martes 8 de octubre de 2024
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Arturo Illia, un presidente común

Arturo Illia empezó la universidad en los tiempos que el vendaval de la democracia llegaba al país y a las altas casas de estudios. Arturo era radical y reformista, y al terminar sus estudios habló con Hipólito Yrigoyen quien lo designó como médico de la Mutual ferroviaria en Cruz del Eje en 1929, donde su estilo peculiar de ejercer lo hizo famoso. Allí llegó con su valija de cartón, pero, en 1930 el gobierno de Uriburu, lo despidió.
Cuando lo veían partir los vecinos del pueblo le pidieron que se quedara a ejercer en el pueblo, cosa a la que accedió.
A la par de su ejercicio de la profesión militaba en el radicalismo local, que presidió en 1933, y lo haría senador provincial y en 1940 vicegobernador de la provincia.
El cantante Jairo se crió en Cruz del Eje, aquel pueblo donde Arturo Illia ejercía la medicina, mucho antes de tener poder alguno.
“Fue la ética sentada en el sillón de Rivadavia”. Jairo contó una vivencia estremecedora de su Cruz del Eje natal, ante un teatro que había ido a verlo. Una madrugada su hermanita no paraba de temblar mientras se iba poniendo morada. No sabían qué hacer. Y fueron a buscar al médico. El doctor Arturo Illia se puso un sobretodo sobre el pijama , se trepó a su bicicleta y pedaleó hasta la casa de los González. Apenas vio a la nenita dijo: “Hipotermia”.
-“No se si mi padre entendió lo que esa palabra rara quería decir”, contó Jairo.
La sabiduría del médico ordenó algo muy simple y profundo. Que el padre se sacara la camisa, el abrigo y que con su torso desnudo abrazara fuertemente a la chiquita a la que cubrieron con un par de mantas. A la hora la chiquita empezó a recuperar los colores. Y a las 5 de la mañana, cuando ya estaba totalmente repuesta, don Arturo se puso otra vez su gastado sobretodo, se subió a la bicicleta y se perdió en la noche. El teatro se llenó de lágrimas.
Marcos Aguinis, otro de los vecinos de Cruz del Eje, relata así un recuerdo de su ejercicio de la profesión, en un artículo publicado en el diario La Nación (en ocasión de lo cincuenta años de su derrocamiento): “Desilusionado y sin recursos, Illia proyectó regresar a Pergamino. De inmediato, se expandió una popular colecta para comprarle una vivienda (en 1943/4). Muchos años después, cuando visité esa casa -convertida ahora en un museo- abrí el libro con la lista de los contribuyentes. Me emocionó descubrir el nombre de mi padre, que regentaba una modestísima mueblería. También miré con otros ojos su estrecho consultorio, adonde me llevaban cuando niño. Lo vi más pequeño del que atesoraba mi memoria, así como su dormitorio y comedor. Pero estaba la famosa palangana, una suerte de gorra: allí sus pacientes depositaban los honorarios según les pareciera, y los que no podían pagar se iban con un apretón de manos. Cuando un paciente le informaba que no tenía dinero para comprar la medicina que recetaba, el doctor Illia guiñaba hacia la palangana y decía: “Lleve cuánto necesita””.
Enrique Vazquez es un periodista cuyo tío abuelo tuvo la “suerte” de ser farmacéutico en Cruz del Eje, a pocas cuadras donde Illia atendía a sus pacientes. Cuenta que Illia enviaba a pacientes a la farmacia recetando …..las muestras gratis necesarias para culminar el tratamiento, para desesperación de su tío abuelo.
Su preocupación por la salud de sus pacientes lo hicieron leyenda en el pueblo, y pudo aunar su carrera profesional con su carrera política. No era un médico ingenuo, fue un formidable difusor del radicalismo en una zona donde los conservadores eran fuertes, y también el mejor discípulo de Amadeo Sabattini.
La colecta para comprarle la casa que era a su vez su vivienda y consultorio fue en 1944, después de ser electo vicegobernador en 1940 y desalojado del cargo por el golpe filofascista del 4 de junio. La honradez, el desinterés por el dinero, eran una cualidad de los políticos de esa época, cuan lejana a los tiempos actuales.
En esa colecta también se reunieron fondos para comprarle un auto, dado que no tenía y recorría a sus pacientes, sea para atenderlos o alcanzar las medicinas, en sulky, bicicleta o a pie. El auto lo vendió siendo presidente para pagar el tratamiento médico de su esposa, siendo presidente de la República dado que entendió que no debía usar fondos públicos para ella.
Contar esto es solo una parte de la historia, él creía que la salud debía ser accesible a todos, pero, no pretendía una palangana en cada consultorio médico. No llegó a la presidencia para eso, diseñó un modelo de remedios accesibles, que lo puso en pie de guerra con los laboratorios farmacéuticos, y las presiones de los laboratorios eran públicas a través de solicitadas en los diarios, a través del gobierno suizo que intentó trabar la renegociación de la deuda pública para torcerle el brazo, y finalmente para financiar un golpe de Estado con olor a remedios caros, cuando todo esto había fracasado.
Illia fue un médico que vino a reparar una sociedad, a dar docencia con el ejemplo de lo que es ejercer el poder, capaz de pasarse horas hablando para explicar, para darle un sentido a sus ideas, no creía en el poder vertical de las dictaduras, de los gestos fuertes que había visto en europa y tanto le molestaban. Fue un médico para un país enfermo, pero el país no estaba preparado para su cura, y la democracia fue derrotada, y los autoritarios lograron una vez más el poder.
Las medidas de la dictadura naciente implicaron liberar el precio de los medicamentos y obligar a los trabajadores a aportar a las Obras Sociales sindicales, una devolución de favores por el apoyo de los sindicatos al golpe de Estado.
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