Tras casi treinta años de negociaciones, interrupciones y cambios políticos, el acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur finalmente fue firmado en diciembre pasado durante la cumbre en Montevideo. Sin embargo, aún resta un paso crucial: su ratificación. Mientras los parlamentos europeos y latinoamericanos analizan el texto, emergen dos protagonistas como piezas claves para su aprobación, Italia y la Argentina.
Durante años, el eje del debate parecía girar en torno a Francia, Alemania y Brasil. Pero con posiciones cada vez más polarizadas -el respaldo entusiasta de Lula, el apoyo técnico de Alemania y la oposición firme de Francia-, el foco se ha desplazado. Hoy, las miradas apuntan a Roma y Buenos Aires.
En Italia, la postura del gobierno de Giorgia Meloni es cautelosa. Aunque comparte las reservas francesas sobre los efectos del acuerdo en el sector agrícola, se muestra abierta al diálogo. Su peso en el Consejo Europeo y el Parlamento como tercer país más grande en la UE la convierten en una voz decisiva. Argentina, por su parte, atraviesa un momento complejo. El presidente Javier Milei defiende abiertamente el libre comercio y se distancia del proteccionismo. No obstante, su relación complicada con el Mercosur y su interés en negociar un acuerdo bilateral con Estados Unidos introducen incertidumbre sobre el papel de la Argentina dentro del bloque regional.
En este contexto, la Fundación Friedrich Naumann para la Libertad y la Fundación Libertad y Progreso organizaron recientemente un evento en Buenos Aires para presentar el trabajo “Acuerdo Mercosur – UE y su potencial para las relaciones Argentina-Italia”, elaborado por el economista jefe Eugenio Marí Thomsen. El informe identifica una gran paradoja: aunque la Argentina e Italia están profundamente unidas por lazos culturales -con casi 19 millones de argentinos con raíces italianas-, sus relaciones económicas siguen siendo limitadas. El comercio bilateral representa apenas el 1,4% de las exportaciones argentinas y el 0,3% de las italianas. Las inversiones, todavía modestas, se concentran en sectores particularmente de energía, industria automotriz y alimentos.
El acuerdo Unión Europea-Mercosur ofrece una oportunidad estratégica para revertir esta situación. Con la creación de la mayor zona de libre comercio del mundo -31 países y más de 750 millones de personas-, el tratado eliminaría más del 90% de los aranceles entre ambos bloques, abriría nuevos mercados, y establecería normas comunes. El documento destaca que los sectores más beneficiados serían aquellos donde ambos países presentan ventajas comparativas: Argentina en alimentos, energía y software e Italia en maquinaria, automóviles y productos farmacéuticos. También se vislumbran nuevas oportunidades en servicios, defensa, infraestructura y cooperación energética.
Pero el acuerdo no es solo económico. Incluye compromisos ambientales inéditos, como el respeto al Acuerdo de París, la lucha contra la deforestación y estándares laborales exigentes. De esta manera, responde a críticas históricas y ofrece garantías para una globalización responsable.
Sin embargo, el tiempo apremia. La ratificación requiere liderazgo político en un contexto internacional incierto. La relación personal entre Meloni y Milei, quienes han expresado su voluntad de estrechar lazos bilaterales, puede convertirse en un activo diplomático clave.
El acuerdo Unión Europea – Mercosur se presenta como una herramienta concreta para fortalecer el orden liberal internacional en tiempos de crecientes desafíos geopolíticos y geoeconómicos, diversificar alianzas estratégicas y construir un puente sólido entre Europa y América del Sur.
Publicado en La Nación el 28 de mayo de 2025.
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