lunes 27 de enero de 2025
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Construir un horizonte creíble y sustentable

De las múltiples variables que pueden considerarse para valorar una transformación económica, aquellas que se vinculan con la calidad de vida de las personas ocupan un lugar prioritario: empleos e ingresos, sobre todo.

Desde esa perspectiva, los avances que el país ha tenido en materia fiscal (indudables), son al mismo tiempo meritorios, imprescindibles e insuficientes. Justamente por eso, el Gobierno se empeña en sostener una narrativa épica que permita transitar estos momentos sin que decaiga el animo público. Es entendible. Para llegar a la orilla de la recuperación plena de la actividad es necesario unir logros con la construcción de un horizonte creíble.

Sin embargo, es probable que se necesite más que show, no solo para mantener el fervor, sino para transformar un estado de opinión pública en un verdadero clima de inversiones. Una atmósfera económica menos pendiente de grandes anuncios y más construido en el día a día de una sociedad que encuentra el registro adecuado para el debate político, en un lugar lógico entre la subordinación obsecuente que no suma y la obstrucción reactiva que decisivamente resta. Un clima donde deliberar proponer, observar, cuestionar, cooperar, revisar, controlar y avanzar sean verbos que puedan expresarse en su sentido más cabal.

Si damos por cierto que frente al agotamiento del modelo kirchnerista (arbitrario en sus regulaciones, estado-céntrico, irresponsable fiscalmente y proteccionista), el país necesitaba un cambio profundo. El debate es cómo construir una transformación que expanda nuestro potencial y no resulte vulnerable. No basta con enunciar un nuevo credo, ni siquiera basta con una mayoría electoral o con un acuerdo político. Nos corresponde a todos/as, contribuir propositivamente a generar una conversación que les brinde a las iniciativas reformistas sostenibilidad.

Nuestra economía es relativamente débil para enfrentar la sucesión de shocks que necesariamente deberá transitar. Omitir esas complejidades conspira contra cualquier pronóstico favorable. En cambio, señalarlo no es obstruccionismo, sino un planteo de estricta racionalidad.

Porque, como resulta evidente, una vez equilibrado el presupuesto, nuestra infraestructura sigue siendo insuficiente, nuestro mercado de capitales poco profundo, nuestro modelo fiscal excesivamente complejo, muchas de nuestras pymes siguen estando tecnológicamente atrasadas, nuestro acceso a mercados deseables siguen obstruidos, y así tantos y tantos ítems.

O sea, el programa económico no puede soslayar el capítulo fiscal, ni tampoco reducirse a él. En síntesis, entre el primer paso y las realizaciones concretas en nuestra experiencia económica hay una distancia tan grande que su concreción requiere de una nueva cultura del cuidado institucional. Todo lo contrario de la narrativa oficial de ir “quinta a fondo con el volante firme”.

No es que la velocidad sea mala en sí, es que se necesita mirar al costado, se necesita chequear alternativas, ponderar costos, ampliar garantías a terceros que arriesgaron esfuerzos, y sobre todas las cosas favorecer la adaptación de los agentes económicos.

La idea de que las normas, las instituciones y los controles son siempre un obstáculo puede servir como eslogan electoral, pero es una práctica que no conoce antecedente material alguno, desde los primeros indicios de gestión regulada de los recursos, al nacimiento de nuestra civilización.

Lo dicho no excluye que en el actual estado de cosas y frente a las transformaciones tecnológicas en curso, las instituciones no deban revisarse. Es probable, que en el camino advirtamos superposiciones y desmanejos, y en ese caso corresponde la revisión o anulación de oficinas públicas. Ahora bien, no conozco ningún caso (ninguno) de economías desarrolladas sin controles, sin presupuestos, sin estándares.

Esas referencias, son prerrequisitos de una competencia de calidad, una de las condiciones ideales del perfeccionamiento de personas y organizaciones; sobre todo cuando convive con un estímulo razonable a la colaboración. Si las credenciales para tener ventaja en la economía que estamos construyendo son solo el sentido oportunista o disponer de 200 millones de usd para acceder a un RIGI, es probable que muchos la consideremos excluyente.

Argentina necesita reconciliarse con las ideas de competencia, mercado y rentabilidad; pero también con reglas claras, sostenibles e instituciones económicas de calidad.

Publicado en Clarìn el 24 de enero de 2025.

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