Fue Ulyses Petit de Murat el que los reunió en 1933. “Señor, le presento a mi amigo el escritor Jorge Luis Borges”, “Georgie te presento a Natalio Botana”.
El hacedor de Crítica era un lector consumado, compartía la devoción de Borges por Mark Twain, Stevenson y especialmente por Flaubert, ese exquisito escritor francés que le leía los borradores a su cocinera, y si ella no entendía, rehacía los textos. Combinaba con extremo cuidado la admiración por lo clásico y el olfato por lo popular. Botana propuso que Ulyses y Borges codirijan la Revista Multicolor que aparecería como suplemento literario y lúdico del diario los días sábados. Borges pasó así a ganar el primer sueldo de su vida, la fabulosa cifra, para la época, de 300 pesos por mes.
Las instrucciones eran fáciles de asimilar: “Un veinte por ciento de verdad para dar base a la nota es suficiente, y un ochenta por ciento de ficción, y que no se distinga bien entre una y otra cosa”. Borges no sólo acepta la fórmula sino que la hace suya y la transforma en lo que sería una marca distintiva de su producción literaria y una clave principal para decodificar su obra.
El método Botana devenido en literatura borgiana fraguó el escritor más destacado del Siglo XX en español, y uno de los más importantes del mundo en cualquier lengua.
Para pesar de muchos, el método Botana fue creciendo en aceptación masiva y también fue paulatinamente asimilado por la retórica política populista. Alimentó de esta forma los relatos de turno que, propugnando facilismos económicos y enemigos imaginarios, obtenían divisiones sociales y desequilibrios estructurales.
Así como el populismo literario llevó a Borges al podio del Mundial de la Literatura Universal, el populismo discursivo consiguió que la Argentina se transformara en un jugador errático e inestable, siempre peleando el descenso en cualquier torneo e, incluso, perdiendo la categoría en repetidas oportunidades. Lo popular se volvió populista.
Quizás este rasgo populista de Borges es el que explique porqué es el gran escritor Argentino. Veinte por ciento de verdad y ochenta por ciento de ficción funcionó en las artes de las palabras. Veinte por ciento de verdad y ochenta por ciento de ficción no ha funcionado, ni podrá hacerlo, como factor de crecimiento y progreso social.