viernes 29 de marzo de 2024
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Apostar por las “ciencias de la vida”

Recorriendo el país, en algunas circunstancias me vi sorprendido por el ingenio y la vocación transformadora de un tipo particular de empresas, que están a la vanguardia en tareas de alta relevancia, pero cuya actividad no aparece tan visible por carecer del glamour del diseño, de la repitencia que brindan las redes o la sorpresa que genera el universo de la información y comunicación (IT).

A modo de ejemplo, en una de ellas me invitaron a visitar un criadero de cerdos que funciona bajo el paradigma de la “economía circular”; en otra una experiencia piloto con un tipo particular de moscas cuyas larvas son altamente proteicas y pueden mejorar la alimentación animal; en una tercera fui testigo de un convenio mediante el cual lo que hoy se considera “residuo” de trigo se transforma en paneles ignífugos y atérmicos aptos para la construcción, con ventajas notables sobre las alternativas actualmente existentes.

El hilo invisible que une estas tres historias es la biotecnología. Se trata de historias de trabajo, tesón y conocimiento, que no ocupan lugar en nuestras conversaciones, pero que están destinadas a cambiarnos la vida a corto plazo.

A pesar del esfuerzo de muchos, el sistema institucional argentino no logra generar un espacio para tratar con rigor técnico y espíritu visionario el lugar que le corresponde a “las ciencias de la vida” en nuestro futuro.

Ya sea para encarar la sostenibilidad de modo consistente, para generar puestos de trabajo de alta calidad, para diversificar nuestro portfolio exportador, para mejorar las condiciones de salud de nuestra población o para federalizar la actividad económica, las ciencias de la vida en general y la biotecnología en particular tienen mucho para aportar.

Con la misma intensidad que estamos viviendo una revolución socio-política a partir de los cambios en los modos de comunicarnos y de procesar y transferir información (revolución informacional), ocurren otras transformaciones menos visibles pero igual de relevantes en la genética, en la generación de energía no fósil, en la sustitución de materiales no renovables por alternativas renovables, en la regeneración de daños ambientales, en el modo de multiplicar la producción de alimentos y luchar contra plagas, etc.

Todo esto sería de mero interés ilustrativo si no fuera porque Argentina tiene (y mucho) que decir y hacer al respecto.

Los tres ejemplos presentados, son el botón de muestra de una sociedad inquieta que aún en contextos adversos investiga, ensaya e invierte.

La postpandemia consagrará definitivamente una economía digitalizada y también una preferencia absoluta por el manejo sostenible, predecible y trazable de los recursos naturales. Ambas revoluciones conviven en las empresas. El futuro no solo será digital, sino que será “bio”.

La gestión inteligente de nuestros recursos naturales, añadiendo conocimiento a los procesos de elaboración de productos, junto a una capacidad de vinculación internacional razonable nos darán mejores noticias que nuestros cientos de pleitos recurrentes.

Argentina debe proponerse ser parte de la solución de la compleja agenda del mundo que alumbra.

Dar ese paso tiene una serie de desafíos e implicancias: en primer lugar, asumir que un recurso es solo apropiable virtuosamente a partir de una cierta inteligencia que lo transforme en útil (el viento no dará ni un Kw, sin la capacidad de ingeniería adecuada, y las heces de los cerdos serán solo contaminación sin el tratamiento correspondiente). Expandir el conocimiento es el equivalente de aumentar nuestra riqueza.

En segundo lugar, reconocer la necesidad de gestionar nuestros entornos territoriales eludiendo la simplificación y atendiendo la necesidad de posibilitar el hábitat de calidad, la actividad económica y la sostenibilidad. Los tres objetivos siempre están en tensión, y los tres son igualmente relevantes.

Las ciencias de la vida pueden ser el soporte de una transformación territorial virtuosa, que reconfigure el país macro-cefálico en una red de ciudades de alta calidad de vida. De nosotros depende aprovechar esta oportunidad o ceder a la tentación recurrente de ver en cada posibilidad un problema.

Publicado en Clarín el 10 de octubre de 2021.

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