martes 1 de abril de 2025
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Cómo llegamos a normalizar lo ultra

Todo trauma es una experiencia emocional profundamente perturbadora que puede aflorar y de modos no predecibles o desproporcionadamente. Parte de lo políticamente correcto fue, desde décadas atrás, limitar las expresiones radicalizadas.

El comportamiento de las expresiones radicales o extremas en las democracias occidentales es el resultado de la normalización de lo ultra, en términos de Vicente Valentim, impulsado por individuos que ya tenían puntos de vista de derecha radical, pero anteriormente no actuaron sobre ellos porque se consideraban socialmente inaceptables.

Estaban estigmatizados, lo que equivale a decir que existía una diferencia de expectativas sociales en torno a sus creencias que pasaron a ser indeseables para una mayoría o para quienes permitieron instalar un relato de cancelación. Estigma es lo indeseable. Eran indeseables. Era su trauma.

Lo ultra es una realidad de nuevo. Normalizado supone un proceso en el que las normas sociales contra una preferencia política determinada se han debilitado. La normalización del extremismo alude a la reconstrucción (moral, especialmente), incluyendo la indulgencia con el pasado reprochable. Se resignifica el pasado: hay uno malo, reciente, y del resto no hablemos. Toda unión, rejunte, acumulación que apoye el presente, vale.

El propio Valentim plantea tres fases para la normalización política: latencia, activación y superficie.

Fase de latencia, donde la derecha radical está estigmatizada socialmente, electoralmente débil y tiene líderes poco calificados. Incluso, puede hasta falsear parte de sus propuestas para reinventarse o no expresar el verdadero pensamiento en público.

Fase de activación, permitida por fenómenos exógenos, oportunidades no necesariamente planificadas. Un emprendedor político entra en la carrera con una plataforma de derecha radical y es capaz de movilizar votos. No es posible esta fase sin gatillos que destapen “contra normas” que se desprenden de conmociones sociales, crisis económicas, ataques, amenazas a la integridad, entre otras. Se rompe y cueestiona la norma previa. Quienes tenían puntos de vista radicales en privado, se animan a hacerlos públicos.

Fase de superficie, en la que se logra un gran avance electoral, haciendo que las personas de la derecha radical se sientan cómodas actuando públicamente sobre sus puntos de vista e impulsando a más políticos a unirse a la derecha radical. Incluso, ganando. Entre esas fases hay otros procesos que se superponen y potencian las fases. Veamos.

-Contextos sociales generadores de frustraciones que suelen ser previos a los gatillos excepcionales. Estos últimos funcionan como aceleradores (libertad fue un commodity que tomo gran impulso en la pandemia), pero que en realidad scrapean (técnica de extraer información de la web para su posterior análisis o manipulación) capas de descontento, especialmente aquellas que determinan que lo individual no puede ser nunca regulado.

No olvidemos que lo ultra es, sobre todo, ultra ideológico. Como reacción, se pasó a una individuación total. La demolición del Estado es eso: la incapacidad de articular un futuro consensuado. Se deserta de todo lo colectivo. El prisma de la convivencia es más vertical (el poder de arriba hacia abajo) que horizontal (deja de ser importante la solidaridad, lo comunitario y relacional). Por eso la indiferencia.

-Discursos de incivilidad. Generadores de abyección, de desechados socialmente. La abyección perturba la identidad, el orden. No respeta las fronteras, las posiciones, las reglas. La abyección trabaja sobre lo repulsivo o repugnante. Desde una condición moral, se desprecia o degrada. En la novela francesa, lo abyecto rozaba lo inmundo.

-Deshumanización. Emily Sydnor entiende a la incivilidad con la transformación del tono en el que se dialoga en la esfera pública, que va desde la descortesía hasta los insultos, las obscenidades y empieza a hacer cotidianos los diferentes estigmas de segregación, estereotipos humillantes, hasta la propia negación de la condición ciudadana o democrática de quién piensa diferente. Es un legitimador de la violencia en el trato del día a día. Una de sus consecuencias: genera abatimiento.

-Regocijo en la crueldad. Henry Giroux dice que las formas extremas de crueldad no sólo no están ocultas, sino que parecen ser recibidas con cierto nivel de alegría. Nuevamente, el trauma hecho presente desproporcionadamente. Nada lejos de lo que Bifo Berardi alerta separando la ferocidad (reacción animal del instinto de conservación), de la crueldad como acto humano, elaborado, cultural, el deseo de producir sufrimiento.

Horst Bredekamp plantea que las víctimas no son la consecuencia no deseada de un acto político, sino que se producen víctimas para intimidar como voluntad final de un acto. Golpeados, amenazados, intimidados, doxeados, despedidos. Hay, finalmente, una cuota de perversión que puede entenderse para muchos como el acceso a la libertad más elevada, puesto que quien la encarna pasa a ser simultáneamente verdugo y víctima, bárbaro y civilizado, describe Elisabeth Roudinesco (en su libro “Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos”. Ejerciendo una fascinación en el ámbito de lo increíble.

-Desjerarquización de voces. Todo vale igual. Se consume a cualquiera en la multicanalidad. Se festeja a los propios en las tribus. Cualquier video puede gustarnos. Cualquier verdad también. Se invita a cualquiera a una entrevista y se normaliza su discurso.

Si es violento, porque es contracara de los no violentos. Si extravagante, porque es distinto. El saber no importa, un adolescente provocador es referenciado como voz de lo ultra y es capaz de desacreditar ciencia, conocimiento, solo porque representa lo ultra. Ahí, una parte del periodismo es legitimador, cuando no cómplice.

Nadie es libre sin partirse en dos, dice el poeta, Ocean Vuong. Sentencia que la libertad actual tiene traumas pasados. Vaya si lo hacen saber los ultras.

Publicado en Clarín el 27 de marzo de 2025.

Link https://www.clarin.com/opinion/llegamos-normalizar-ultra_0_XLsp6pHMRp.html

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