de Congreso, de Poder Judicial, de Constitución.

Es más rápido y liberador, dar el bastón de mando al “clown” que llena de éxtasis al gran público y a los comentaristas. Su valor no es por algo valioso “per se”, sino porque es “raro” o “distinto” como dice cancheramente un armador de campañas muy conocido.  Esa sería su estrella.

Resulta indispensable decir que en nuestro país, no sólo se trata de la amenaza del payaso descollante. Hay una periferia de  dirigentes políticos relevantes, que bajo otros ropajes y disimulos, hacen la misma tarea destructiva de las instituciones republicanas, más algunas gotas de violencia regimentada y pagada, cuando hace falta porque los aleja del poder, que también creen de ellos.

La “vecchiia signora” y ellos quieren tener una Constitución propia, una república propia, un Poder Judicial propio, una división de poderes entre ellos, un federalismo feudal, una muralla al exterior, etc. Desde hace tiempo horadan las instituciones y, a su modo son la gran expresión de “qualunquismo” a la criolla.

Por algo  Fedor Dostoyevski cuenta en los Hermanos Karamazov, que una persona de entre la multitud que observaba el “Vía Crucis”, se acercó a Jesús mientras arrastraba la cruz, y de viva voz- en realidad, ficcionaba el escritor- le reclamó amargamente; “habernos dado la libertad, y con ello el castigo de las responsabilidades”.

Por algo, muchos repiten con sorna de loros sabios, que Raúl Alfonsí dijo: “Con la democracia se come, se educa y se cura”, y agregan que al final nada de esto fue cierto.

Esa lectura irónica que hoy hacen los rapaces titiriteros de balcón, pretende hacer suponer que Alfonsín era un tonto, o cuanto menos, un ingenuo, que creía que la democracia es un aparato de hacer chorizos en serie, o algo similar, aplicado a obtener éxitos sociales.

Cuando en realidad, Alfonsín aludió simbólicamente al mejor modo moral de convivencia y  respeto entre todos los diversos, sabiendo mejor que nadie las dificultades inherentes, sólo afrontables  con laboriosidad constructiva, sostenida en el tiempo.

La ironía y el absurdo presiden nuestra enorme crisis. La diferencia entre democracia y no democracia, es la diferencia entre la vida y la muerte. Ganando o perdiendo elecciones, los ciudadanos debemos creer en la democracia institucional, es decir, en nosotros mismos.

No dejarnos embaucar por los personalismos berretas, que jamás en la historia solucionaron ni solucionarán nada perdurable en beneficio de todos.

Hablemos del  otro honestamente, lejos de los mensajes ampulosos  de un  patrioterismo soberbio y ”careta, como se suele decir.

La Patria es el otro, claro que sí. En tanto en ese otro, entremos todos de verdad. Es bueno recordarlo ahora, por estos tristes días, cuando la pobreza nos agobia, la libertad esta complicada por la mediocridad moral y la Constitución cuestionada.

El 25 de mayo se asoma, mientras la República soñada por Alberdi parece tambalear.

Es preciso seguir respetándola y hacerla cumplir, en la medida de nuestras acciones. En este caso y como ciudadanos, votar, tantas veces sea necesario. Respetando a las instituciones. Es el aporte  de nuestra participación.

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