Sobre la responsabilidad de los organismos internacionales de control de armas, la política exterior de la nueva administración demócrata en Estados Unidos y la implementación de perspectivas de genero dialogamos con Carina Solmirano, especialista en la cuestión.
A propósito del Día Internacional de la mujer, me llamó la atención un tema que vi en las redes que es la preocupación, desde la letra del Tratado sobre el Comercio de Armas, en la relación que existe entre la transferencia de armas y la violencia de género. Dado que no es común enfocar el tema desde esa perspectiva, ¿podrías contarnos en que consiste este alerta?
Cuando se negoció el Tratado, uno de sus objetivos centrales fue generar compromisos para un comercio de armas más responsable en el que la transferencia de armas no fuera utilizada para cometer o facilitar violaciones de derechos humanos y del derecho internacional humanitario, incluyendo actos de violencia basados en género. Lo novedoso del Tratado es que es la primera vez que se incorporó a la violencia de género como una de las razones por la que un Estado puede denegar una exportación de armas. Entonces, al exigir explícitamente que la violencia de género se considere en las evaluaciones de exportación, el Tratado cuestiona la invisibilidad histórica de la violencia de género y el uso o la facilitación de las armas en su perpetración.
En términos prácticos, sin embargo, estamos lejos de verificar que los Estados exportadores de armas hayan denegado una autorización basado en estas consideraciones. Creo que es un tema que necesita seguir siendo debatido en el seno de las Conferencias de Estados Partes del Tratado de manera que se avance en la implementación real de estas evaluaciones de riesgo. Así como hay Estados ya que niegan la exportación de armas a Arabia Saudí o los Emiratos Árabes Unidos porque evalúan el riesgo de que esas armas sean utilizadas en el conflicto de Yemen, necesitamos que ese mismo compromiso se aplique a la violencia de género.
Más allá de lo que cada Estado haga en función combatir la violencia de género, ¿qué se puede hacer desde los organismos multilaterales y desde las ONGs de alcance global?
Lo primero que hay que remarcar es que los Estados son los principales agentes para implementar medidas para combatir la violencia de género. Por ejemplo, si bien la creación de Ministerios o Secretarías de la Mujer es un gran avance en la región, no sirven si no se desarrollan políticas y programas que efectivamente comiencen a erradicar la violencia de género, que ayuden a bajar los niveles de femicidios que tenemos. Hoy hay un reclamo muy fuerte para que el Estado responda frente a la enorme cantidad de mujeres que fueron asesinadas desde que comenzó la pandemia.
Entonces, primero el Estado tiene que actuar y luego la sociedad civil y los organismos internacionales pueden acompañar y brindar asistencia técnica y concientización para hacer efectiva la implementación de esas políticas. En lo que respecta a la relación entre violencia de género y armas, las Naciones Unidas a través de sus centros regionales de desarme como UNLIREC en América Latina o UNREC en África apoya a los gobiernos a través de talleres de entrenamiento y de intercambio de experiencias e información con funcionarios de gobierno para que se incorpore la perspectiva de género en las políticas de control de armas, sobre todo las de fuego, que son las armas más utilizadas para cometer actos de violencia de género. A través del Servicio Fiduciario de Apoyo a la Cooperación para la Regulación de los Armamentos (UNSCAR), la ONU también financia proyectos de la sociedad civil destinados a apoyar la aplicación del Tratado sobre el Comercio de Armas y el Programa de Acción de las Naciones Unidas sobre las Armas Pequeñas y las Armas Ligeras. En nuestra región, los organismos internacionales también están financiando proyectos de cooperación técnica y préstamos que permitan a los países desarrollar sus sistemas de recolección de datos para mejorar los diagnósticos sobre la violencia de género o apoyando el establecimiento de oficinas de denuncia. Entonces, hay muchas formas en que hoy se está trabajando o ayudando a los países, pero sin que sea el Estado el que inicie y quiera implementar estas políticas, todos estos esfuerzos terminaran diluyéndose.
Desde la perspectiva de la seguridad, ¿qué respuestas concretas se deben desarrollar a partir del Estado para prevenir, mitigar o castigar la violencia de género cometida con armas de fuego?
Creo que hay que hacer mucho en el área de prevención. Te doy un ejemplo que siempre uso en mis clases. Se calcula que en el mundo circulan más de mil millones de armas de fuego y el 80% de esas armas está en manos de civiles. En EE.UU., solamente, circula el 40% de este stock global. Hay culturas muy permisivas, como la americana, en donde cualquier persona puede adquirir un arma con muy pocos requisitos. En los años que viví en EE.UU. pude ver cuan fácil era para una persona comprar un arma en Walmart. Algunos estados permiten además que la persona pueda llevar esa arma consigo o en su vehículo, algo que en otros países del mundo está limitado a las fuerzas de seguridad, militares o agencias privadas de seguridad. En América Latina, la región con más tasas de muertes violentas en el mundo, el 75% de los homicidios son cometidos con armas de fuego, que fueron adquiridas de forma legal e ilegal.
Lo que quiero decir con esto, es que frente a la facilidad con la que circulan las armas de fuego, es necesario pensar en como evitar que esas armas terminen siendo utilizadas para cometer femicidios o ejercer violencia contra la mujer. Porque el arma no sólo se usa para matar a la mujer, sino para amenazarla, para humillarla, para someterla, para abusarla. Y allí es el Estado el que tiene que establecer mejores controles antes de otorgar permisos de tenencia de armas. Por ejemplo, fortalecer el chequeo de antecedentes y análisis psicológicos para asegurarse que la persona no tenga antecedentes de violencia de género, que no haya denuncias anteriores. Para ello, también hay que mejorar la coordinación entre las instituciones que intervienen en este tema de modo que esa información esté sistematizada y disponible. Y este tipo de enfoque que propongo debería ser válido tanto para civiles como para las fuerzas de seguridad, ya que cada vez vemos más casos de policías que mataron a su pareja o expareja con su arma reglamentaria, con el arma que se llevan a su casa cuando ya no están en servicio.
Pasando a otro tema, que balance podés hacer sobre el 2020, relacionando las restricciones internacionales por la pandemia y el trabajo en el control de armas. ¿Hubo avances en este esquema?
Muchas reuniones internacionales fueron canceladas, como pasó con todo el sistema multilateral. Pasamos a vivir en un mundo de diplomacia digital que, en mi opinión, fue súper desafiante no sólo porque hubo que adaptarse rápido a trabajar con las distintas plataformas online sino porque no permitió la interacción humana que es tan necesaria en el mundo diplomático. Y si bien tuvimos más reuniones virtuales, el progreso respecto a determinados temas de la agenda de desarme y control de armas fue lento. Por ejemplo, la conferencia de revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear fue directamente pospuesta para este año al igual que la reunión bianual del Programa de Acción de Naciones Unidas sobre las Armas Pequeñas y las Armas Ligeras. La Conferencia de Estados Partes del Tratado sobre el Comercio de Armas se realizó en formato virtual y bajo procedimiento silencioso. De todas las reuniones virtuales organizadas el año pasado, hubo poco tiempo para discutir temas sustantivos como se hubiera hecho de forma presencial. Imaginate que en 2020 fue la primera vez en la historia que la ONU tuvo que cancelar la reunión de la Asamblea General que se realiza en Nueva York cada año. En estos momentos se discute cuan factible será este año volver a hacer reuniones y conferencias de la ONU de manera presencial. En Ginebra, algunas reuniones se están haciendo con un formato híbrido en el que solo los delegados de las misiones pueden estar presente en las salas. Las reuniones preparatorias que suelen tener lugar antes de una conferencia internacional continúan de forma remota. Toda esta situación de incertidumbre me parece muy preocupante porque mientras la pandemia continúa, conflictos como el de Yemen o el de Sudan del Sur, siguen causando la muerte de miles de personas y el desplazamiento de miles de otras al tiempo que muchos países continúan vendiendo armas como si nada hubiera cambiado. Tengo la sensación de que 2021 no será muy diferente y que volveremos a ver muy pocos avances. Ojalá me equivoque.
En el plano internacional, qué se puede esperar de una nueva administración Demócrata en los Estados Unidos respecto a los conflictos armados que aun prevalecen.
Creo que aún es pronto para evaluar, pero me animo a decir que uno de los temas de la política exterior norteamericana que el presidente Biden tiene que resolver es si cumplirá con el acuerdo que realizó la administración anterior con el Talibán para retirar las tropas norteamericanas de Afganistán en mayo de 2021 -con la consecuente escalada de violencia que se podría generar- o continuar la presencia militar en ese país y forzar al Talibán a sentarse a negociar la paz. Esta es una guerra que ya va a cumplir 20 años y que, pese a las intenciones de presidentes anteriores, EE.UU. parece estar empantanado ahí. De hecho, hace unas semanas atrás Biden presentó su Estrategia de Seguridad Nacional en la que remarcó que EE.UU. no continuaría involucrándose en guerras interminables que le cuestan miles de millones al país y que había que terminar de manera responsable la guerra en Afganistán, pero garantizando que esto no se traduzca en la presencia de grupos terroristas que puedan amenazar la seguridad de EE.UU. Respecto a Yemen, que sufre un conflicto humanitario sin precedentes, Biden también
anunció el fin del apoyo norteamericano a las operaciones ofensivas en la guerra allí, incluidas las ventas de armas a Arabia Saudi, que como sabes es un aliado estratégico de EE.UU. en el Medio Oriente. Con el correr de los meses, vamos a tener que esperar a ver si esta nueva diplomacia efectivamente tiene resultados o si simplemente es pura retórica.