miércoles 9 de octubre de 2024
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Andrew Graham-Yooll, la dictadura, el periodismo y la guerra de Malvinas

Andrew Graham-Yooll fue un periodista angloargentino que marcó una época en los medios de nuestro país. Exiliado durante la dictadura militar, volvió como corresponsal durante la Guerra de Malvinas, en 1982. Testigo de los años setenta, le tocó lidiar tanto con los militares como con los jefes de la guerrilla montonera. Hace unos años, en 2009, dos comunicadoras sociales lo entrevistaron para sus investigaciones de posgrado sobre el Buenos Aires Herald y sobre la prensa en general en relación al conflicto en el Atlántico Sur. Esa entrevista llega hoy a nuestra redacción y dado su valor documental lo publicamos en un nuevo aniversario del conflico.

Nos gustaría comenzar por el Herald y luego hablar de Malvinas. Para poner al lector en contexto, ¿cuál era la tirada del Herald dado que no estaba asociado al IVC?

No, no estaba asociado. El número no lo van a dar. El diario fue vendido en diciembre de 2007. Y fue vendido otra vez en diciembre de 2008. Así que ese tipo de cifra debe estar cuidadosamente guardada en la Sociedad de Recorridos. Sí, lo saben ellos. Son la fuente de toda la información en Bs. As. Los que distribuyen en los quioscos saben lo que sale y lo que entra. Tienen todo en computadora. A ellos no se les puede mentir. Pero creo que la tirada andará por los 10.000 ejemplares (Nota de la redacción: el diario Herald dejó de editarse en 2017).

¿Y en los 70, qué tirada tenía?

Bueno, tuvo una caída en los años 60 seria. Los viejos de esa época, ahora somos nosotros los viejos, pero los viejos de esa época arguyen que los dos diarios ingleses hasta los años 50, el Standard y el Buenos Aires Herald, los dos vendían 40.000 ejemplares. ¿Cómo se explica que se haya fundido el Standard en el 59, casi al cumplir 100 años, con ese tipo de venta de publicidad de la colectividad que todavía era importante? No lo sé, pero simplemente se atribuye a rencillas familiares. Que no existieron o existieron en otros planos en los dueños del Herald. En los años 60 cayó la tirada seriamente y empieza a levantar en los años 70 y después se estabiliza y pasado el 76 la venta es bastante importante porque llega a los 21.000 ejemplares. Para seguridad se dice 17.000. Eso era un montón de gente que lo compraba un poco por solidaridad. Y después del 93, creo que a partir del 93, hay una caída lenta, gradual pero que no se detuvo. Obviamente tiene caídas más serias. Pero también depende de quién le mienta: Clarín cayó un 40% por ejemplo en el 2001 eso se sabe por la pila de los quiosqueros. Ellos son la fuente básica y ellos se lo pasan a la Sociedad de Recorrido. En la semana puede haber sido más la caída de Clarín pero los domingos cayó 40%, por lo que a mí me dicen. Pero el Herald viene cayendo desde el 93 y el 94. En el 94 yo volví al país y lo que yo logré es estabilizarlo. El último gran pico fue en los 70 (entre el 73 y el 79). Entre 17.000 y 20.000 lectores. El gobierno militar trató de ahuyentar a los avisadores.

Tenían muchos avisadores de compañías navieras…

Bueno, eso siempre fue lo que salvó al diario año tras año porque es lo que leen las empresas marítimas, ellos no leen castellano. Si tienen que mandar afuera la información la transcriben o la copian directamente del inglés, es el idioma marítimo mundial.

O sea que el vínculo venía de ahí, no de que específicamente en ese sector, la colectividad británica tuviera una participación mayor… La tuvo pero en el siglo XIX, es una cosa histórica. En el siglo XX lo que queda es una costumbre instalada. Lo que queda es, primero, todos los contratos. Y a medida, también, que todo el sistema portuario argentino y todo el sistema naviero marítimo cambia, desaparecen empresas, se fusionan, los contratos se mantienen, generación por generación. Entonces la fuente del listado de los movimientos portuarios siempre fue el Herald.

¿Quiénes leían en el 73 el Herald? Tengo la sensación de que hay un cambio en el público.

Es un cambio dentro del Herald y fuera del Herald. Primero, hay que recordar las condiciones sociales de la Argentina de la época. Desde más o menos el 70-71, si se quiere, el asesinato de Aramburu, Vandor, José Alonso y esas cosas, los primeros impactos guerrilleros grandes. Después viene un periodo serio que se puede decir los años 71, 72, 73 en los que se producen los secuestros de empresarios; uno de los más sonados el secuestro y asesinato del director de Fiat de la Argentina, Sallustro. Pero los norteamericanos fueron secuestrados. Por ejemplo, uno de los directores, dueños de la Casa Roberts, financieros del Banco Roberts, hoy HSBC, veterano, hombre de éxito de cierta posición social y económica fue secuestrado dos veces por distintos grupos el ERP y en ambos casos sus socios y su colectividad se juntó para poner dinero del rescate, aunque en el segundo secuestro no se pagó porque la policía encontró dónde lo tenían secuestrado. Ese tipo se va de viaje a Uruguay. Estaban las tropas ahí, pero el contexto político de alguien, de un empresario que se va de aquí a allá es pasar del conocimiento al anonimato. No es tal el circuito uruguayo aunque esté Tupamaros allá. Yo sé que la Ford sacó a toda su gerencia alta e intermedia el país y dejó argentinos “secuestrables” en la gerencia.

¿La colectividad se sentía especialmente amenazada?

-No, la colectividad no. Los empresarios sí. Hay un tipo también del Roberts, un tipo… cómo se llamaba… Ingrey, él fue asesinado (Nota de las autoras: se refiere a Frank Ingrey, ejecutivo de la financiera Roberts e hijo de un ex director del Herald, Norman Ingrey). Hijo del entonces ex director del Herald. En Córdoba y en Buenos Aires repercutían los secuestros de norteamericanos, por ejemplo, el embajador británico Jackson en Montevideo, repercute. Entonces, la gente se retiró. Esa gente de empresa que podía ser trasladada a otro destino o que estaba en edad de jubilarse y que no lo hacía, se empezaron a retirar, se fueron. El Herald era básicamente urbano, entonces el que se iba a Mendoza o Córdoba se lo perdía como lector. Por ahí lo leía el domingo.

Pero entonces lo leía principalmente…

El colectivo de habla inglesa. Por ejemplo, los holandeses leen totalmente el Herald hasta el día de hoy, los noruegos, los suecos, los alemanes, que tenían diario, pero usaban el Herald, era una comunidad de habla inglesa muy grande, más los argentinos, principalmente, el antiperonismo que quedaba del primer gobierno del 55, quienes lo veían como el baluarte crítico del peronismo.

¿Más que La Prensa?

Sí, más que La Prensa. La Prensa fue de Eva Perón del 51 en adelante.

Los empresarios, quiénes…

Cualquiera. Cada persona hasta el día de hoy que compra un diario es importantísimo para la vida de un periódico. Un lector que se va no vuelve. Para mí, después de 40 años de redacción, cada lector es importante. Si bien sé que en los años 70 muchos lectores de esa comunidad de habla inglesa estaban muy enojados con el Herald, algunos decían que éramos muy de izquierda qué sé yo… que yo era montonero… (Nota de las autoras: este tema se retoma más adelante en la entrevista).

Usted comentaba que del 71 al 73, con la retirada de los centros urbanos…

La retirada de Buenos Aires de un sector importante del empresariado, familias establecidas, los hijos se iban. Yo encuentro compañeros del colegio en Montevideo, de Australia, del Caribe, de todas partes. Se fueron del Río de la Plata en general. Se fueron y quizá es natural pero esa comunidad nunca se reconstruyó ni se va a reconstruir jamás y terminó el período de la construcción de comunidades. Ya no existen, por las comunicaciones las empresas ya no mandan gente por cuatro años, excepto un gerente general de banco que tienen que establecerlo, las esposas, exesposas, hijos, etc. Lo que fue el Banco de Londres y lo que fue el South America, luego Lloyds y hoy Patagonia, ellos mandaban a entrenar acá y en distintos destinos, principalmente Brasil, Asunción, Montevideo, Santiago, tenía gente recién salida de la universidad en Inglaterra, que se formaban para hacer una carrera en bancos.

¿Era como una segunda tanda después de lo que fue la colonización inicial?

Estos tipos de la misma forma que vinieron con los ferrocarriles, eran ingleses, desde el jefe de estación hasta los que venían acá en los 50 y 60, eran muchachos, muy pocas muchachas, que tenían 23, 24, 25 años a pasar acá tres o cuatro años. Muchos se casaron con argentinas. Se casaron, tuvieron hijos acá. Puede ser que se hubieran quedado más, pero vienen los años 70…

¿Y entonces, de mediados de los setenta en adelante quiénes leían el diario?

Cada vez más gente, sorprendentemente, que lo veían como un resabio de un contacto entre la Argentina y el mundo, que la Argentina iba perdiendo. Yo creo que hoy los Kirchner están cerrando Argentina al mundo. Lo cierto que en los años 70 si bien cierto grupo de poder mantenía la apertura al mundo, los militares comprando barcos, balas, cañones, todos contentísimos les decían “bien traigan la plata…”. Mientras tanto el país se cerraba, era inseguro para el turista, el visitante. Para cierta clase media argentina el diario era un contacto con el mundo. Si uno hace el ejercicio (no sé hoy, yo lo hacía una o dos veces por año) y cuenta informaciones (no extensiones) de distintas partes del mundo en el Herald, y los contaba en La Nación o Clarín, que es más gordo, el Herald tenía mayor número de ítem internacionales. Digo esto sobre la base de un recuento anual.

A mí me llamó la atención, como lectora acostumbrada a leer diarios locales, cuando empecé con el Herald, las tapas dedicadas al plano internacional, como también las columnas de análisis. Corríjame si me equivoco. Conté editoriales dedicadas a noticias del exterior y de acá y lo que se ve es que hay como una nacionalización de los contenidos.

Sí, eso empieza con el Cordobazo, mayo del 69, cambia todo. Hay cosas en la época del Cordobazo, yo venía en un avión desde La Rioja, entre otras cosas, era más pacífica la época de Onganía. Miraba por la ventana del avión, al sobrevolar Rosario se veían los trenes incendiándose, en el rosariazo que siguió.

¿Y por qué el Cordobazo marca un antes y un después en ese sentido? ¿Fue una decisión de la empresa?

No. Creo que Bob Cox asumió la dirección en diciembre del 68, cuando compran la empresa. Entonces, la empresa deja de ser una empresita familiar que había sido desde su fundación, próxima a tener 100 años y no había cambiado mayormente, y de repente viene una familia del sur de EE.UU. y compra el 60% de las acciones y recorta porque no estaba en venta, había un “despelote” familiar, un divorcio de por medio, una imprevista muerte de cáncer, cosas así. Así que alguien se queda con el control del 60% y ese señor dirigió la empresa bastante bien, la capitalizo bien, fuerte, compró propiedades para que tuviera respaldo. Él decide casarse con su secretaria. Y su mujer que controlaba 30% suyos, se divorcia y 30% de una hermana, que estaba en venta. La hermana ya no sigue viviendo al día de hoy, pero en ese momento, sí. La mujer, que estaba en proceso de divorcio, muere de cáncer. Este hombre queda controlando por herencia y por poder el 60% y vende, que yo creo que lástima porque se extranjerizó una pequeña empresa, pero la empresa realmente se beneficiaba como ente periodístico. Entonces, ellos tenían el 60% hasta mi gestión del 96/97, que yo organicé el traslado del 40%. No recuerdo bien. Pero en ese cambio que yo lo fecho por conveniencia en el Cordobazo, Cox es el director recién asumido y él es un hombre, creo que llevaba 6-7 años, llegó en el 62, pasó por la época en la que caía Frondizi, él entra como hombre joven y además escribió para el New York Times, Newsweek, ya entra con otra visión del periodismo, ya no es el periodismo de antes, de colectividades, él viene de afuera. Cuando hereda la dirección, al haberse vendido el 60%, Norman Ingrey se jubila, creo que Norman fue un excelente director. Incluso hay un libro mío dedicado a él. Ahí cambia todo. La primera prueba de Cox, de la que obviamente él ya era consciente, que de aquí se iba a trabajar para el New York Times, tenía que mandar noticias de la Argentina, no comentarios sobre lo que hacía Mao Tse Tung, entonces yo creo que su primera prueba real fue el Cordobazo porque el Cordobazo sucede, primero, la rebelión obrera, que es importante en la historia de Argentina porque es el sector obrero industrial mejor pagado de la Argentina el que hace la rebelión, obviamente el que avanzaba por una parte de Smata, que era Sitrac-Sitram… Lo que pasa en la Argentina es que el Sitrac- Sitram es un producto trotskista que hace, obliga a Smata, porque Smata es tan conservador que ya Rodríguez estaba, desde el Cordobazo hasta hoy sigue… Sitrac-Sitram es un grupo rebelde, que más hombres pierde, la idea del estudiantado uniéndose al sindicalismo, unión imposible, pero intentada. La idea de que se haya declarado, instalado, tribunales militares bajo la ley marcial, que duró pocas horas, quedó el estado de sitio, un montón de cosas, la idea es que se instalara un gobierno marcial. Todo eso cambia dramáticamente en la Argentina y las formas de ver las noticias, porque esa noticia afectaba a todas las automotrices de Córdoba, que eran en ese momento, la mayoría, extranjeras, francesas y norteamericanas. Los franceses, aunque les causaba urticaria, también leían el Herald, no tenían diario propio. Entonces, qué pasa, a la vieja colectividad le molesta sobremanera que se politice el Herald, ellos querían leer qué sé yo, la reina, la moda, las novias, etc. (Nota de las autoras: Se refiere al hecho de que en el Herald aparecían las fotos de los casamientos de los integrantes de la comunidad angloparlante). Hay una segunda razón, era muy bueno para el diario pero el fotógrafo iba y vendía las fotos después. Tenía su negocio aparte. Era de Ezpeleta o de Bernal.

¿Entonces, usted dice que, además de la llegada de Cox, la misma realidad incide en el cambio de cómo hacer periodismo en el diario?

Sí claro, cambia todas las cosas. Lo que cambia en el 69 es el diseño, que se mantuvo hasta que yo llegué en el 94, yo ahí me traje de Inglaterra mi propio diseño, un diseñador amigo me lo hizo. Cambia el diseño, cambia el país dramáticamente. La caída de Onganía en el 70, cuando Levingston lo reemplaza por Lanusse, y algunos jeques mas también cambia el ejército. Algunos querrán remontarlo a azules y colorados, bueno y el ejército también cambió bajo Uriburu y Justo, también. Ese ejército del 30 sólo lleva nueve años de profesionalización no es tanto.

Una pregunta puntual por ahí volviendo a lo que vos le preguntabas sobre la tirada, los momentos de “pico” del Herald, durante la guerra de Malvinas, usted dice en el libro Buenos Aires, otoño de 1982, que el boicot golpeó duro al Herald. Quiero que me cuente cómo era el boicot.

No se dejaba vender en los puestos de diarios y fue lo que se hizo. El boicot duró diez días. Galtieri llamó y dijo “déjense de joder”. Esto nos embarra más la cancha a todos. Hay una historia paralela, que después me contaron a mí en la Sociedad de Recorridos, y es que un loco lindo de la Aeronáutica y dos oficiales de inteligencia, le dicen al “Cholo” Peco (Nota de las reporteras: Ángel “Cholo” Peco era el Jefe de los Distribuidores de la Ciudad de Buenos Aires) que van a volar el diario, que era un centro de inteligencia.

¿Fue defensivo el boicot entonces?

Sí, Peco dijo “no lo hagan me encargo yo sin algo tan estridente”. Los militares ya querían volar el diario. Mira, probablemente después se lo iban a imprimir a La Prensa y el diario salía al día siguiente. Lo de Peco fue mucho más dañino: pensá que durante diez días, en medio de una crisis económica, todos estaban consumiendo diarios, se pierde la venta. El diario se vendía por ventanilla. Había una señora que durante esos diez días, iba todos los días y compraba cien ejemplares y lo distribuía entre sus vecinos, los compraba y los regalaba entre sus vecinos, amigos. A ella la seguían, la amedrentaban, siempre había algún tipo de alguna “pesada”, la amenaza, le hacían una “encerrada”, hubo varios casos… No sé si eso lo menciono en el libro.

No, al menos no lo recuerdo.

No lo menciono es verdad porque nunca tuve la certeza, a mí me contaron eso pero no me decían qué señora, se habían olvidado. Se deja de vender el diario por diez días. A los diez días Galtieri lo llama al “Cholo” y le dice “che déjense de joder y vuelven a venderlo”. El diario ya venía dañado, después de criticar a los militares durante seis años, digamos, de repente, en vez de enfatizar la soberanía y listo, que era la gran línea de Alfonsín, calladito nadie le hablaba, en vez de enfatizar eso y dejarlo ahí, atacaron a Thatcher, defender a los militares… ¡¿pero cómo se puede defender a un gobierno militar?! Entonces ahí pierde enorme credibilidad y como es un período de tres meses, nadie sabía nada.

¿Realmente no había información sobre lo que pasaba en Malvinas? ¿No había diferencias entre la información que manejaban los corresponsales extranjeros y los periodistas locales?

Yo creo que sí se mira La Nación, Clarín, quizá era el “mejorcito”, por los tres chicos, Cardoso, Van der Kooy y Kirschbaum, ellos manejaban bastante buena información interna, con la que después escribieron La Trama Secreta, pero aún mirando Clarín, no había información. 

Usted dice eso en su libro Otoño de 1982, pero ¿no había nada de “carne podrida” en los comunicados?

En los comunicados no había “carne podrida”. Además, me acuerdo, no sé por qué viene a cuento, del general López Aufranc, para entonces retirado, luego fallecido, siempre andaba “metiendo el hocico” en el Sheraton y en la Casa Rosada, y él inventaba cualquier cosa.

¿Circulaban muchos rumores?

Sí, como el del hundimiento del Hermes. Todavía se lo creen. Yo tengo todavía mis colecciones. Sí hubo daño causado, muy poco daño, pero se insistió hasta en un libro con el hundimiento de Hermes. ¡Qué hace el Hermes entonces llegando a Portsmouth luego para ser vendido más tarde! Se quería creer cualquier cosa. Yo cuento la historia en el libro que para mí es válida como ilustración, sobre cómo se utiliza una información y “pega” un círculo completo, que es el Hermes hundido en la tapa de una revista y en Venezuela, en la televisión lo sacan, un corresponsal de Reuters lo manda a Londres diciendo “Venezuela aliado de la argentina”, etc., etc. (no tan aliado en realidad bah porque Carlos Andrés Pérez había rechazado la visita a Videla, el Congreso la declaró no grata), pero entonces en Reuters dicen “Venezuela, aliado de la argentina” da por buena la información del hundimiento del Hermes y “pega” toda la vuelta, Reuters lo dice y vuelve acá, entonces se dice debe ser buena. (Nota de las entrevistadoras: Acá cuenta otro ejemplo acerca de cómo surgían los rumores por entonces) Después de la muerte de Perón, en el 75, María Estela Perón, Isabel Perón, se va de descanso por dos semanas, y le deja la presidencia a Ítalo Luder. Bueno, alguien dijo “vamos a inventar una cosa a ver cómo corre”, entonces, siempre había fiestas con diplomáticos y esas cosas, con muchos autoridades militares argentinas, ya armando el golpe, ¿no?

Perdón ¿A esas reuniones asistían los periodistas?

Algunos, no todos. Entonces alguien dice “vamos a decir que Isabel Perón está embarazada, a ver cómo vuelve. Por eso se retiró porque vaya a saber quién le hizo el hijo”, entonces volvió: “Sí, a mí me dijeron…”. No voy a decir quién, pero habiendo participado, lo sé de primera persona, yo dije Isabel Perón no está embarazada. Y decían: “Ya pasó el primer mes”, etc. Traslademos eso al 82, la Argentina no habiendo estado en guerra desde 1869 cuando Sarmiento retira la tropa de Paraguay. El gran error argentino de ese momento era pensar que conocía la guerra, hay una frase que los imbéciles de la televisión decían, o que la propaganda oficial decía: “La guerra forja a los hombres”. Primera pregunta: y por qué no a las mujeres, imbécil vos cómo sabes, qué leíste el Patoruzú, para saber eso. La guerra destruye hombres, mujeres y niños, es horrible como ahí vemos.

¿Más allá de que no circulaba información, ustedes no presumían que las cosas no andaban bien?

Momentito, yo era privilegiado, tenía una llamada de Londres todas las mañanas a las 7 de la mañana para hablar, con tres, cuatro horas de diferencia ellos a las 7 de la mañana ya estaban con la primera reunión de página, pensando qué se iba a hacer en la edición. Se iba a esperar la conferencia de prensa de la Thatcher de la tarde. Pero se iban armando las páginas anteriores. “Lo que están diciendo allá no es creíble”, me decían. Entonces yo preguntaba, “¿cómo sabes?”. Y me decían, “aunque acá está censurado siempre hay información”.

¿El “acá” se refiere a Londres?

Sí a Londres, “acá está censurado. Tomemos simplemente -me decían desde allá- el hecho de la experiencia y el profesionalismo”. Dictadura, hay un montón de vacíos, si la Argentina, llena la isla de tropas qué van a hacer ¿matarlos a todos los ingleses? Mucho después surgió del Ministro de Defensa John Nott, el inglés, decir que la guerra de Malvinas era una especie de ataque de presión y se retira unos días de la colisión y después vuelve. El anuncio de las Georgias del Sur lo hace Thatcher en persona, el primer gran triunfo, “regocíjense, regocíjense”, decía “regocijémonos”. Nott mucho después en una reunión en Davos, Suiza, me dijo bueno qué sé yo, “en una época yo te tenía un odio tremendo, yo conozco la Argentina, amigos con estancia, no sabes el dolor que me causó”, y dijo “claro vos sólo tenías información argentina y pensabas que podían ganar la guerra, te voy a decir una cosa nosotros también teníamos miedo de que ganaran, no era tan claro”.

Salvando las distancias, estaba la experiencia de Vietnam, los procesos de descolonización. Esa idea de que las potencias…

Simplemente hay un concepto y se vio en Afganistán e Irak: el británico es guerrero, toda su historia es guerrera, sus tribus son guerreras. No se aniquila con una expedición a las islas, aquí no había concepto de guerra, como dije antes. Kasanzew y “el honor de la guerra”, Nicolás Kasanzew hasta el día de hoy está diciendo que la Argentina debió seguir combatiendo, el viene de la nobleza rusa, los militares y todas esas cosas y considera que es un honor pelear. Pero digamos el honor de un ruso, aún bajo Stalin durante la segunda guerra mundial, no se mezcla con los goles de Maradona, realmente se separan las cosas, el triunfalismo ese hay que separarlo. Yo insistí desde el día “0 +1”, que esto era una locura, que la Argentina podía llegar a ganar simplemente metiendo tanta tropa y tanta cosa ahí, yo realmente dije la Argentina puede ganar.

¿El Herald publicaba información oficial británica?

Sí y no, la que venía por Reuters, la información oficial británica era muy poca.

¿Allá había censura también?

Sí, exacto. Hay dos libros. Son los que publicó Terragno en Londres y ellos hicieron la colección de textos allá. Y yo les llevé los comunicados.

En una parte de su libro, usted dice que la gente se iba al centro a leer la prensa extranjera porque se sabía que los medios de acá estaban censurados. ¿Quiénes iban al centro a leer la prensa extranjera?

Florida era otra cosa antes, con el país ha cambiado también. A un tío mío lo detuvieron por darle un beso a la novia, mi tía hoy, sobreviviente tiene 95 años. No se podía ir por Florida sin saco, entonces uno tiene los titulares del Mercurio, del diario de San Pablo, entonces por ahí alguien pasa y dice “estos están locos” y se acerca otro “pero cómo locos”. Y al rato había todo un grupo y el que no podía “meter la cuchara ahí” y “putear” a los dos primeros y el que era más vehemente llevaba la de discursear más. Mucha gente iba a reírse y a escucharlos. Los diálogos eran “a usted que le parece”, “que perdemos”, “no -decía otro- vamos a ganar”.

¿Incluso en los 70 se armaban esas cosas en Florida?

Sí, en los 70 también. No estamos hablando del 76/78. Tendrían que ver ustedes las vísperas del conflicto Beagle, que eso fue en diciembre, ahí empieza a realmente ser vehemente el debate público en torno a ese conflicto. Que también habría que verlo como antecesor a Malvinas.

¿Cómo hacía los envíos a The Guardian durante la guerra?

Por telex desde una oficina privada.

¿No corrían el riesgo de ser interceptadas sus notas tanto acá como allá?

No, yo no mandaba por Reuters. Por miedo de ellos, no querían recibir mis textos, ellos dijeron que sólo se encargaban de Reuters y de las empresas con las que tenían obligación por contrato. Finalmente, alguien me dijo “si vos le pagas a tal oficina, ellos te sacan todos los telex que quieras”. Acordábamos una tarifa por día, yo avisé que había logrado eso y que el resto lo hiciéramos por teléfono.

¿En The Guardian lo censuraban? Usted dice en su libro que le dijeron que podía escribir crónicas pero sin comentarios.

Si, bueno, pero terminé escribiendo otras cosas. Yo empecé tomando esto en “solfa”, era tan increíble que no se podía tomar en serio.

¿Ante la falta de información entre ustedes qué escribían entonces?

Se reproducían las versiones. La crónica es un reflejo sobre las versiones y también los comentarios sobre las versiones que circulaban. Además eran útil porque la usaban con el gobierno británico, “nuestro corresponsal en Buenos Aires dice que…”. Recientemente, está la entrevista de La Nación con Ortiz de Rozas, confirmando el concepto de que los ingleses ya querían negociar antes del 2 de abril sobre alguna forma de traspaso de las Islas, que comunica a Buenos Aires y como acá estaba tan acelerado con la idea de una acción militar, no le dieron “bola”.

¿De hecho se dice que la invasión empezó de una manera muy atropellada o no?

Se utiliza como punto de partida a los chatarreros de Grytviken, en las Georgias. Era atropellado, lo que pasa es que los militares argentinos habían hecho todo de una manera atropellada, se puede decir que siempre.

El golpe, en cambio…

El golpe estaba muy bien organizado, pero no era un secreto. Yo almorzaba con el Capitán Carlos Corti que decía “se viene, se viene”. Entonces, el golpe fue un atropello, la soberbia parte en que aquí habían hecho lo que querían. Menéndez, después lo negó, pero en una entrevista me dijo “si se la dimos en Tucumán se la damos en Malvinas”.

Usted tiene un reportaje a Menéndez para la BBC, donde él dice “nosotros fuimos a Malvinas a amedrentarlos no a hacer una guerra, antes que comandante me nombraron gobernador”. ¿Usted qué piensa?

Dos soldados de la “inglesada”, uno medio pariente, el otro no lo conozco, le dan la razón a Menéndez, qué sé yo.

Usted a Malvinas vino como corresponsal extranjero pero en el 74/75 era periodista local. Yo me encuentro con que usted tenía acceso a lugares que los otros periodistas no tenían, por ejemplo, conferencias de prensa de las organizaciones armadas, o la liberación de los Born, cierto acceso a las embajadas.

Las embajadas son inservibles, ellas necesitan información de los periodistas, de vez en cuando hay alguna infidencia, pero no tienen información.

A lo que voy es a si usted lo veían como extranjero, ¿por qué Montoneros lo llamaba a usted, lo veían como garantía de neutralidad?

No, no me veían como extranjero. Me decían “el inglés” pero yo era el más argentino. Había varias razones: lazos personales, que databan de mucho tiempo, en los bailongos de Ezpeleta y Berazategui, yo vivía en Ranelagh, yo conocí chicos que después entraron en la guerrilla no sé por qué, pero había una mayoría de gente que fue al ERP. Después murió un compañero de la primaria con una herida en Tucumán, Marini creo que se llamaba, eran todos de por ahí. Los nombres que recuerdo eran más de ERP que Montoneros. Pero también “Paco” Urondo paso a Montoneros y no sé por qué; Gelman adhirió a Montoneros y no sé por qué. Norman Briski, Nacha Guevara cambiaba a su bebé en mi casa, Walsh Montonero. El “veleta” de Jorge Asís, seguimos siendo amigos, lo cargo hasta el día de hoy, pero pasó del comunismo a qué sé yo qué, embajador del menemismo. Una cosa importante, para mí, y creo que ayudó a sobrevivir, fue un amigo mío ya bastante mayor, Héctor Tizón, un novelista. Cuando estábamos en crisis, por el 76, él dijo “la única forma de zafar de esto, es poner la amistad por encima de la política, cueste lo que cueste, aunque muchas veces la política cuesta mucho menos que la amistad”, me pareció una buena definición. Entonces la pregunta es por qué. Primero, estaban las relaciones personales, el conocimiento, había siempre una desconfianza una sospecha, se les iba la vida, estaba ese contacto personal desde la niñez. Segundo, yo había entrado en confianza con muchos en la época de Raimundo Ongaro en la época de la CGT de los Argentinos. Ongaro había sido delegado sindical en Coctal, la antigua planta del Herald que la expropió Perón y creó la cooperativa. La Federación Gráfica, en Córdoba del 700, era un lugar de reunión de la gente más diversa. Ahí estaba instalado Rodolfo Walsh, con Rogelio García Lupo, nacionalista pacífico, estaba en las listas negras no pudo conseguir trabajo durante siete años, tenía que figurar como otra cosa. Todos ellos forman parte de mi niñez y mi infancia, la relación a través de contactos sindicales. Yo aún hoy me veo con Miguel Gazzera, dirigente del gremio fideero, y asesor y amigo de Vandor. También, estaba la idea de que el Herald estaba protegido por la CIA, el MI-6 y la KGB, que a partir del Herald la información la levantaban todos y salía al exterior.

¿Es verdad que estaban protegidos?

Protegidos qué, estábamos más solos…

Usted asistía a conferencias.

A mí me echaron de casa de gobierno, principalmente el almirante Carpintero me re “puteaba” o el Capitán Corti, que me daba comunicados anónimos ridículos. Yo era tan poco inglés, Cox sí lo era. Cuando yo me fui hay un tipo que no sé el nombre, que fue de la UCEDE después, y le dijo a Cox “tuvo suerte el inglés”, él era mucho más inglés que yo, pero me decían “el inglés”, bueno dijo “tuvo suerte porque era boleta ehhh, ya los diplomáticos que lo protegían se fueron” y era cierto, los diplomáticos británicos que decían “no, déjenlo es periodista de otro estilo, ustedes no lo entienden”, los que me protegían eran ellos.

¿Quiénes eran los que lo protegían?

Eran dos funcionarios de la embajada.

Cuando se va en el 76, no me queda claro, en su libro dice “era un exiliado accidental”. ¿Usted se fue porque lo perseguían o no sabía nada y se enteró cuando volvió para Malvinas?

En el 76 me fui porque yo representaba a Amnesty International y ellos me dijeron mira “si te hacen boleta, si te matan, nosotros vamos a gritar mucho…”.

Pero no te vas a enterar…

Claro, entonces me dijeron “nosotros ya no te podemos proteger, entendemos que todo el mundo sabe que vos representas a Amnesty y que tenés causas penales pendientes, dos arrestos, nosotros te mandamos el pasaje y preferiríamos que te vayas a Francia no a Inglaterra”. En Francia después pase cuatro días pero no importa…

Y cuando regresa en el 82 entonces se entera bien de todo…

Cuando regreso la causa penal ya estaba sobreseída, yo tenía tres pedidos de captura en San Martín, San Isidro, de la única que sabía en el 82 era la de San Isidro, que pagué a un tipo 100 dólares para limpiar la causa, que cuando surge el juicio a Firmenich, van a pedir la carpeta ahí en el 84.

¿Usted declaró ahí?

Yo fui testigo de cargo.

Por el tema de las conferencias…

Sí, pero eso fue a pedido de Alfonsín. Porque creo realmente que si no hubiéramos tenido a Alfonsín no estaríamos acá hablando. Es una opinión bastante extrema, pero no deja de… Él había asumido en el 83, yo vine en el 84, para mí no había duda, Firmenich era una basura.

¿Quién escribía los editoriales del Herald?

Cox. Siempre Cox. De vez en cuando escribía yo, pero hasta el día de hoy, no soy editorialista.

¿Pero la editorial era la visión de Cox? ¿O considera que era la del diario?

Era la del diario, sí. Yo compartía la opinión de Cox, no compartía su visión económica porque yo a Martínez de Hoz, me parece que… al margen de si estaba con los militares o no…

Se refiere al programa.

Claro, el programa me parecía nefasto. Una cosa que había empezado con Krieger Vasena con Onganía, que fue acelerado por el gobierno militar hasta destruir toda la base PYME de la Argentina. Cierren la General Motors, pero no cierren la herrería de la esquina de Parque Patricios donde hacían productos, daban empleo, tenían dos tornos, se sabía que todos los años cerraban en febrero. El dueño, el hermano del dueño, dos operarios. Acá en Parque Patricios está lleno todavía una esquina tras otra que dice carpintería, matricería, eran pequeñas empresas de 5 o 6 personas y eso mantenía 5 o 6 familias y no había por qué destruirlas.

Entonces puedo decir que la editorial es la visión del diario, por más que su columna política se contradijera con el editorial. 

Era una interna nuestra. Nunca compartí con Cox, de hecho la pelea siguió por carta cuando estaba en Londres.

¿Cuándo él dirigía y usted ya estaba afuera?

Sí. Nos mandábamos cartas. Le dije que era una política nefasta de destrucción total de un tejido social argentino.

¿El hecho de que el editorial estuviera en castellano hacía que más gente leyera lo leyera? ¿Lo hacía más objeto de censura que el diario en sí?

Nunca fue censurado, se escribía el editorial, salvo errores de detalle, se traducía tal cual. Lo pasaba al castellano un traductor del diario. Cuando en enero del año 2008 abolieron la traducción al castellano, para que el gobierno no leyera los editoriales, los Kirchner, y le dieran publicidad oficial al diario, entonces yo dije que era una cosa que la historia de esa editorial de resabio antiperonista no era así, era una cosa del golpe de Estado del 43, yo he hecho toda la historia de por qué debía seguir traduciéndose, el peronismo no quería, Onganía lo reimplantó, en el 55 se dejó de traducir hasta el 68.

¿Perdón no entendí muy bien, poner el editorial en castellano era una muestra de resistencia al intento del peronismo…?

No, no digamos que se traducía el editorial como evidencia de un decreto peronista del primer gobierno entonces esto se hacía desde el peronismo y se seguía haciendo como símbolo de lo nefasto que fue el peronismo que imponía este tipo de cosas.

¿Y por qué era importante para usted que siguiera en español?

Porque traía lectores, e incluso durante la dictadura post 76, había gente que no sabía leer una papa de inglés pero si podía leer el editorial en castellano y había gente que compraba y no sé si leía siquiera el editorial en castellano, pero se ponía el “diarito” debajo del brazo y se veía el Herald, era un pequeño y silencioso símbolo de protesta. Esa para mí es una cosa hermosa. Los compraban los estudiantes para criticarnos lo mal que hacíamos las traducciones. Es otra época ahora los estudiantes, no hay tantos estudiantes de traducción, primero, el Lenguas Vivas tiene un núcleo relativamente chico, si se toman indicadores, pero en mi historia del Herald, yo sabía que el decreto instaurando la traducción del editorial era del gobierno de facto del 43, Perón participaba pero no llegó a esa altura hasta el 45, así que era de los militares filonazis, y ellos decretaron que todo diario extranjero debía traducir su columna de opinión.

Volvamos a Malvinas. ¿Había medios de Londres en las Islas, cuáles?

Sí, pero ojo desde el desembarco del 2 de abril hasta el 14 de junio no había presencia británica solamente había un tipo de la radio local, que hacía el Penguin News, pero la transmisión de él era clandestina desde el 2 de abril hasta el 14 de junio. En los barcos todos los diarios tenían representantes incluso desembarcaron los periodistas por helicóptero con la primera camada de fuerza británica de militares. El corresponsal del Evening Standard, que es un historiador militar, fue director de otros diarios, entra a Puerto Stanley, Puerto Argentino, llega primero antes que la tropa y él entra y los argentinos lo ven llegar solo y enseguida alguien le dice “¿quién es usted?”; “Yo soy periodista”; “¿Y cómo vino?”; “Vine en helicóptero”.

¿Pero ellos estuvieron durante la contienda?

No, cuando ellos llegaron ya está finalizado, ya es la rendición de Menéndez. No hay periodista en suelo de Malvinas durante la contienda.

De la Patagonia ¿los hacen ir?

No había periodistas en la Patagonia. Cancillería prometió que harían una expedición con todos los periodistas extranjeros, hasta donde se pudiera en números, había 600 y pico acreditados en Cancillería, nunca sucedió porque era impracticable por los números y segundo que era impracticable por el estado de conflicto.

Durante Malvinas, usted habrá entrevistados políticos, sindicalistas, etc. Cuénteme sobre las posturas de ellos frente a la guerra. 

Todos estaban a favor de la recuperación, se llamaba, de la soberanía de Malvinas, el único que vuelvo a decir, no soy radical aclaro, pero el único, que estaba fuera de circulación, era Alfonsín y Luis Caeiro que había sido el encargado de la prensa de Arturo Illia. Había venido a almorzar en Londres, todos pasaban por casa, a comer, a charlar. Un día vino Martínez Raymonda, embajador de los militares en Roma, en el Vaticano, un amigo me había dicho “atendelo que es amigo”. Pero Luis Caeiro, radical exvocero de Illia, me busca durante el conflicto de Malvinas. Me encuentra y me dijo “Don Raúl lo quiere ver”. Entonces, bueno, empezó una suerte de mateada una vez por semana, yo iba ahí a una oficinita cerca de Congreso y realmente estaba más solo que el caracol porque estaba un tipo que servía mate, Alfonsín, Luis Caeiro y yo y nadie más. No había secretaria, nadie, no le dirigía la palabra nadie. Y él había dicho: “estoy a favor de la soberanía, no a favor de esto”. Y digamos, así que no quedó amistad realmente pero si… además nos habíamos conocido con Alfonsín antes cuando yo era muy pibe, un francés de Le Monde, hacía almuerzos en un lugar que ya no existe, el Club de Residentes Extranjeros, fundado en la época de Rosas, nos reuníamos ahí, bien en el centro, entonces él había sido legislador provincial por Chascomús, y quedó la relación y después del 84, cuando yo pensaba volver al país, en una reunión me dijo: “muchas gracias por lo que hizo por nosotros” y yo le dije: “gracias doctor pero ya me lo dijo”. Después volví y lo mismo. A él no le hablaba nadie, y no ganó las elecciones por eso. Las gano por lo que nosotros conocíamos como “Exterminio” Iglesias, que murió hace poco. Me encantaba ese nombre “Exterminio”.

Vamos con las últimas preguntas. ¿El Herald se vendía por suscripción y vía pública?

No, la suscripción no se puede hacer en la República Argentina. Sepan que uno no puede vender una suscripción privada dentro del territorio. Uno puede suscribirse al “canillita”: el club de lectores, etc. La suscripción tiene que pasar por quiosco sí o sí. Eso es una cosa del sindicato de canillitas que no ha cambiado nunca. Hubo intentos en el Herald de venderles directo a los hoteles. Por encima del quiosquero pero salió carísimo.

¿Ahora recientemente lo hicieron?

En los últimos 10 años. Pero el Herald se vende en quioscos.

La otra pregunta es referida a la planta de redacción. El criterio para seleccionar periodistas, obviamente tenían que ser angloparlantes.

No… sí.

MSP-Entonces, no tan obviamente…

Sí uno ve la calidad de inglés… pero sí en ese momento sí…

Pero eran ingleses en Argentina, hijos de ingleses, ¿cómo era la política de contratación del Herald?

Yo soy primera generación de argentino. Alguien que quiera escribir… Yo llegué y dije quiero escribir. Yo escribí un cuento en Londres, y como uno de mis próceres, Graham Greene, dijo que él había ido a trabajar al Times en Londres para aprender a escribir… en realidad a lo que se aprende es a editar, acotar, hacer textos muy compactos, no desperdiciar… fui al Herald y dije “yo quiero trabajar”. Lo primero que me dijeron es que no me creían porque ningún angloargentino quería trabajar de noche siempre estaba pensando en las fiestas. Soy otro tipo de angloargentino. Incluso Norman Ingrey le dijo a Cox: “Andrew no se va a quedar”. Esto lo recordaba en la carta Cox hace un tiempo, “pensar que hace 40 y tantos años Ingrey dijo que no te quedarías en el periódico”. Era de los pocos angloargentinos, hubo también otro casi pariente mío, sobrino de una prima mía, así en familia y que después se fue y creo que todavía trabaja en Scotsman, en Edimburgo.

¿El resto, cómo se conformaba?

Cierto plantel era inglés que se contrataba de Inglaterra, se contrató en algún momento hasta cuatro personas. Otros eran viejos que con el tiempo se habían quedado, traían el periodismo de otra parte, y se fueron quedando y eran periodistas acá. Esos se fueron muriendo. Yo tengo una carpeta donde llevo esto, tendríamos que mirar papelito por papelito, yo llevaba una historia del Herald. Uno de los primeros fallecidos era un tipo que se infartó en Mar del Plata, pero había sido director del diario y siguió fuera de la dirección pero colaborando, ese era inglés y era uno de esos tipos que la marea trajo y quedaron, había varios de esos, un corrector de pruebas, alcohólico, muy buen artista, inglés que se había casado con una argentina. Hay tantas historias, se casó con una argentino germana bastante vieja que vive en Londres todavía, que fue tomada por Cortázar como modelo para La Maga. Había uno que murió en la redacción a los 80 y pico años. Yo ya estaba en Inglaterra. Uno había sido soldado de la inteligencia británica de la segunda guerra mundial y francotirador. Y le gustaba, le encantaba recordar como había llegado a Montecassino, en Italia, y preguntaba si los pedazos de ladrillos se vendían como souvenir de la batalla Montecassino. A él le encantaba eso… Un sueco ex boxeador que llegó a los 90 años, corrector de pruebas. Había un tipo en la parada de ómnibus y empezó a “joderlo” y dijo “viejo dame la plata” y este tipo se dio vuelta y le plantó una ‘torta’ en la nariz, directamente lo mató, tenía 80 y pico de años y le pegó un ‘tortazo’ al pibe, lo dejó, se subió al colectivo y se fue.

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