Las ideas solían ocupar un lugar que hoy no ocupan. Pero tener una idea es hermoso y lo que sucede corporalmente cuando una de ellas aparece no se compara con casi ninguna otra sensación humana. Se disparan acciones fisiológicas y operaciones mentales inéditas que mezclan dimensiones biológicas y sociales con el claro objetivo de colocar algo donde antes no había nada. Para la tradición pragmatista americana, una idea no es otra cosa que un plan de acción. Una suerte de investigación que, de estar bien dirigida, generará modificaciones de todo tipo en los entornos en los que se desarrolle.
El papel de las ideas en el mundo del arte es recursivo. Va y viene, desaparece y vuelve, según modismos, coyunturas y momentos políticos. La saturación producida por el aire conceptual del arte contemporáneo ha ayudado a generar cierta desconfianza sobre las ideas, al considerarlas o bien un artificio intelectual cargado de grandilocuencia o una vuelta a la discusión sobre el compromiso y la función del arte.
Cuando la experiencia artística descarta estas tensiones y se prioriza la imaginación, es que todo empieza a tener otro sentido creativo. Sucede lo que Samuel Taylor Coleridge gustó en llamar esemplastic, que no es más que el trabajo de la imaginación artística para maridar elementos diferentes, darle cierta unidad y crear algo nuevo.
Gimena Macri lo logra en la muestra que puede verse en la galería Pasto. La artista hace algo interesante; rastrea una serie de obras abstractas realizadas por mujeres y las agrega a partir de un hilo construido en base a una investigación en la web que la llevó a linkear a Hilma af Kint con Yente, Lidy Prati, Lygia Clark, Mira Schendel y Nelly Esquivel hasta reconocer una veintena de artistas precursoras en el mundo de la abstracción.
Macri tomó una obra de cada una de estas 20 artistas y las repintó con su lectura y con su trazo. El resultado es visualmente muy atractivo. La pared entera de la galería, vista como si fuera un solo marco, devuelve al espectador una especie de collage formado por las versiones de Macri. Hay algo de quilt, esos edredones hechos de retazos tan comunes en las culturas sajonas, en el primer golpe de vista de la exposición. Cuando la mirada se detiene en cada cuadro, aparecen las diferencias y los matices. La artista eligió el óleo, tal vez para poder jugar con las texturas y el color, dos elementos que le permiten darle un sentido particular a sus versiones. Los cambios de tonalidad y de forma entre las pinturas ¨originales¨ y las de Macri no generan ningún ruido en el espectador, sino todo lo contrario. Llevan imperceptiblemente al camino del homenaje por vía de una interpretación personal, íntima y sobre todo respetuosa.
La muestra se completa con un pequeño volumen en el que, además del texto curatorial de Lara Marmor, hay una breve biografía de cada artista.
Para unir los retazos de este quilt, el espectador puede empezar por Hilma af Klint, pintora sueca que fue abstracta antes que Mondrian y antes que Kandinsky. La biografía de Af Klint la hace algo más que una anticipadora. Sus trabajos tenían, en su propia explicación, un origen supraterrenal. Les eran dictados por un espiritualismo exacerbado, esotérico y mágico, lo que no le impedía una obra coherente y muy comunicativa. El carácter vanguardista de la obra de Af Klint, más su actitud personal, la llevaron a permanecer oculta a la vista del público y a pintar en soledad, siguiendo un consejo del influyente Rudolf Steiner –una de las voces más autorizadas de su tiempo– que la animó a no mostrar su obra, dado que no sería comprendida sino décadas más adelante. Sus pinturas fueron descubiertas finalmente en 1986 y a partir de allí comenzó a formar parte de exposiciones colectivas sobre arte abstracto y hasta se realizó una retrospectiva en el Museo Hamburger Bahnhof de Berlín.
El siguiente click visual llevará al espectador a Lygia Clark. Esta artista brasileña fue fundadora del movimiento neoconcreto en su país y se instaló rápidamente en la escena artística como una referencia de vanguardia. Si bien el concreto brasileño es posterior al argentino y se nutre en buena parte de él, las obras de Clark destacan por sus aspectos conceptuales y por la inclusión de disciplinas alternativas como la psicoterapia en la realización artística. El texto de Macri que acompaña la obra completa el perfil: “Toda actividad específica que abarcaba la hacía sentir que algo le faltaba”.
El capítulo argentino de la muestra está formado por Lidi Prati y Nelly Esquivel. Prati es bien conocida y es una artista sólida, pero la figura de Esquivel es más atractiva. Tal vez su escasa visibilidad dentro de los grupos del Concreto de los años 40 en Buenos Aires, particularmente de MADI, la convierten en una rareza incomprensible. Su pintura respondía fielmente a una de las discusiones más vigorosas y sofisticadas que el grupo se dio en los tempranos años 40 sobre los aspectos formales de la creación artística. Esquivel fue la primera en adoptar pictóricamente de un modo muy resuelto las tensiones planteadas por los límites formales del cuadro y de la pintura de caballete. Esquivel, junto al uruguayo Rhod Rothfuss, fue pionera de un temperamento artístico que influyó a artistas de todo el mundo, llegando a impactar en la obra de Jasper Johns. El rescate, de la figura y del arte, que hace Gimena Macri de Nelly Esquivel, es indudablemente uno de los puntos altos de la exposición.
En esta exposición asumen riesgos el artista y la galería. En el caso de Pasto, la experimentación es genética desde su nacimiento en el Patio del Liceo en 2012. Desde esos días, la galería no ha dejado de profesionalizarse y de crecer sostenidamente. Cuenta ahora con la representación de 15 artistas de todo el país y desde 2014 dejó los interiores del Patio para instalarse en la exterioridad de Pereyra Lucena. Las dimensiones de Pasto son un desafío constante para su director César Abelenda y para curadores y artistas.
En el caso de Gimena Macri, el riesgo es doble. En primer lugar frente a su propia trayectoria artística. Sus trabajos anteriores están marcados por un tipo de figuración bastante nítida, con una paleta más moderada y un trazo convencido, pero liviano. En estas obras, juega mucho más con la potencia y con la rigurosidad, con la línea, el plano y la forma.
Para contrariar un poco al clima de época, las mujeres de esta muestra están siendo homenajeadas con entera justicia artística y creativa. No hay nada de victimización y sacrificio frente a la opresión, aún en situaciones objetivamente desventajosas. Ese es un aire que se respira como el de después de la lluvia en una tarde de verano, es, en definitiva, una buena idea.
Publicado en Revista Ñ el 27 de abril de 2018.
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