jueves 28 de marzo de 2024
spot_img

Así en el norte como en el sur

Con sistemas políticos diferentes, economías absolutamente distintas y una relación con el mundo para nada equivalentes, los actuales gobiernos de EE.UU. y la Argentina se enfrentan a disyuntivas similares.

El estadounidense medio hoy está preocupado por la inflación, el precio de la nafta, la escasez de leche en polvo para recién nacidos y la vorágine de violencia reactualizada con la masacre de Buffalo, perpetrada por un supremacista blanco de 18 años. Frente a estas preocupaciones que los medios y las redes sociales amplifican ad infinitum, toda la gestión de la administración Biden tambalea y, pese a todo lo hecho hasta aquí, ese humor finamente labrado a fuerza de una crisis amplificada, condenará a los demócratas a perder el control del Congreso en la próxima elección de noviembre.

“Tenemos que mostrarle a la gente que nos estamos rompiendo el trasero”, dijo esta semana el diputado demócrata, por Nueva York, Jamaal Bowman al presentar un plan legislativo para abordar los temas del momento –ni más ni menos que los expuestos más arriba– a sabiendas que en la Cámara Baja existe una ventaja numérica que impacta contra el 50 & 50 de la Cámara Alta donde los republicanos tienen la posibilidad de frenar las iniciativas, aunque más no sea para perjudicar a sus rivales. De hecho, se sienten optimistas acerca de ganar el control de la Cámara, especialmente porque la inflación ha disparado el precio de todo, desde los comestibles hasta la gasolina, y los números de las encuestas de Biden están a la baja.

“Lo que escuchamos en casa es que la gente está preocupada por el aumento de los precios y cómo van a llegar a fin de mes”, dijo el diputado demócrata por Wisconsin, Ron Kind. “Y si podemos hacer algún progreso en eso en los próximos cuatro o cinco meses. Creo que va a haber una atmósfera política diferente de cara a las elecciones intermedias”. Alguien diría por acá en el sur que preparan un plan “platita” con regulaciones al precio de los combustibles que introducirán “distorsiones” en el mercado a mano de la Comisión Federal de Comercio.

La propia Nancy Pelosi, líder del Congreso, ha planteado que quien “no apoya la legislación para detener la especulación de precios, está a favor de la especulación de precios”, aunque esas regulaciones afecten los intereses de gobernadores demócratas petroleros, que ya han mostrado sus reparos.

“Ganen o mueran” podría haber proferido cualquier legislador demócrata en estos días, porque la derrota de noviembre significará el regreso de Donald Trump quien sentado en su villa de Mar a Lago cobra 50.000 dólares el café a quienes considera que son merecedores de su apoyo en distintos estados de la Unión.

Aquí en el sur la cosa no varía en lo esencial, la pandemia, la inflación, un líder opositor que tomó el consabido café con Trump y que no escatima en atacar sin piedad al oficialismo sólo exacerba la frustración generalizada.

En ese punto reside la coincidencia más grande: comportarse como un free rider y echar nafta al fuego de la frustración colectiva (real e inflada) para erigirse como una alternativa “fuera de la caja”. El problema es que el sistema democrático paga las consecuencias de ese comportamiento y todos los índices muestran que el deterioro de ese sistema se agrava, a la vez que las soluciones autocráticas son vistas con mejores ojos.

Los medios y redes sociales cumplen su parte en todo este deterioro. Tucker Carlson desde el horario central de FOX News propaga desde teorías conspirativas hasta la idea de que a Trump le robaron las elecciones pasadas.

En nuestro país también hay varios periodistas notables –elija el nombre que quiera– que cumplen la misma función, augurando hiperinflaciones, la penetración sino-rusa y, siempre, la corrupción generalizada. El resultado, la aparición de un candidato surgido de una pesadilla que aprovecha con mayor eficiencia todo el descontento generado.

spot_img

Veinte Manzanas

spot_img

Al Toque

Alejandro Garvie

Marielle y Brigitte, crímenes políticos horrorosos

Fernando Pedrosa

Argentina no puede cambiar hace años, pero ahora quiere hacerlo rápido y dos veces

Maximiliano Gregorio-Cernadas

El trilema de Oppenheimer y la encrucijada argentina