Carina Solmirano fue designada en medio de la cuarentena global por el COVID-19 como coordinadora del Monitor del Tratado de Comercio de Armas, uno de los proyectos de Control Arms. Especialista en cuestiones de desarme, trabajó en esos temas tanto en Europa como en Argentina y escribió su tesis de maestría sobre esta temática. Tuvo la oportunidad de participar en varias de las reuniones que se hicieron en la ONU cuando se negociaba el tratado de comercio de armas.
¿Qué es Control Arms?
Control Arms es una coalición de ONGs que surgió en el 2003 con el propósito de impulsar un tratado que regulara el comercio de armas a nivel mundial. En ese entonces, solo tres Estados apoyaban la posibilidad de un tratado de esta naturaleza pero luego de diez años de negociaciones, donde Control Arms cumplió un rol fundamental, el Tratado de Comercio de Armas fue aprobado en la Asamblea General de Naciones Unidas en 2013. Desde entonces, 105 estados han ratificado el tratado y están obligados a reportar anualmente sobre las exportaciones e importaciones de armas convencionales, pequeñas y livianas al Secretariado del TCA en Ginebra. Hoy Control Arms asiste a los estados en la implementación del tratado a través de actividades de construcción de capacidades y entrenamiento.
¿Cómo llegas a tu nueva posición en la organización?
No soy ajena al mundo del desarme. Durante muchos años investigué y trabajé en estos temas tanto en Europa como en Argentina y escribí mi tesis de maestría sobre esta temática. Tuve la oportunidad de participar en varias de las reuniones que se hicieron en la ONU en los años en que se negociaba el tratado de comercio de armas. Muchos de mis colegas y amigos vienen de ese mundo por lo que creo que fue natural volver a estos temas cuando se presentó la oportunidad.
Actualmente soy la coordinadora de uno de los proyectos de Control Arms, el Monitor del Tratado de Comercio de Armas. Cuando se aprobó el tratado, no se incluyó una cláusula de monitoreo por lo cual el Monitor se convirtió en el mecanismo de facto para verificar si los estados cumplen con las obligaciones del tratado. Anualmente publicamos un reporte que sirve para informar el avance y los desafíos que tienen los estados miembro del tratado por lo que actúa como una fuente de referencia basada en investigación independiente que hacemos con el equipo.
En un mundo que tal vez ponga en tela de juicio los modelos multilaterales, como ya se observa en algunas críticas que se hacen a la OMS por el manejo de la pandemia, ¿crees que el mensaje o trabajo en estas organizaciones podrá ser revalorizado?
Creo que sí. De hecho, hace varias semanas que diversas organizaciones que trabajan en el campo del desarme y el control de armas han estado muy activas en enviar mensajes a los estados para que no olviden sus compromisos internacionales respecto a los distintos instrumentos de desarme y control de armas que existen.
Te doy un dato: el comercio de armas genera ganancias anuales de 130 mil millones de dólares, el mundo gasta 1900 billones de dólares en sus fuerzas armadas y la realidad es que todo este dinero hoy podría invertirse en el sector salud, donde sabemos que se necesita urgentemente para poder enfrentar la pandemia del COVID-19. Hay un mensaje importante hoy respecto a como priorizar estos gastos. El Bureau Internacional de la Paz, por ejemplo, presentó hace poco una infografía donde se comparan algunos costos que son escalofriantes. Una hora de vuelo del F-35 (uno de los aviones de combate más modernos de EE.UU) equivale al salario anual promedio de una enfermera en los países de la OECD: US$ 44.000. Los US$ 11 millones que cuesta un tanque Leopard 23 equivalen al costo de 440 respiradores.
Por otro lado, muchas organizaciones también han sido claves para continuar monitoreando lo que ocurre con las industrias que producen armamento, ya que en este momento de crisis, muchas han anunciado que continuarán su producción para evitar cerrar sus fábricas y despedir a sus empleados. Es un tema sensible en este contexto que requiere un rol activo de las ONGs como watchdogs de estas empresas, de modo que en el medio de esta pandemia no se produzcan transferencias irresponsables de armas a países acusados de violar derechos humanos o involucrados en estos momentos en conflictos.
¿Qué tipos de conflicto se pueden predecir o evitar a partir de la evaluación que se pueda hacer del manejo de la pandemia?
Me parece muy difícil saberlo a esta altura porque estamos en una fase donde se está tratando de controlar la pandemia y no tenemos todavía idea de la magnitud y los resultados que tendrá a nivel global, regional y nacional. Un hecho que quizás pasó desapercibido acá es que el 23 de marzo pasado el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, hizo un pedido de un cese global del fuego en las zonas de conflicto como Yemen o Siria para que se pudieran crear corredores humanitarios que permitan la llegada de atención médica de la gente. Los resultados han sido dispares hasta ahora. Ayer Arabia Saudi, por ejemplo, declaró un cese de fuego unilateral en Yemen por un mes, luego de haber tenido un intento fallido de cese del fuego que duró solo tres días en marzo.
Por otro lado, dado que la pandemia está afectando enormemente a las economías, existe una posibilidad de que la tentación de continuar el involucramiento o apoyo de las grandes potencias en los conflictos actuales sea menor o que los mismos países que están actualmente en conflicto encuentren maneras de encaminarse hacia procesos de paz. Esta semana el profesor de MIT, Barry Posen, publicó un artículo muy interesante en Foreign Affairs donde plantea que la razón fundamental por la cual la pandemia inhibe el potencial de guerra es económico. Posen se pregunta entonces si la pandemia en realidad terminará promoviendo la paz.
Lo que si imagino y es lo que muchos colegas vienen advirtiendo en las últimas semanas es que el mundo post COVID-19 será muy distinto al que conocemos y ahí se replantea entonces la pregunta sobre las nuevas configuraciones globales donde aún no queda claro cual será el rol de EE.UU., China, la Unión Europea o los organismos multilaterales y como todos estos podrán gestionar los potenciales conflictos que emerjan.
Para algunos politólogos, se dará una combinación de un mundo menos comunicado por medios tradicionales pero más conectado por nuevas tecnologías, ¿puede ser eso una ventaja para las transacciones ilegales de armas o drogas, ya que puede preverse menos control territorial?
Depende. Por un lado, los países mas desarrollados están en condiciones de usar la tecnología también para incrementar la vigilancia de este tipo de actividades, sobre todo en sus fronteras. Pero países en desarrollo que tienen fronteras porosas y poco vigiladas en circunstancias normales, pueden ver un incremento de estas actividades ilícitas dado que sus esfuerzos de control están en combatir la pandemia. Ahora bien, en el corto plazo y dado que la pandemia también esta afectando a las organizaciones criminales por las restricciones que se imponen a la circulación de personas, la probabilidad también es que se vea una disminución de estas actividades mientras dure la pandemia. Carolina Sampó publicó hace poco un artículo al respecto que vale la pena leer. Lamentablemente las nuevas tecnologías también han aumentado el uso de la llamada “dark web” donde se realizan todo tipo de transacciones criminales, desde la venta de drogas y armas, pasando por el tráfico de órganos y el reclutamiento de terroristas. Entonces, si el mundo irreversiblemente avanzará hacia formas de cooperación y comunicación guiadas por la tecnología en el mundo post COVID-19, habrá que seguir imponiendo restricciones al uso de la dark web para evitar que las actividades criminales que ya se realizan vía canales tecnológicos, aumenten.