lunes 30 de diciembre de 2024
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Cambio de hábitos frente al cambio climático

Más allá de las imágenes de mares del sur congelados o carreteras patagónicas congestionadas por la nieve, inusitadas por su dimensión pero sobre todo por su escasa frecuencia, Sudamérica está olvidándose de los inviernos así como buena parte del resto del mundo.

Los registros de paisajes glaciares, muchedumbres abrigadas y programaciones invernales por 3 meses van menguando. Y a menos frío, más lluvias, cada vez más intensas. Como las que ocasionaron las tremendas inundaciones del estado de Rio Grande do Sul, en Brasil, que brindó escenas apocalípticas de rascacielos tapados por el agua. “Para cada grado a más de calor, se produce siete veces más de vapor de agua” alerta Andrew Schwartz, científico líder de la Universidad de Berkeley. Inviernos calientes y mojados se convertirán, por lo tanto, en el nuevo normal climático.

Con las alteraciones radicales del clima, deberían cambiar los hábitos, las percepciones y las reacciones frente a las causas que los provocan. ¿Pero es eso lo que nos apuntan los datos de opinión pública?

La encuesta anual de WIN, la mayor red internacional de agencias independientes, que entrevistó a casi 33.900 adultos en 39 países diferentes entre febrero y marzo de 2024, revela que las preocupaciones con las evidencias de crisis climática no han cesado.

De hecho, Latinoamérica sobresale como la región que expresa más angustia ambiental, con valores próximos al 90%, o sea, sin distinciones ideológicas, partidarias, generacionales o de clase.

Hay claridad también sobre qué la provoca. En contraste con el negacionismo de los EE.UU. donde más de ¼ de los ciudadanos atribuyen los cambios del clima a fenómenos naturales, los países latinoamericanos fuertemente culpabilizan al desarrollo industrial o a los estilos de vida de las personas.

La atribución de responsabilidad individual es de las más fuertes en Brasil: 54% culpan al consumo personal por las alteraciones ambientales. Pero lo que podría parecer una señal de concientización esconde más la astucia de los sectores que estimulan la deforestación como la pecuaria y agricultura, la explotación maderera y la minería.

Un porcentaje ínfimo (3%) acusa al sector primario por los desajustes climáticos, a pesar de las evidencias de que el 80% de las emisiones brasileñas provienen de la destrucción de florestas para ocupación indiscriminada con soja, algodón o ganado.

Allí, Think tanks, consultoras y ONGs supuestamente pro-sostenibilidad han hecho un buen trabajo en desviar toda la responsabilidad hacia el individuo, con campañas que expurgan a sectores como el energético y agrobusiness de culpa y obligaciones, convirtiendo al consumidor particular en el gran destinatario de las directrices educadoras rumbo a una vida con menor impacto ecológico. ¿Hasta qué punto ello desvía la atención de los grandes culpables?

Los latinoamericanos revelan que las cosas se complican a la hora de convertir esas ansiedades en una menor huella ambiental en los hechos. Al sondear sobre sus esfuerzos de adaptación para vivir dentro de los límites planetarios, la inmensa mayoría se refiere a actividades vinculadas con el fin del ciclo de consumo (el descarte de bienes consumidos) antes que con moderaciones o neutralizaciones de las fases previas: la adquisición y uso de bienes de consumo.

Dos tercios de los encuestados depositan todo su compromiso de mitigación climática en el reciclaje, o sea, no está pensando en consumir menos o mejor. En contraste con países europeos, tan sólo ¼ de los latinoamericanos pondera huir de la moda rápida (versus más del 40% de los alemanes o franceses o del 50% de los suecos).

De modo parecido, menos de ¼ de los latinoamericanos piensan dejar de usar vuelos (versus 1/3 o hasta más del 40% de alemanes, finlandeses, polacos y holandeses). Y ni hablar de parar de consumir carne, en beneficio de una dieta con menos externalidades ambientales, algo que sólo 1 de cada 10 latinoamericanos está dispuesto a hacer (versus el doble o más de escandinavos, británicos, franceses e italianos).

Para quienes estudian cómo facilitar la transición de los comportamientos en una dirección climáticamente más amigable, una de las sospechas recae en la comunicación ineficiente o poco estimulante. Un reciente webinar de WAPOR Latinoamérica discutió cómo movilizar mentes y corazones cuando se trata de generar condiciones que eviten un desastre climático mayor.

La periodista Pearl Maravall del YPCCC destacó que no se trata de bombardear con datos aunque haya que informar, ni se trata de generar culpa o espanto por el tamaño de la tragedia, pues esas estrategias terminan paralizando a las personas.

Parte del secreto reside en comunicar acciones de escala alcanzable para el ciudadano común, subrayando la aprobación social tras de adoptar esas conductas, a partir del relato de historias que conecten beneficios personales y soluciones colectivas.

Surgen con fuerza –así- las narrativas de madres que ayudaron a sus hijos a vivir más saludablemente o recuperar tradiciones de diversión y socialización que se eximen de gastos suntuosos o mediación tecnológica. O relatos de empatía y solidaridad con otras especies, reconociendo su inteligencia y su compañía, al mismo tiempo que se recupera la belleza del paisaje no intervenido (en contraste con áreas destruidas para creación de proteína animal a gran escala con sus efectos de polución y empobrecimiento del ecosistema).

Así como también historias de individuos que tuvieron que afrontar consecuencias concretas del cambio climático, como una inundación que los privó de sus bienes o destruyó comunidades y obligó a repensar no sólo los hábitos individuales sino también la planificación urbana para que el curso original de los ríos sea respetado, o la basura no sea desechada a los arroyos, o en defensa de áreas verdes próximas a los cursos de agua.

En definitiva, historias inspiradoras e instigadoras, enfocadas en las soluciones, la resiliencia comunitaria y líderes comunes en la proximidad donde ocurren los desafíos.

Publicado en Clarín el 11 de septiembre de 2024.

Link https://www.clarin.com/opinion/cambio-habitos-frente-cambio-climatico_0_JIrxSIuOYW.html

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