Finalmente, dio una vergonzosa marcha atrás y si bien en Bogotá se hablaba de un acuerdo negociado, la Casa Blanca señaló que Bogotá aceptó “todos los términos del presidente Trump, incluida la aceptación irrestricta de todos los extranjeros ilegales de Colombia regresados de EEUU, incluso en aviones militares estadounidenses, sin limitación ni demora”. Salvando las enormes distancias, el comunicado recuerda las palabras de Francisco Franco el 1 de abril de 1939: “cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares”.
Si el fiasco se debió a un grueso error de cálculo, con consecuencias negativas para el resto de América Latina, lo que ocurre en el Catatumbo también responde a una mala evaluación sobre la violencia colombiana. El estado de conmoción es respuesta al cruento enfrentamiento entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Frente 33 de las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Según las fuentes, los “elenos” provocaron entre 60 y 100 muertos y 40.000 desplazados, muchos de los cuales, paradójicamente, se refugiaron en Venezuela.
Las razones de este enfrentamiento, ante el cual el ejército colombiano ha sido hasta ahora un mero espectador, son múltiples. De un lado, la lucha por controlar una de las mayores zonas cocaleras del país, a la vez que garantizar la unidad de las estructuras del ELN en torno al comandante “Pablito”. Del otro, el fracaso de la política de paz total del presidente Petro, ensayada desde su llegada al poder en agosto de 2022. En su búsqueda de la paz abrió nueve mesas simultáneas de negociación, con escasos o nulos resultados, especialmente en la reducción de abusos contra la población civil. Según Human Rights Watch (HRW), los altos el fuego alcanzados por Petro fueron incumplidos por los grupos armados implicados.
Más allá de los problemas específicos del Catatumbo, incluyendo que tanto el ELN como las disidencias de las FARC se refugian en Venezuela, la causa principal de lo que ocurre responde a la apuesta utópica e irreal de paz total de Petro. La idea, hoy frustrada, era sentar a negociar a prácticamente todos los grupos armados colombianos, desde las viejas guerrillas (ELN, disidencias de las FARC) a las bandas criminales, incluyendo los carteles del narcotráfico, como el Clan del Golfo.
El énfasis se puso en el ELN, el mayor de todos ellos, devenido una peligrosa organización binacional colombo–venezolana, y se iniciaron negociaciones en Caracas, México y La Habana, finalmente abandonadas. Desde hace años, todos los presidentes que buscaron la paz, desde Andrés Pastrana a Juan Manuel Santos, intentaron sumar al ELN a la negociación, siempre con el mismo resultado: su negativa total a negociar seriamente y a renunciar a la violencia, comenzando por los secuestros extorsivos. De ahí la sorpresa con un presidente que pensó de forma ilusoria que podía triunfar allí donde otros fracasaron. La sorpresa es mayor dado su conocimiento de la lucha armada y su paso por el M-19.
Para alcanzar la paz total, Petro redujo la presencia, la acción y el presupuesto de policías y militares en el combate a la violencia. Su paso atrás no solo desmoralizó a las fuerzas del orden, permitiendo reorganizar y rearmar a buena parte de las organizaciones criminales y terroristas, sino también favoreció el aumento del área cultivada de coca y su producción. Hoy es tal exceso en la oferta de cocaína, que sus decomisos en Europa se han incrementado considerablemente.
Tras el incremento de la violencia en Catatumbo, a Petro no le quedó más remedio que declarar la guerra al ELN y ordenar la entrada en combate del Ejército. Su política de paz total impidió generar los incentivos necesarios para que tanto el ELN como los demás grupos armados se sentaran a negociar. En vez de aumentar la presión para convencerlos de que la única salida era el diálogo y el abandono de las armas, alentó su retórica ideologizada, favoreció su rearme junto al crecimiento y expansión del narcotráfico.
Publicado en El Periòdico de España el 27 de enero de 2025
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