Toulchin dirigió el Programa para América Latina del Wilson Center desde 1989 hasta el 2005. Consultor del Banco Mundial, de la OEA y de la ONU en el Programa Habitat, su pasión ha sido el estudio y el análisis del desarrollo de la política y la economía en esta parte del mundo. Docente invitado por la UBA, ha sabido cultivar los valores democráticos y la pasión por el conocimiento en todos los auditorios que pisó. Aquí transcribimos una conversación con 20 M sobre el momento histórico que nos tiene como testigos y a Joe como analista de privilegio.
¿Cuál considera que fue la clave de la victoria de Donald Trump?
Su victoria puede ser entendida como la tormenta perfecta entre la confluencia de tres factores. Primero y más importante, no debe olvidarse que el Partido Republicano siempre cuenta con la lealtad del 40% del electorado nacional. Ese debe ser considerado el piso con el que contaba Trump. Dicho de otro modo, cualquier candidato de ese partido hubiera sido competitivo. La pregunta es, entonces ¿Cuánto le agregó la candidatura de Trump a ese piso? Los otros dos factores tienen que ver con la insatisfacción popular con el modo en que el gobierno federal ha funcionado en la última década y el descontento objetivo de muchos con la perdida los trabajos de manufactura, la creciente desigualdad y la declinación del salario real de los obreros y de un importante segmento de la clase media.
¿Recuerdan a Bernie Sanders? El interpeló a este grupo y se ganó su apoyo junto con esa generación a la que llamamos Millennials. Clinton nunca hizo campaña en lugares como Michigan y Wisconsin, donde Sanders ganó. Trump también lo hizo. Estos obreros fueron la base electoral del Partido Demócrata por más de dos generaciones y Hillary Clinton dejó que esos votos se fueran a Trump porque pensó que eran meramente un bloque racista blanco. Tristemente, a la vez que incluye a racistas blancos, la mayoría de los votos proviene de un número significativo de perdedores de la globalización. Le prestamos atención a los neo-nazis, nos olvidamos de los obreros que también estaban descontentos con el sistema.
¿Confía en la institucionalidad de los EE.UU. para frenar los probables excesos de Trump?
Si. El grado de confianza depende en lo que definamos como exceso. No debemos olvidar que los republicanos controlan en Congreso y es esperable que Trump complete la Corte Suprema de Justicia con un conservador. De modo que “excesos” tendrán que ser definidos el año que viene. No importa cuán excesivo sea el próximo gobierno, mis estimaciones indican que aquellos de nosotros con inclinaciones sociales democráticas (liberales, progresistas, etcétera) estaremos preocupados por los siguientes cuatro años.
¿Y el temor de que Trump lleve algunas promesas electorales alocadas a cabo?
Las propuestas –sobre todo vinculadas a la relación de los EE.UU. con el mundo– pueden ser consideradas fracasos, producto de un discurso delirante que atrajo a un bloque de votantes enojados. Los obreros de Michigan que votaron por Trump tienen cero interés en la política exterior. Si fuera por ellos, Trump puede decir o hacer lo que quiera, siempre y cuando no los envíe a ellos o a sus hijos a la guerra.
Al igual que con “excesos” habría que redefinir “alocadas”. Si el Congreso aprueba una ley sobre impuestos propuesta por el presidente, podría ser alocada o excesiva, desde nuestra óptica. Trump comulga con las corrientes republicanas que sostienen –como él en la campaña– que los EE.UU. son el país con mayor carga impositiva del mundo. Esto es falso, pero redituable desde el punto de vista electoral. Su intención es reducir el impuesto a las corporaciones del 35 al 15%. Esto puede aprobarse tranquilamente el año que viene. Esta ley será acompañada, seguramente, junto con una enorme ley de infraestructura. La combinación de ambas generará un inmenso déficit fiscal, una leve alza de la inflación y le dará un pequeño empuje al PBI de 2017.
¿Cree que aumentará la intervención militar de los EE.UU. en Medio Oriente?
No. Creo que esa intervención será menor. Las tropas serán replegadas, a la vez que podemos esperar bombardeos masivos sobre las posiciones del ISIS en Siria e Irak. Como política exterior, Trump solo habló de obtener mejores negociaciones con los aliados –sea lo que sea que eso signifique– y expresó su admiración por Vladimir Putin. ¿Reclamará que Estonia pague por los tanques que la protegen de las fuerzas rusas? ¿Invitará a Putin a tomar los países bálticos de vuelta al Imperio Ruso? Tal vez Trump les aconseje a los europeos construir un muro a lo largo de su flanco sur. ¿Qué tal si propone devolver a los refugiados sirios? Por lo demás no creo que la victoria de Trump tenga ninguna influencia en la política electoral europea.
¿Cómo reaccionará China ante una oleada hipotética de proteccionismo norteamericano?
Ese será un interesante minué geopolítico. Trump está convencido de que China está aventajando a los EE.UU. y que su país debería adoptar una posición negociadora más agresiva. Y como el alardea de ser un gran negociador… La pregunta que no ha contestado es qué es lo que quiere con una nueva negociación. ¿Cree realmente que los puestos de trabajo perdidos durante los setenta y los ochenta son recuperables? Esta misma pregunta vale para los puestos de trabajo perdidos a manos de Méjico en los noventa y los 2000. Eso no ocurrirá, no importa lo que Trump haga o desee. Nunca dio detalles en su campaña respecto a sus políticas. No sabemos cuan ignorante es. ¿Sabrá que atacar la política monetaria china, su dumping, sus prácticas desleales, también afectarán a Taiwán, Japón y Corea del Sur, los aliados más estrechos de los EE.UU.?
Finalmente, no olvidemos que China es el mayor tenedor de bonos del Tesoro norteamericano. Asumo que algún funcionario del Departamento del Tesoro le recordará esto a Trump antes de que suelte su primera propuesta alocada.
Por último, cómo avizora las relaciones de los EE.UU. con América Latina.
Excepto México, al que Trump aludió en el marco de sus ideas inmigratorias, ha dicho poco y nada en su campaña con respecto a la región. Esta parece ser un área de profunda ignorancia por su parte. Lo que quiere decir que dependerá de sus consejeros, es decir, que los profesionales del servicio exterior jugarán un importante papel en la formulación de sus políticas. Esto sugiere que habrá algún esfuerzo en ralentar el acercamiento a Cuba y aumentar la retórica sobre Venezuela. Más allá de eso, la expectativa es que el presidente Trump piense en América Latina en términos de “buenos negocios”.