Un padre con su pequeña hija enferma de cáncer cruza en brazos el puesto policial, la desesperación ante la incomprensible e injusta decisión del puesto, lo lleva a levantarla en sus brazos; al padre no le importa ni el reglamento exhibido, ni las ordenes bajadas por el gobierno, no le importa el calor agobiante, no le importan las represalias del poder policial ni las consecuencias políticas, solo siente la rebelión en su corazón ante una injusta y despiadada orden, solo siente crecer el amor por su hija que lo ha llevado a hacer lo imposible para curar la enfermedad de su niña.
Con su mujer, ante la falta del servicio de salud provincial, buscan en Tucumán la posibilidad de atención. Ellos viven en la publicitada tierra Termas de Río Hondo. La misma que el Gobierno de Zamora ha querido convertir en la Dubai santiagueña: lujosos hoteles, un costoso circuito, dónde se dan citas costosas carreras de automóviles y de motos G.P. Con aeropuerto propio y con pistas nuevas que reciben al turista en el Dorado de Santiago del Estero. Donde apenas hace un mes -foto mediante- el Gobernador y el Presidente Alberto inauguraron un hospital con equipamiento de última generación, foto que penosamente no abarca la atención de Abigail.
La desdicha de Abigail y su familia, es compartida por cientos y miles de comprovincianos, que para el tratamiento del cáncer y otras enfermedades concurren a los sistemas de salud mejor provistos de las provincias vecinas. No solo van desde Termas, van desde Robles, La Banda, El Quemado, Alberdi, Lugones, Choya, Copo, Ojo de agua, Aguirre, Añatuya, Atamisqui, Silípica, Taboada.
Zamora, gobierna en un cuarto período de gobierno de su frente, el resultado: una Provincia que no ha mejorado ninguno de los índices de desarrollo humano. Con mayoría absoluta en sus senadores y diputados nacionales, en su Legislatura Provincial y con mayoría absoluta de intendentes y juntas comunales, sin obstáculos políticos, con prensa y la Justicia Provincial a su favor, no tiene excusas frente a la inmovilidad de su gobierno en pro del bienestar de su pueblo.
No solo salen los santiagueños transitoriamente en busca de salud, igual cantidad de población al interior de Santiago emigró y emigra: médicos, arquitectos, deportistas e ingenieros, porteros mozos y changarines que se distribuyen por la región centro, hombres buenos y mansos, de un habla castellana naturalmente correcta, buscando trabajo y dignidad.
En Santiago, el 80 por ciento de la población económicamente activa trabaja en el estado; un gran porcentaje informal, no aparece en los registros. Un 15 por ciento del sector privado depende del estado directa e indirectamente. Los sueldos estatales son significativamente más bajos que en las otras jurisdicciones. Los índices de desarrollo humano están entre los peores de la Argentina. Sobre este modelo económico-social, Zamora construyó su poder político, en gran parte heredado y perfeccionado del Juarizmo, perfeccionado en los modos y por la construcción de una maquinaria electoral vertical y prebendaria.
Por cualquiera de las entradas a Santiago, desde Santa Fe, Córdoba, Tucumán incluso desde Catamarca entrando por Frías, asombra la vista de la pobreza, inconmovible, como una extensión del paisaje, dura, casi inmodificable y a medida que uno se interna se multiplican los caseríos y los ranchos, a pesar de situarse en un lugar de amplia conexión geográfica, y de ser beneficiaria de la extensión de la frontera verde, donde la soja y el ganado desde hace unos años se dan sin dificultad. La pobreza sigue aferrada, y lo más extraño en esos recorridos, es que tampoco se ven los ricos, no se observan a lado de estos caseríos, grandes mansiones ni edificios, ni galerías ni shoppings, ni siquiera las hileras de grandes estancias que se observan en el norte de Santa Fe contiguo a Santiago. Las edificaciones más consistentes, pertenecen al estado: Regimientos, Escuelas, Banco Nación. Es sobrecogedor sentir en vivo el resultado de un modelo, sin inversiones, sin circulación de la riqueza, sin ricos, o muy pocos, solo pobreza y un estado deshilachado.
En el vértice, el gobernador actúa como un Príncipe benevolente, otorgando graciosamente bienes y dispensando ayuda. Fuera de su sistema: la exclusión y si hace falta, una Policía dispuesta a reprimir. La misma que reprimió a golpes a decenas de jóvenes en la pandemia (en algunos casos hasta la muerte) y que naturalmente cerró el ingreso ante los sorprendidos padres de Abigail, sembrando el temor en una niña enferma que por padecer cáncer era convertida en infractora.
Su gobierno pretende pasar por ser el constructor de obras faraónicas, a las de Termas, se agregan: una moderna y reluciente Legislatura, un salón de convenciones estilo los salones de las Vegas. Las “Torres Gemelas” con piel de vidrio para el Poder Ejecutivo, una Terminal majestuosa, para estacionar fundamentalmente, viejos colectivos que cuyos destinos son pueblos que poco han progresado en los últimos 90 años. Un tren carísimo de juguete, que no transporta carga, con fines recreativos más que de comunicación.
Obras majestuosas, y ayuda son la columna de sus políticas públicas. Centralismo vertical, concentración del poder y fuerte propaganda, sus instrumentos. Hacia adentro una aceitada maquinaria electoral, dónde siembra interesadamente internas, complots y competencias que distraen la interpelación del poder central.
El drama humano que revela la imagen de Abigail abrazada a su padre y este sosteniéndola en sus brazos desafiando la autoridad, cruza dolorosamente los dispositivos de poder construidos en años, no hay explicación posible desde el gobierno, el Gobernador pide disculpas y dice responsabilizarse. El gobernador deberá entender que en un sistema democrático y republicano, las disculpas no alcanzan, debe rendir cuentas y la asunción de responsabilidad significa hacerse cargo de una secuencia de causas, de la que él mismo es causal. Esa imagen simboliza una cadena de postergaciones contenidas autoritariamente y ante ellas el amor de unos padres mansos que no pueden seguir siéndolos.
En la memoria reciente de Santiago, ese pueblo sumiso quemó la sede del Gobierno, otra vez por un hecho atroz cometido a una adolescente. También una rebelión de sus docentes tuvo en vilo al gobierno reclamando sueldos que se acercaran a los que se pagan en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Un pueblo no tan resignado: dispuesto a defender lo más propio.
Zamora intuye el peligro, se intranquiliza con la movilización de Añatuya, la portada del New York Post le impacta de frente, y un programa de TV seguido por las familias -que además auspicia- lo critica abiertamente. Acude asustado, intentando abrazar a la familia y promete ayudar con el tratamiento, con el dinero de la pauta publicitaria desestimada, poniendo de manifiesto con esta maniobra, que el sistema de salud de su provincia no tiene los recursos debidos para funcionar.
Es deseable, al menos esperable que el gobernador entienda, que el fortalecimiento de las instituciones, sirve para que los ciudadanos puedan acceder y ejercitar sus derechos independientemente de la voluntad de sus gobiernos, pero también deberá aprender que una trama institucional fuerte da estabilidad y gobernabilidad y pone a resguardo a los gobiernos de las crisis y sus consecuentes variantes del humor social. El equilibrio de poder, garantiza los derechos a los gobernados y provee gobernanza a los gobiernos.