miércoles 9 de octubre de 2024
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¿Compañeros o Kompañeros?

Héspero es Fósforo

Taciturno hasta la hosquedad por su afición a retraerse en especulaciones abstrusas, sus sofisticaciones intelectuales pasmaban a los más baqueanos en menesteres lógicos. Para peor, no conforme con discutir los fundamentos últimos del razonamiento humano y dominar las cotas más encumbradas de la matemática, Gottlob Frege despuntaba en el área de la Lingüística. Allí tuvo el tupé de desmontar los cimientos de uno de los errores más consagrados hasta aquel entonces sobre el tipo de relación entablada entre las palabras y aquello que designan. Ocurre que en la antigüedad el lucero matutino recibía la denominación de “Fósforo” y el vespertino era conocido como “Héspero”. Por supuesto, los griegos áticos carecían de los instrumentos requeridos para concluir lo que ya desde mucho antes de Frege resultaba obvio. Ambos astros son el mismo: Venus. O parafraseando al autor: Héspero es Fósforo.

Más que una precisión clasificatoria practicada sobre una anécdota astronómica, la disquisición acudía a ejemplificar un elemento estructural de la lengua: la tensión establecida entre sentido y referencia. Para Frege la primera expresión remitía tanto al término con el que se representa un hecho o idea como al significado que carga consigo. La segunda tipifica al hecho en sí. Las confusiones desatadas por llamar a lo mismo con nombres distintos corren parejas con las equivocaciones esperables de bautizar con una misma voz a dos fenómenos diferentes. La dicotomía acaso semeje un clásico berriche académico sin asomo de correlato empírico. Pero por desgracia el tópico cuenta con aplicación directa en nuestra realidad criolla enchastrada de populismo. Para tomar consciencia de su vigencia traigamos a colación un debate cotidiano donde los actores enquistados en el poder enmascaran su continuidad grupal como perpetradores del fracaso argentino.

A pesar de que el flamante presidente del bloque oficialista Germán Martínez presuma su prosapia “peronista y kirchnerista, sin contradicción”, tras dos años de derrape político-económico y de cara a un horizonte electoral 2023 nublado con probabilidad de paliza, persiste la trifulca clasificatoria sobre la naturaleza partidaria de la actual administración nacional. No resulta llamativa la insistencia del segmento hoy postergado del peronismo por excomulgar al cuarto gobierno K de la familia justicialista. La objeción de los compañeros contra los kompañeros (sic) actualiza la argumentación de plomo practicada por los afectos a Puerta de Hierro contra la propuesta de Vandor sobre el “peronismo sin Perón”, los intercambios de tiros entre la JP y la patota sindical y las ráfagas de balazos trocadas entre Montoneros y la Triple A. Milonga sangrienta y debidamente barrida bajo la alfombra de la amnesia histórica que entre 1973 y 1976 dejó el simpático saldo de más de mil muertos y desaparecidos.

Con posterioridad a la recuperación democrática y habiendo demostrado mayor eficacia en la desestabilización de un gobierno ajeno que en el enfrentamiento armado entre facciones del mismo palo, el advenimiento del menemismo satisfizo la pulsión autoritaria justicialista al ordenar a la muchachada detrás de una conducción verticalista. Los fugaces dividendos repartidos por la precipitación neoliberal –única y verdadera experiencia de ese tipo en nuestro país- desataron trances alucinógenos en la pingüinada noventosa. No conformes con aplaudir a rabiar el consenso de Washington, las privatizaciones, la desregulación laboral, la retracción del estado y las relaciones carnales como puntal de la política exterior, el fundador de la dinastía patagónica ponderó a Menem como “el mejor presidente desde Perón”.

Por supuesto, corría 1995 y “Él” todavía boyaba lejos de su apoteosis como “Nestornauta”. Y desde ya entre embolsarse las ganancias de la circular 1050 emitida por el gobierno militar y descolgar el cuadro de Videla medió un mundo de acrobacias. Pero la algarabía santacruceña por “la revolución productiva” y el “salariazo” corrobora sin asomo de duda el incómodo capítulo cavallista de la genealogía nac&pop. Huelga decir que los Kirchner del 2003 renegaron de la convertibilidad con el sobreactuado fanatismo del converso. Ayer el mercado como ídolo y hoy el estado como deidad, las ortodoxias peronistas cambiaron sin solución de continuidad para anunciar que las herejías perseguidas por la inquisición del presente fueron cometidas por otros antaño. Sobre todo cuando Torquemadas y marranos portan el mismo rostro.

La estrategia para monopolizar la legitimidad en el uso de la denominación consiste en oscurecer panquequeadas fehacientes e iluminar principismos ficticios. El conveniente esquema de olvidos kirchneristas sobre su suscripción acrítica a la década menemista se nos clava en la garganta histórica como la enésima espina del pescado podrido que el pretendido peronismo institucional nos vendió tras la recuperación democrática. Bolazo del cual hoy nos volvemos a atragantar con el nuevo round entre compañeros y kompañeros en lucha por apropiarse de la condición de justicialistas genuinos. Camelo urdido de mentiras, medias verdades y versiones libres donde nadie sabe como deglutir el batracio -digno de Parque Jurásico- de Piumato abogando por la absolución de Isabelita por las linduras cometidas por la Triple A.

La reticencia de algunos a inscribir en el linaje del “Movimiento” a la gavilla patagónico-bolivariana naturalizada bonaerense nace de la más franca frustración crematística. Los excluidos de la fiesta exilian de la grey a quienes manejan con angurria las partidas presupuestarias. Castigos simbólicos ante privaciones materiales. Clásico reflejo PJ anclado en la lógica del perro del Hortelano sutilmente deformada: si no como no dejo comer. O mejor dicho, si no convidan les mordemos los tobillos hasta que nos sienten a la mesa. O al menos nos tiren un hueso. Las reminiscencias caninas de las anteriores metáforas bosquejan con nitidez el perfil del más insigne ladrador rentado en la jauría justicialista. ¿Al fin y al cabo el “El Perro” Verbitzky no fue un montonero a sueldo de la fuerza aérea bajo la dirección del Brigadier Graffigna en 1981 antes de ser un vacunado Vip de Ginés García en 2021?

El problema de desconocer la íntima fibra peronista del Kirchnerismo en su versión hipervicepresidencialista va mucho más allá de su inconsistencia fáctica. Poco importa que el presidente testimonial ocupe la presidencia del Partido Justicialista a nivel nacional y que el nene de Mamá haga lo propio en la Provincia de Buenos Aires. Tampoco que “la columna vertebral del movimiento” convalide con aplausos el vertiginoso deterioro salarial de los trabajadores. En los hechos, las trifulcas se originan en la abstinencia. Conducción que no reparte deviene gorila y sin excepción la muchachada del General acompaña sólo hasta la puerta del cementerio. Pero a lo largo de la caravana fúnebre espera reciprocidad en contante y sonante.

Aliados transmutados en adversarios producto de su abandono a la intemperie, quien ayer ponía el hombro para empujar el carro hoy mete palos en la rueda al equiparar las inminentes disposiciones tarifarias con los horrores de la tierra arrasada.  “Volvemos a 2016 (…) El ministro de Economía pone por delante de la recaudación impositiva versus el derecho de los usuarios y consumidores (…) Propone un ajuste del valor de la tarifa o del porcentaje que aportará luego de hacer el acuerdo con el FMI en relación con lo que pagamos los usuarios”.

La diatriba no proviene de las entrañas del troskismo Dorian Gray (por siempre adolescente) ni del trasnochado Grabois plantando perejiles en un campo tomado. La profirió José Luís Ramón. Un kirchnerista de paladar negro que hasta ayer nomás proclamaba las virtudes solidarias del gobierno. ¿Qué explica el viraje de 180 grados en su parecer? Motivos éticos de estatura kantiana. El imperativo categórico detrás de la objeción arraiga en haber quedado fuera del congreso tras las elecciones de 2021. El implacable purismo de los marginados de la rapiña se contrapone con la maleabilidad axiológica de aquellos autorizados para empacharse con los beneficios del botín. Coro y contracoro de réprobos y elegidos que gira en torno al interés venal como clave musical de un pentagrama de lucro compartido.

La interrupción del cursus honorum peronista que va en autopista de concejal a millonario desata reclamos tan airados como fugaces. Bastará con concederle un conchabo al despechado de turno para ver brotar en sus labios palabras apologéticas pronunciadas con la dulzura del enriquecimiento. La dinámica precede y sucederá la indignación del ex diputado y de ninguna manera lo distingue de sus pares. Ramón inscribe su modesta objeción en la honorable tradición quejosa de los jeffersonianos D’Elia, Milagro Sala y Boudou. Y si hemos de hablar con justicia, es el presidente testimonial reconciliado en 2019 con quien acusó en 2015 de encubrir el asesinato de Nisman quien personifica con toda solvencia y sin ningún rubor el exasperante titubeo moral conocido en Argentina como peronismo.

¿Frente de todos o todos enfrentados?

Con ánimo de objetividad urge mencionar que si el peronismo sufre un cuadro agudo de titubeo moral, Massa padece epilepsia ideológica en estado irreversible. El gambeteo por la conveniencia llevado a cotas de Messi por “Ventajita” garpa con creces en una cancha donde a la traición se le concede trato de viveza. Un ejemplo prototípico de acomodamiento peruca lo deparan las piruetas ejecutadas por Alejandro Granados. Señor feudal de Ezeiza y vasallo incondicional del poder de turno, apenas terminó el segundo cristinato arremetió en contra de su hasta entonces referente nacional.

Tan temprano como el 12 de diciembre de 2015 –exactamente dos días después del amanecer de Cambiemos- gritó a los cuatro vientos que él también era un veleta de la primera hora: “Sepan que soy un intendente peronista y que nada tengo que ver con el Frente para la Victoria (…) Soy del Partido Justicialista de Ezeiza y mis próceres fueron San Martín, Rosas, el teniente general Perón y la compañera Evita. Nunca se olviden de eso: Perón y Evita”.

Por supuesto, y como era esperable, la victoria de 2019 le permitió reencontrar sus pasiones kirchneristas olvidadas en las urnas de 2015 y vociferar con indignación que la obra pública quedó congelada durante los tenebrosos años macristas: “Muchas de estas obras se empezaron en 2015 y, con un salto en el tiempo donde se paralizaron, podemos finalmente inaugurarlas”.

La inconstancia como regularidad de los dirigentes justicialistas no condena a la feligresía al tormento de la incoherencia sino que la familiariza con las más violentas convulsiones del transformismo. Leer el culto a la contradicción como teología de versatilidad auxilia en la tarea proselitista de anestesiar a las creyentes con la adormidera del idealismo. No obstante, aunque el embeleco de la panquequeada suela presentarse como epifanía política, en ocasiones ni el barbitúrico de la epopeya alcanza para obrar milagros ideológicos…

Al compás del malambo argumental con que teje de día y desteje por la noche sus idas y vueltas, el Justicialismo a la “Penélope” recibió una patada en la canilla propinada por el más malcriado de sus referentes. “He tomado la decisión de no continuar a cargo de la presidencia del Bloque de Diputados del FDT [peeeeeero…] Permaneceré dentro del bloque para facilitar la tarea del Presidente y su entorno. Dejé los prejuicios de lado y también los agravios recibidos para conformar el Frente de todos, no así las convicciones (…) Algunos se preguntarán qué opción ofrezco. En principio, llamar a las cosas por su nombre: no hablar de una dura negociación cuando no lo fue, y mucho menos hablar de ´Beneficios`”.

El alegato epistolar produce un efecto opiáceo para los incondicionales. La inconsistencia de convivir por dos años a los besos parlamentarios con quien en 2015 prometía “meter presos a los corruptos y barrer a los ñoquis de La Cámpora” (Massa) obtiene ropaje altruista merced a una lectura adaptativa de los pasos dados y a seguir. A nadie escapa que el tango abunda en enseñanzas y que nada es tan cierto como “que 20 años no es nada”. Por eso a las dos décadas exactas que separan los aplausos de Néstor a Carlos de las promesas de Sergio contra los acólitos de Máximo los une el cementante de la desfachatez. Cinismo ilimitado que habilitó el simulacro de renuncia de medio gabinete tras las PASO y la puerta giratoria por la que el heredero del matrimonio presidencial sale y vuelve entrar en el bloque que deja de liderar.

La reacción en cadena desatada por la pataleta postal del nene de Mamá destaca el acotado margen de libertad de acción gozado por el Fernández que no gobierna. En sus propias palabras: “Hay un punto en el que el Presidente soy yo y tengo que tomar una decisión”. El percance con la geometría frentetodista construida desde el axioma del solitario punto irredentista radica en sus derivaciones políticas. Ocurre que en la línea de conducta proyectada desde Balcarce 50, el resto de los puntos que la componen expresan instancias de completa claudicación. Para más inri, la excepción confirma la regla. El implícito reconocimiento de su condición subordinada como ley general obliga a quien no manda casi nunca a explicitar que llegado un determinado nivel de desautorización, incluso él debe tomar una decisión medianamente autónoma. 

Las ansias de consolidación ideológica combinadas a martillazos con una descarnada agenda pragmática desnuda la chapucería de sus artífices. Atrapado en una realidad incompatible con su retórica asistencialista, el FDT esquizofrénico ataca y defiende el mismo programa financiero. Mientras el gobierno apuesta a reconvertir discursivamente el deterioro en crecimiento y la bancarrota en rebote, el oficialismo también denuncia el acuerdo como entreguismo apátrida y aúlla por el supuesto honor nacional mancillado en la cesión de soberanía con el Fondo. Condenado al sambenito de administrar escasez habiendo prometido la abundancia de las “heladeras llenas”, el gobierno que no gestiona tampoco atina a pintar un cuadro opíparo sobre el lienzo de una economía famélica.

Por torpeza albertista y complot cristinista, los Fernández que venían a poner Argentina de pie terminaron metiéndole la pata al país con un cóctel radiactivo de cuarentena eterna efectuada sin el más mínimo sentido sanitario, asfixia fiscal destinada a esterilizar cualquier atisbo de creación de empleo genuino, niveles de inflación con aspiraciones caraqueñas y un enfoque jubilatorio labrado como senda de empobrecimiento folklórico: “un camino largo que baja y se pierde”.  Mejunje a punto caramelo para el desmadre económico como encuadre desde donde avanzar contra reloj hacia un acuerdo con el FMI. Bipolaridades psicológicas antes que geopolíticas: A-del entendimiento sólo contamos con una vaporosa promesa de parte del FMI lograda gracias a la intervención de EE.UU y B-el presidente testimonial insiste en boicotear lo conseguido criticando públicamente a EE.UU. y al FMI en compañía de los máximos líderes del totalitarismo internacional.

Aunque puesta en riesgo por los talibanes del Instituto Patria, la desactivación de la bomba de tiempo del default a segundos de la deflagración abre la puerta a la siguiente muestra de prestidigitación explicativa: ajustar a las trompadas afirmando que se distribuye a cuatro manos. ¿Cómo? Gracias a la solución mágica con que Sarasa Guzmán encara la disyuntiva entre “un programa de ajuste real, versus un programa que le de continuidad a este proceso de recuperación fuerte que estamos viviendo”. Embriagados con el entusiasmo que exuda el nuevo chamuyo, los sigilosos entusiastas del albertismo no nato cultivan fantasías de reelección espoleados por el júbilo de no haber volado por los aires. Curioso triunfalismo de jihadista al que de casualidad no le reventó el chaleco explosivo sin percatarse de que está saltando de alegría en un campo minado por los propios secuaces.

Que el peronismo conspire no sorprende ni al más cándido. Pero que lo haga en perjuicio de sí mismo asombra al más avispado. Porque con esta cantinela de abandonos parlamentarios y batifondos contra el Fondo (valga la cacofonía), en lugar de empujar cuesta abajo a un segundo Duhalde que vuelva a arrastrar en soledad el costo político del ajuste, tiran al pozo a una réplica de Cámpora con quien están encadenados por férreos eslabones partidarios. Queda por verse cómo caerá la taba. O quien caerá con quien. Pero sea que la ortografía ideológica favorezca a los compañeros o beneficie a los kompañeros, la prosa realista de la historia mostrará cuanto deberemos pagar por nuestra afición nacional a comprarnos una y otra vez el eterno verso peronista.

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