Como es de amplio conocimiento, actualmente el mundo se encuentra en vilo esperando que la aprobación de alguna vacuna contra el COVID permita restaurar la normalidad social y económica. En países como el nuestro donde los gobiernos han actuado de manera incompetente ordenando cuarentenas eternas, en lugar de buscar modos de convivir con el virus, la necesidad se vuelve aún más patente. Increíblemente, en medio de este panorama desolador, en el que desde el Estado no se le permite trabajar a millones pero siguen sometiéndolos a impuestos ruinosos, los ciudadanos tenemos que tolerar sermones por parte del gobernador o el presidente. Sin ningún tipode autocrítica y echando mano a una desfachatez alarmante, culpan a la población de un desastre que no supieron sortear ya sea por improvisar o carecer de capacidad.Por otra parte y como señaló en sus redes Gianni Venier, ex Ministro de Seguridad de Mendoza, se coloca el acento en el ámbito privado sin prestar atención a los contagios que pueden estar sucediéndose en el ámbito de los trámites en dependencias estatales. Podemos considerar que la situación tomó por sorpresa al Ejecutivo en sus diversos niveles, pero no es la primera vez que algo así sucede.
De hecho, los grandes cambios en cuanto a la organización de las sociedades fueron impulsados en gran medida por enfermedades. Males totalmente desconocidos al momento de aparecer, como el cólera, obligó a los políticos de turno a modificar las ciudades generando una verdadera “nueva normalidad” que incluyó agua potable y mucha inversión.
Hoy, tras seis meses y con la economía en ruinas, se vuelve evidente que las autoridades no trabajan adecuadamente incrementando los recursos en hospitales.
Julio Argentino Roca tuvo en sus manos a la Argentina cuando la viruela hacía estragos. Fue durante su segunda presidencia, entre 1898 y 1904, cuando las campañas de vacunación comenzaron a formar parte de la agenda política. Desde principios de abril de 1901 aquella enfermedad se presentó con caracteres alarmantes, consecuentemente las autoridades llevaron acabo un plan inmediato de vacunación domiciliaria. Roca se hizo cargo de la situación enviando tropillas de enfermeros y médicos para vacunar a la población más vulnerable a domicilio. En lugar de detenerse a culpar a la sociedad ingresó la vacuna a los conventillos, donde la pobreza y el hacinamiento empeoraba cualquier diagnóstico.
Hoy no es posible tomar esa determinación dada la carencia de vacuna, pero se podrían haber realizado hisopados masivos para controlar con mayor efectividad el problema.
En nuestra provincia el Estado comenzó a administrar vacunas gratuitamente hacia 1885, principalmente a través de una”Sala de vacunación” instalada en la Municipalidad de Ciudad bajo la dirección de Luis Carlos Lagomaggiore, con total apoyo del Gobernador Rufino Ortega.
Eran sin duda tiempos difíciles, sin los adelantos actuales ni los recursos. Aun así, aquel puñado de hombres supo hacer frente a la calamidad utilizando los escasos medios de comunicación para informar a la población, no para culparla.
Publicado en Los Andes el 12 de septiembre de 2020.